La política un ejercicio de pensamiento
La política debería ser un verdadero ejercicio de pensamiento y la sociedad tiene derecho a esperar mucho más de ella. Además, los asuntos públicos obedecen a la decisión mayoritaria de la ciudadanía, que así como exige pleno respeto por los derechos también debe comprometerse con la expresión de sus deberes, para solidez institucional y el progreso como cuerpo social.
En la práctica, el “ejercicio político” se presenta con el manejo de las masas en plaza pública con la vanidad publicitaria de cercanía y amistad, la esencia de sonrisas falsas, abrazos a potenciales electores, que generalmente esos corazones bondadosos alimentan con palabras huecas y altisonantes el querer colectivo del alma latinoamericana.
Es difícil decir que la sociedad es libre a la hora de votar, porque en realidad las campañas políticas son de bolsillo y no propiamente de ideas. Lamentablemente, en algunos espacios territoriales también son de crimen, sangre detrás de una aspiración, y hasta presentan maquillaje de resultados para lograr o mantenerse en el poder.
Cuántos lugares víctimas de dictadores con sus restricciones a la libertad, violencia, secuestro, reelecciones fraudulentas, con un modelo económico que causa malestar por su desarrollo inequitativo, y monopolios conseguidos a través de conexiones políticas que es donde se teje el verdadero poder.
Así, mientras creemos tener comportamientos propios de la civilidad que implica un pensamiento social, nunca nos dimos cuenta del momento en que perdimos la vergüenza, y ahora ante los ojos de todos, algunos terminan por celebrar sus acciones indebidas sin inmutarse siquiera.
Ellos, arrojaron sus escrúpulos hace tiempo y saben perfectamente cómo se tapan las fechorías. Igualmente, como tienen claro los gustos de sus interesados y el precio, si se presentan borrascas saben navegar en la turbulencia que luego desvanecen. Crean un comercio electoral con el presupuesto, y si resultan implicados, presentan sus pruebas que les asegura la protección en los fallos. Y todo como si realmente, fuera normal y nada estuviera pasando en la sociedad…
Esas acciones impropias de la gobernanza arrasan el objetivo de lograr desarrollo económico, social e institucional que promueva realmente sano equilibrio entre Estado, sociedad y economía, tiene que ver con la democracia, imperio de la ley, estado de derecho, corrupción, transparencia, derechos humanos, participación ciudadana, desarrollo sostenible, igualdad de género, distribución del ingreso, calidad de servicios públicos, satisfacción general y desarrollo humano.
La buena gobernanza se refleja en el respeto ciudadano a las leyes e instituciones, en un pacto social cimentado sobre una granítica identidad colectiva y convicción generalizada que el Estado se encuentra al servicio de todos, y no de grupos de poder que se enquistan en sus entrañas para exprimirlo sin tregua.
La gobernanza exige comunicación efectiva con los gobernados, aleja el populismo, rinde cuentas reales y presenta la mínima corrupción. En materia de salud, educación e infraestructura busca la prestación y calidad para todos. Sin embargo, los indicadores que deben mejorar en muchos lugares son precisamente: justicia, derechos humanos, seguridad, desarrollo sostenible y desarrollo humano.