El psicólogo clínico o sanitario en las empresas, ¿un futuro realista?
Los datos son cada vez más preocupantes:
“Uno de cada tres trabajadores en España sufre insomnio debido al estrés laboral, y el 37% tiene dificultades para desconectar al finalizar su jornada”. (La Razón, 2024).
“El estrés, la ansiedad y el síndrome de burnout representan el 30% de las bajas laborales en España, generando un coste anual para las empresas de más de 25.000 millones de euros”. (El Economista, 2024).
¿Dónde está la solución? Parece complicado encontrarla cuando la tendencia general es mirar hacia otro lado o, incluso, culpabilizar a las personas trabajadoras de su situación personal. Algunas empresas intentan maquillar la situación contratando a figuras como los “coaches”, personas que ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos, promueven discursos motivacionales vacíos, sin hacer hincapié en la raíz del problema, y que incluso pueden dar lugar a daños colaterales a causa de su “intervención” por ignorar la presencia de trastornos reales y reducirlo todo a “fuerza de voluntad o ganas”. Ya en un artículo anterior (Si quieres, puedes), resalté la importancia de los factores contextuales y ambientales de las personas como variables moduladoras de su bienestar general, en esta ocasión me gustaría centrarme en otro paso para mejorar las condiciones del entorno laboral, y no es otra que la inclusión de la figura del psicólogo clínico o sanitario en los entornos empresariales.
En Estados Unidos y Canadá, existen los EAPs (Employee Assistance Programs), programas destinados a proporcionar ayuda a los trabajadores en lo referente a su bienestar, tanto personal como laboral. Entre sus prestaciones se incluyen el asesoramiento psicológico y emocional, la intervención en crisis personales, seguimiento en el lugar de trabajo para prevenir burnout, facilitar la adaptación a los cambios y el manejo de conflictos. Estos programas son totalmente gratuitos para los trabajadores, confidenciales y con acceso directo, tanto en persona como online.
En España, por el momento, lo más cercano a esta iniciativa son las sesiones psicológicas proporcionadas por mutuas de seguros; sesiones con una media de 20 minutos de duración, lo que dificulta y mucho el aprovechamiento de las mismas: por un lado, el paciente sale con la sensación de que nada ha cambiado; por otro, el profesional de referencia se enfrenta a la frustración de verse limitado ante la falta de recursos. En este caso, el recurso más valioso es el tiempo. Parece razonable contar con una figura dentro de la empresa que disponga del tiempo necesario, así como de la formación y la destreza adecuadas para ayudar a los trabajadores en su salud mental.
Para implementar la figura del psicólogo clínico o sanitario en la empresa, es fundamental diferenciarla de otros perfiles profesionales en el ámbito laboral, como los departamentos de Recursos Humanos, evitando así el intrusismo profesional.
La nueva figura emergente se delimitaría a:
- Llevar a cabo sesiones terapéuticas para mejorar el bienestar y la salud mental de los trabajadores.
- Prevenir y reducir el absentismo por motivos psicológicos, lo que aumentaría la productividad y la motivación de los empleados.
- Propiciar un ambiente laboral más saludable y dotar de estrategias de gestión del estrés y la ansiedad entre otras muchas técnicas, aplicadas a nivel individual y grupal si así se requiriese.
Sería una persona trabajadora más, formando parte de la plantilla, lo que daría una sensación de familiaridad y calidez, y sobre todo, de disponibilidad. Facilitaría el acceso a la salud mental de calidad fuera de la clínica privada, que muchas personas no pueden permitirse.
La principal barrera es la inversión económica por parte de la empresa. Sin embargo, no se debe obviar la segunda noticia con la que empiezo el presente artículo, incluso dejando la humanidad al lado, y centrándonos únicamente en lo material, invertir en salud mental supondría un beneficio para la empresa (ojalá nunca se deje la parte humana a un lado). Por último, es necesario informar y concienciar sobre la importancia de la intervención psicológica, así como desestigmatizarla y evitar que sea reemplazada por enfoques sin base científica.
La salud mental en el trabajo no debería ser un lujo, sino una necesidad cubierta; la inversión empresarial en ella beneficiaría tanto a las personas trabajadoras como a la propia empresa. Es el momento de dar un paso adelante y normalizar el acceso a la salud mental de calidad dentro del mundo laboral.