Una noche de fiesta que terminó en tragedia: República Dominicana llora a Rubby Pérez y a las víctimas del desplome en una discoteca
La música, que tantas veces ha sido bálsamo en medio del dolor, quedó en silencio la madrugada del martes 8 de abril de 2025, cuando el techo de la discoteca Jet Set en Santo Domingo colapsó repentinamente durante una presentación en vivo del reconocido merenguero Rubby Pérez. Lo que debía ser una velada de alegría y celebración se convirtió en una escena de horror y despedida.
Según el último reporte oficial, el desastre ha dejado al menos 221 muertos y 189 personas rescatadas con vida. Además, 155 personas resultaron heridas y fueron trasladadas a hospitales. Las autoridades han iniciado una investigación para determinar las causas del colapso, entre las que se barajan posibles fallas estructurales y negligencia en el mantenimiento del local.
Entre las víctimas se encuentra un ciudadano con doble nacionalidad española y dominicana, cuyo fallecimiento ha sido confirmado por el Consulado General de España en Santo Domingo. Otro hispanodominicano permanece desaparecido. Las autoridades españolas están en contacto con las familias afectadas y siguen de cerca el desarrollo de la investigación. También se ha confirmado la muerte de ciudadanos de otras nacionalidades, incluyendo dos franceses, un italiano y un haitiano. Al menos diecinueve venezolanos han fallecido, mientras muchos más están heridos o desaparecidos.
Entre los fallecidos se encontraba además una de las voces más queridas del merengue: Rubby Pérez, el intérprete de “La vida” y “Cobarde”, ícono de la música caribeña que durante décadas conquistó escenarios y corazones. Irónicamente, esa noche, Rubby había compartido con el público uno de los gestos más hermosos de su carrera: dedicar una canción a Venezuela, país que él siempre consideró su segundo hogar.
“Me siento mitad venezolano”, solía decir con orgullo. Y no era una frase vacía: Venezuela lo recibió, lo abrazó, lo hizo suyo. Su voz fue parte de fiestas, recuerdos, amores y nostalgias de generaciones enteras. Anoche, en un acto de amor y gratitud, Rubby le cantó por última vez a ese país que tanto quiso, sin saber que ese sería su adiós.
Su historia personal es también un canto a la resiliencia. Sobreviviente de un accidente que lo postró durante más de un año, vio truncado su sueño de ser pelotero profesional. Pero como él mismo decía, “Dios tenía un mejor plan para mí”: la música. Y con ella construyó un legado imborrable, que ayer fue honrado en lágrimas por su hija, quien le cantó para despedirlo.
Hoy su voz se eleva más allá del escenario, fundiéndose con el canto eterno de quienes emprendieron con él el último viaje en aquella trágica noche. Que Dios les conceda el descanso eterno y dé fortaleza a sus familias para sobrellevar este dolor tan difícil de aceptar.
El arte, como la vida, es frágil. Pero mientras haya quien escuche una canción de Rubby Pérez, mientras un corazón se mueva al ritmo de su voz, él seguirá entre nosotros.