Ars Gratia Artis

Rogelio Puente. Interiores de Madrid

Madrid es una constante fuente de inspiración para los artistas; personajes, calles, plazas, jardines edificios y parques han quedado plasmados en lienzos, dibujos y murales transmitiendo en silencio momentos irrepetibles. Es extensa la lista de creadores, por ello me remitiré en esta ocasión al pintor Rogelio Puente (La Habana,1936-A Coruña,1996). Residió en diferentes etapas de su vida en la capital y en su obra abundan los espacios interiores a los que dota de un cierto sentimiento de nostalgia, de un tiempo sin retorno. El pintor acostumbraba a elegir con sumo cuidado los escenarios y la visión que ofrece lleva a presentir guardados relatos tras los ventanales, el brillo de los espejos o las puertas acristaladas; los temas expresan el deseo de construir un diario existencial desarrollado por medio de series de interiores que en Madrid apuntan a lugares de historia y tradición: el Café Viena, L´Hardy, la Bolsa, palacios, escaparates de anticuarios o tiendas de curiosa personalidad descritas en los lienzos con gran refinamiento y precisión. Su pintura se sostiene sobre un dibujo preciso que define cada detalle; objetos, muebles o elementos arquitectónicos son ligeramente transformados por su estilo. El Florian de Venecia, las bibliotecas de Chiswick y Fontainebleau, los salones de Blenheim Palace, los jardines Kew de Londres, los balnearios de Gellert y Vidago, los invernaderos del Bronx o Lisboa fueron trasladados a su obra y se convirtieron en resistentes testimonios ante un progreso avasallante. 

La Bolsa de Madrid 1977

Su pintura guarda una suma de conocimientos que parten de la formación cosmopolita que había comenzado en la capital de Cuba en los años cuarenta y continuada en Atlanta (EE.UU). En la adolescencia y primera juventud descubrió París, Florencia, y Londres, ciudades que afirmaron la temprana vocación enfocada en el diseño y la arquitectura que estudia en Madrid, en parte fundamentos idóneos para llevar adelante una trayectoria de pintor. Pero antes de que se produzca la dedicación plena, el artista ya cuenta con unas sólidas bases con las que acometer el camino propuesto animado por el descubrimiento del arte de su tiempo. Sin embargo, una vez asimiladas tantas vivencias hará un recorrido a la inversa buscando las materias precisas para su obra en aquellos lugares del pasado por donde había transitado la vida. Detrás de sus cuidadas composiciones hay introspección, reflexión, calma en la contemplación y viajes minuciosamente planeados; notas y apuntes sobre la historia de cada lugar y alentado en cada caso por autores literarios y por los vínculos de cada uno de ellos con el tema elegido.

La Pastelería L'Hardy Madrid 1978

La cultura inglesa, en sus amplias vertientes, literaria y monumental, especialmente, la arquitectura  de las épocas barroca o neoclásica fueran objeto de su interés. A raíz de las primeras visitas a Londres, de las estancias en Bournemouth y Bristol accedió al conocimiento de la vida y sociedad británicas; asistió con frecuencia a debates del Parlamento inglés y conoció el país en profundidad deteniéndose en la observación de jardines y mansiones guardianas de valores artísticos que supusieron toda una revelación. Eran imprescindibles los conocimientos de historia del arte y de los secretos de cada lugar; en las escenas de interiores donde el tiempo se resiste a desaparecer encuentra primordial primar en la definición de ambientes la presencia de elementos decorativos. 

El Café Viena Madrid 1981

Partiendo de tantas experiencias acumuladas y con la información seleccionada Rogelio Puente encontró en el viaje estético al pasado su propia razón. Una suerte de recuperación proustiana le permitió el paso a una obra que nace en una edad tardía pero con una clara madurez. Y a mediados de la década de los años setenta su pintura irrumpe con fuerza, fruto de un largo y difícil  proceso interior situándose dentro de la órbita del realismo español que en aquellos momentos se hacía eco de la producción de Matías Quetglás, Antonio López, Isabel Quintanilla, María Moreno, Amalia Avia o Eduardo Naranjo. Su obra a partir de aquellos años se irá integrando en destacadas colecciones inglesas, españolas y norteamericanas, expuesta con frecuencia en la galería Heller de Madrid.