Dies irae

El Rey reina pero no gobierna

Este sacrosanto principio de las monarquías constitucionales es el que las diferencia de las absolutas. En todas las monarquías europeas, que son bastantes y en países de alto nivel de calidad democrática, sus reyes o reinas no gobiernan. Su papel es simbolizar a la nación, encarnar los más altos valores del Estado y, por lo que al devenir cotidiano de los asuntos de gobierno se refiere, estar a expensas de lo que disponga el gabinete de turno, elegido por los métodos democráticos establecidos para cada país.

Por este motivo es de una injusticia palmaria (hija por igual de una ignorancia no culpable y de un dolor abrumador) el trato dado al rey Felipe VI y la reina Letizia este domingo, en el arrasado pueblo de Paiporta, Valencia. Cuando el rey acude a cualquier lugar, en el ejercicio de sus funciones constitucionales, acude España, no el gobierno en ejercicio.

Dicho esto, sobradamente conocido, hay que apreciar el dramático momento que las autoridades vivieron en ese barrizal, lleno de destrozos, abandono y muerte. Salieron a ese hipotético albero tres diestros: Felipe VI, Pedro Sánchez y Carlos Mazón. Pronto apareció un morlaco con aspecto desatado, si con ello puede compararse a la gente desesperada tras cinco días sin nada. No están los damnificados para sutilezas constitucionalistas, de modo que los insultos brotaron espontáneos contra las autoridades, fueran estas del signo que fueran. 

Y ahí se apreció la distinta reacción de los insultados. Sánchez salió corriendo al burladero y se quitó de en medio, dejando a los otros dos intervinientes a su suerte. Mazón, como Don Tancredo, se pegó al rey, muy calladito y muy quieto, emparejando su suerte a la del monarca. Y Felipe VI no se arredró, a pesar de los proyectiles de barro que alcanzaron a él mismo y a la reina, y se unió a los damnificados para hablarles, para darles compañía, que es lo único que podía dar. Su gesto fue de una gran nobleza y de una comprensión íntima y profunda de su papel en la España actual. Y no renunció a él.

Ahora, en Moncloa, los mil asesores se retuercen las meninges buscando un relato que atenúe la fuga de su jefe. Algún doctor que acredite la rotura de tres costillas, el palo bañado con curare o decenas de extremistas de la ultraderecha aprovechando la ocasión para linchar al munífico… Como la ministra de Defensa, que recorre emisora tras emisora explicando las bondades del ejército y sin desvelar por qué tardó tres días en movilizarlo.

“Este marrón se lo va a comer Mazón” habían dispuesto en Presidencia la tarde del martes. Pero el marrón iba tirando a negro, ya era negro absoluto, negro espantoso, y el “Si quieren algo, que lo pidan” que había sido la reacción de Sánchez a la tragedia, raspaba como una bofetada a un niño o una zancadilla a un ciego.

Por su parte, Mazón no da talla política alguna. Recordemos que fue su premura en ser investido presidente de la Generalidad valenciana, su prisa sin razón por pactar con VOX, cuando tenía tiempo de sobra para hacerlo, lo que permitió a la maquinaria del gobierno aventar el miedo a la ultraderecha (cuando aquel mecanismo aún funcionaba) y alejar al PP de un mayor éxito electoral, que habría permitido un gobierno distinto. Sánchez trata a Mazón con exquisita cortesía porque sabe que le debe la presidencia. Y Monzón, el hombre, dio la alarma cuando ya la gente se sujetaba a las ramas, se ahogaba en los coches o se despedía de sus seres queridos.

Claro que hay quien dice que la AEMET es lo más incompetente, una agencia trufada de socialistas paniaguados, una especie de CIS de Tezanos, cuyas predicciones se cumplen poco y mal y, concretamente, que anunció entre 100 y 200 litros, que para los valencianos es como una ducha antes de comer. Da lo mismo si dijo que iban a caer 100 ó 200 litros…lo que claramente no dijo es que fueran a caer 400. Mazón debería dimitir ya, tanto por ignorar a la AEMET como por no ignorarla. Da lo mismo, no se puede presidir un cementerio. Pero sobre todo por habernos traído el gobierno Frankenstein que su codicia propició.

Como debería dimitir Margarita Robles, templadora de gaitas a ver si reventaba el PP valenciano cuando los que reventaron fueron los afectados. Como debería dimitir Sánchez, por su inasumible “Si quieren algo, que lo pidan” y su alocada huida por el fango. Y la AEMAT en pleno, pues desde Francia se avisó del horror, así, horror, y no del enésimo amago del cuento del Lobo. 

Demasiado dolor, demasiado sufrimiento, demasiada desesperación. Me queda la foto del joven que, tras discutir con el rey, terminó llorando en un abrazo. Y de la reina, con el rostro embarrado pero entera y solidaria. Incluso del pobre Mazón, mudo, rebasado, mas con su patético pero honesto “yo no me separo del rey, yo no le dejo…”.

Estos días circula un capítulo del NODO franquista, que explica cómo el gobierno de entonces, mísero y aislado, aprobó, financió y realizó la desviación del cauce del río Turia, removiendo diez millones de metros cúbicos de tierras y evitando las periódicas inundaciones que martirizaban Valencia. Ochenta años después, aquella obra sigue salvando a Valencia de los elementos. Lo que se haya hecho después, en los pueblos, en los cauces, en los barrancos…no ha servido para nada.