¿Qué decirles a los antisemitas y a los antisionistas?
LA MIRADA DE ULISAS, que ya mis queridos lectores empiezan a conocer, anhela abordar el tema de ¿por qué? se odia a los judíos, sin realmente saber el porqué. Acusados de haber matado a Cristo cuando se sabe que fueron los romanos en los años 30 y 33 a.C. bajo el mandato de Poncio Pilato quienes le crucificaron. También se les atribuye un hecho dantesco, que jamás tuvo lugar, de haber construido las pirámides con cuerpos de niños que mataban. En fin, larga es la lista de implicaciones mentirosas que señalan a los judíos responsables de atrocidades, basadas en hechos tendenciosos y difamatorios. En realidad no existe una verdadera razón para tanto odio. Se remite a numerosos datos falsos sobre el perfil del judío estigmatizado como el de tener una nariz aguileña o ganchuda. Las hay de todo tipo, ya que les recuerdo que el judío puede ser negro con una nariz bien fina como muchos de los judíos etíopes la exhiben. Pueblo que fue rescatado en los años 90 gracias a la presión de Jane Fonda que, seguramente en un viaje de placer, lo descubrió y lo vio con costumbres diversas a los de su país de origen. Reducida colectiva que guardaba los preceptos judaicos desde la época de la Reina de Saba. El difundido concepto que los judíos son los dueños del mundo o de la banca también resulta una falacia. Los hay de todas las profesiones inclusive obreros y taxistas, por sólo mencionar algunos de sus oficios. De todo se ve en la viña del Señor como el pueblo que es. Tampoco todos son ricachones como tienden a certificar los detractores del judío. La mayoría de los judíos en Israel pertenecen a la clase media, pero hay que ver lo que significa ese apelativo, que en otros países serían gente acomodada. En cambio, en este pequeño y pujante país son personas que disponen de comodidades, como las que debería tener cualquier ciudadano en un país civilizado preocupado por su gente, gracias a un buen sistema de salud que funcione y a una eficiente educación gratuita para hacer de su pueblo los individuos instruidos y pensantes con valores que se inculcan desde la cuna. Si analizamos quienes son los primeros en llegar en los casos de una catástrofe al país en emergencia, por lo general son los judíos con sus sofisticados métodos para el auxilio. Arriban con el ánimo de servicio y de entrega. No es difícil constatar esta realidad, ya que llevan un distintivo que lucen con la estrella de David y su presencia mantiene la excelencia gracias a los últimos adelantos de la ciencia en cuanto a la tecnología requerida para tales calamidades como son: los temblores de tierra, las erupciones de los volcanes, los incendios forestales, las inundaciones etc. Dejan a los habitantes del lugar del siniestro en desesperación y sin hogar. Los socorristas aportan su colaboración sin el menor interés, lo único que los anima es el lema escuchado y referido sin cesar: “haz bien y no mires a quien” Lo mismo sucede en los hospitales israelíes, catalogados como sobresalientes, donde se recibe hasta el enemigo para sanar sus heridas o enfermedades. Caso patético es el de Sinwar, el jefe de Hamás que propició la tragedia del 7 de octubre y sin embargo fue operado dos veces de un tumor cerebral. Su respuesta fue asesinar a una población civil en busca de paz y de amor. Un día nefasto para el pueblo judío, tan cercano y tan doloroso como el Holocausto, que padeció por la insensatez de mentes infernales que se sienten con el derecho de hablar de una raza superior. ¿Cuál demencia puede permitir ese planteamiento de creerse superior? Un padecimiento indeleble que marcó para siempre la historia y el devenir del pueblo judío. Con una frase que lo persigue desde entonces: “Nunca jamás”. El judío no representa una raza, los hay blancos, negros y amarillos. Es un pueblo y de los más ancianos que subsisten. Qué define a un pueblo: la trascendencia de su credo, sus tradiciones, sus costumbres y los principios y valores que ejercen, sin tomar en cuenta en qué lugar del globo terráqueo se hallen. A los judíos se les ha conocido como el judío errante porque se desplaza para buscar el mejor sustento para su familia con el sudor de la frente y el respeto por las naciones que le han acogido. Nunca han manifestado el menor ánimo proselitista ni invasor. Sólo piden que le dejen ser en su trastienda y ejercer sus actividades sin imposición alguna para los demás. Ni siquiera para el judío que no sea practicante. En el judaísmo se considera que ser judío representa a la persona que califique como tal al ser hijo de madre judía, sin importar si el padre lo es o si es practicante ortodoxo o más laico en su conducta frente a los preceptos dictados por la religión. Todos se distinguen sin juicio determinado, ya que judío es judío de generación en generación. Inclusive se está viendo un fenómeno que llama la atención, muchos hijos de judíos del antaño sin realmente tener conciencia de ello regresan a la fe judía, porque en su fuero interno existe un llamado que no entienden bien el porqué ni de dónde procede. Reclama el derecho de ser judío e insiste en convertirse sin detenerse en todas las pruebas requeridas por el judaísmo, que no son pocos y ciertamente difíciles de cumplir. A la hora de convertirse las normas son exigentes. Descartan la posibilidad de la conversión por una causa considerada banal como un interés material especifico, o el querer desposar a un judío o judía, razón que no se considera apta para hacerse judío o judía. Se precisa un sentimiento verdadero que muestre un interés más espiritual y dispuesto a abrazar las Tablas de Moisés con la devoción que se requiere para obtener la religión de Abraham, Isaac y Jacob. Ciertamente, no resulta tan simple.
Pero mi mirada no se va a detener en ese punto, sólo quiso mostrar una esbozada ilustración. Lo que el atisbo de Ulisas pretende es hacer un llamado: si bien no se le quiere al pueblo judío, sin entender realmente el porqué se perpetua la judeofobia o ese odio gratuito, al menos que se le respete y tolere como a los demás pueblos. La mirada no anhela entrar en cuestionamientos que hagan la apología de un pueblo sino su conocimiento para que se genere un sentimiento que tribute una visión diversa, más amplia y sobre todo verídica. Sin confundir el enfoque que quizá amerite admiración por ser de los más competentes en cuanto a premios Nobel y demás adelantos en la ciencia y la tecnología y además por ser un estado que ha trabajado el progreso y desarrollo para el mundo, sin egoísmo alguno. En sólo pocas décadas, Israel ha demostrado que es una nación pujante donde viven personas de todos los credos y razas. Encarna un crisol de culturas que cohabitan sin violencia a pesar de sus diferencias. Tiene un referente histórico que le da su legitimidad y el derecho a su tierra prometida con una historia que canta su verdad. Su impulso a todas luces ha mutado la imagen de Israel para convertir a la nación judía en otra potencia mundial, siendo que es un país tan pequeño, que ni siquiera su nombre cabe en el mapamundi.
La mirada de Ulises pretende darles otra óptica sobre todo en lo que implica la consideración que debe suscitar un pueblo tan antiguo y presente, que desde épocas remotas ya sabía enterar a sus muertos sin trasteo, sino con el aspecto de acumular buenas acciones para un más allá que, si bien guarda sus misterios, para el judío implica llegar con las manos abiertas sin nada material para rendir cuentas. Por ello, se insiste en hacer el bien sin mirar a quien. Una idea casi obsesiva en el pueblo judío que sabe que en el bienestar se vive mejor y con la presencia de la ayuda al prójimo. Pueblo que desea que se comprenda que está para defender valores y principios que han unido al Occidente en una civilización dispuesta a defender: la justicia, la libertad, la fraternidad y la igualdad. Derechos adquiridos con derramamientos de sangre y luchas feroces para que el mundo hallará un cierto equilibrio (la prueba: un largo periodo de paz fue la respuesta) y la bondad de concebir a todo individuo como un hermano, portador de la sangre humana. Este empeño identifica las democracias. Asunto, que permanece ausente en las dictaduras con opresiones y castigos a la orden del día. Lamentablemente el mundo no parece estar alerta por desconocimiento de causa, aunque existe amplia información sobre explícitos gobiernos que rigen a su pueblo con la mano fuerte y el calabozo presente con torturas que se refieren a épocas medievales, cuando la vida no tenía valor. Valía que se dio gracias a tantas conquistas de mentes abiertas y dispuestas a una sociedad más vivible. Condiciones que se anulan en otros lares, donde el terror reina y las primicias y oportunidades discrepan de mentes sensibles, defensoras de la diferencia y protectoras del desvalido. Sociedades con diferentes propuestas que le roban el acomodo a la mujer con su valor real y a los homosexuales, que se encuentran en dificultad de asumirse como tal. Y qué decir del disidente… el paredón es su destino. Quiero, amigos lectores, que juzguen las imágenes que fueron difundidas en todos los medios de los sujetos que entregaron a los secuestrados. Acaso el mundo necesita gente con armamento en su cuerpo, la cara tapada y el odio en su corazón. ¿Será lo que el siglo XXI anhela para su población? Ruego, lectores queridos, que se hagan la pregunta que me quita el sueño y me deja el párpado en permanente luz para ver realidades, que no se contemplan para reconocer el mal, el que se nos viene encima si seguimos sin ver la verdad de una situación que ya es mundial con la vil estampa del terrorismo, acumulador de tantas muertes en muchos países. Y no creo que sean los judíos quienes amenacen la seguridad de las naciones que les han acogido. ¿Y en cambio…? Dejo la pregunta abierta a ver si hallan la buena respuesta. ¿Vale la pena seguir odiando al judío cuando el enemigo tiene la cara camuflada y se adueña de otra propuesta?