¿Qué mundo estamos dejando a las siguientes generaciones?
LA MIRADA DE ULISAS se desvela y se aterra con lo que le está sucediendo a nuestra amada Tierra. En esta oportunidad con respecto a los desastres naturales, ¡que ya no son tan naturales! Se han vuelto sobrenaturales, ya que obedecen a gigantescas anomalías climáticas que se precipitan con el cambio climático. Azotan a varias naciones, como lo hemos estado constatando en los últimos años de naufragios y de sequías. Diluvios e incendios por doquier. Con el agravante que en cada temporada se hacen más fuertes y terribles. Se desatan con mayor frecuencia. Arrastran a una población completa como lo hemos visto en los tiempos recientes. La población se ahoga en aguas inesperadas que caen como un mal de golpe y porrazo desde unas nubes, que se revelan por los desastres causados por el hombre. Una inconciencia global habita nuestro planeta, que les ha infringido una variación de estructura y de orden a las lluvias y a los temporales. Europa, África, América y los demás continentes han sucumbido a semejantes catástrofes, ya consideradas universales y lamentables. Se advierten fuegos o corrientes desbocadas que arrasan con todo a su paso.
Este fatídico martes lo avistamos en la zona de Valencia - España con unas escenas espeluznantes. Nos acercaron a momentos apocalípticos. Niveles de lluvias nunca vistos: en pocas horas el volumen de un año de precipitaciones. Un diluvio que no respeta vidas. Ya se contabilizan decenas de muertos y desaparecidos. Se van registrando a medida que las horas pasan y los habitantes de la calamidad se ven sumidos en el dolor, igual que nosotros los observadores de tantas desgracias. Quedamos impregnados de imágenes que llaman al lamento y a la solidaridad. Me ponen las pestañas de punta. Vimos la gran cantidad de coches que la corriente se llevó para dejarlos amontonados como si fuera un castillo de naipes que ha caído en desgracia. Los rostros de los damnificados en desazón se cuentan por millares y las casas derruidas nos hablan de un fenómeno que aturde los sentidos. Mucha desolación se percibe y quedamos sin palabras para describir la tristeza que embarga a España y todos aquellos que padecemos con el sufrimiento ajeno.
Lo que, ante mis ojos, la mirada de Ulisas que soy, resulta de vital urgencia es ver la inminente manera de cómo se va a detener esta degeneración causada por los atropellos cometidos contra la Naturaleza. El desequilibrio de todas las especies es bárbaro. Conlleva a vernos abocados a buscar drásticas soluciones que involucran a muchos sectores. Inclusive en las casas desde pequeños enseñarles a los niños a reciclar, ahorrar agua y electricidad. Hemos vivido en una abundancia absurda que pasa la cuenta de cobro, al conducirnos indefectiblemente al desequilibrio y a los desajustes de todo un sistema que se armonizaba con el hombre. La Pacha Mama se sabía cuidar. Era deber de los hombres velar por su bienestar. Desde tanta desconsideración, desconsolada llora su desgracia: el abandono y la indolencia del hombre con relación a su preservación.
Hora de despertar para que la Humanidad tome las riendas de salvarse. Es un llamado que nos involucra a todos, empezando por los gobiernos que llevan gran parte de la responsabilidad sobre estos perjuicios y desatinos. Han permitido diversas industrias y abusos causantes de este mal. Trastornan todo el ecosistema de nuestro hábitat: el extraordinario hogar de todos los humanos en desamparo. No siempre nos comportamos como humanos que somos. Un mundo en jirones estamos viviendo por culpa de la falta de un miramiento adecuado. Una descomposición a todo nivel es el panorama actual. Si no aprendemos a remendarlo, curar sus heridas y salvaguardarlo, mi mirada se llena de lágrimas al pensar en las futuras generaciones. ¿Qué mundo les estamos dejando?