New Orleans
Nueva Orleans, en Luisiana, es una ciudad importante que en el Siglo XVIII fue fundada por franceses para el comercio de esclavos africanos. Después fue entregada a los británicos, pasó a ser colonia del Imperio español y luego volvió a ser tomada por los franceses hasta la compra de Luisiana por los Estados Unidos. En Nueva Orleans caminé por la calle Magazine, crucé por debajo de un puente y llegué a la línea de canal Street que atraviesa el centro y llega hasta el embarcadero del río Misisipí. De pronto, me encontraba en una avenida muy ancha con tres carriles en cada dirección y una vía doble en el centro para los tranvías. Aquellos trenecitos de color amarillo y rojo se movían por el medio de los rascacielos en una vía con abundantes palmeras y tendido eléctrico.
Pero no eran solo las avenidas y los edificios los que llamaba mi atención. Como viajero, estaba comenzando a identificar qué era lo que realmente me atraía de cada lugar al que llegaba y, sin lugar a duda, la gente llenaba esas expectativas. Se podría decir que yo llegaba cada tarde ilusionado, como un joven que va a la discoteca por primera vez, para acercarme al antiguo barrio francés y encontrar en la misma esquina de un semáforo a dos jóvenes tocando el violín y la guitarra eléctrica. Y no solo en aquella esquina, lo mismo ocurría en muchas otras calles con la variedad de grupos que tocaban reggae, rap y hip hop. La música lo inundaba todo.
Vi a una mamá sentada en una banca haciendo figuras de corazones con globos a sus hijos, y a otra mujer de avanzada edad que tenía un puesto de cartas para la lectura de tarot frente a una galería de arte. Vi locales comerciales de productos esotéricos, tiendas de vudú que estaban llenas de deidades, figuras, objetos fetiches y altares. Vi a unos policías vigilando a unos hombres antisemitas que con carteles protestaban contra los judíos, vi muchas cosas mientras caminaba por aquella ciudad.
Ya caída la noche, buscaba una terraza en la calle Bourbon Street, en un buen bar donde pudiera escuchar jazz. Mientras sonaba la trompeta, el trombón, el saxofón, el clarinete, la batería y el piano de cola me mantenía despierto y rejuvenecido. Hasta llegué a sentir que estaba en algún teatro. Había una atmósfera especial alrededor del jazz y de las voces potentes de quienes cantan. En las noches bailé feliz, sintiéndome como un muerto que revive.
En los diferentes bares las bandas musicales tocaban en grupos pequeños y, al mismo tiempo, sin importar la etiqueta o vestimenta, la gente disfrutaba de una forma intensa de aquellas canciones. El jazz nunca deja de sonar en Nueva Orleans; tampoco el soul y el blues. Estos ritmos son más que un estilo de música, son una forma de ver y afrontar la vida. El jazz, en particular, tiene un poder especial y se puede decir que transformó a los Estados Unidos. La improvisación que está presente en el jazz viene de la supervivencia, de sufrir y luchar en plantíos de algodón o en los barcos de esclavos, de la lucha que otorga la esperanza, de la época de cuando se tocaba blues o jazz, de los cantos de los presos encadenados.
Esta ciudad nunca duerme, es una orgía musical, un orgasmo vibrante y sensual que hasta puede terminar en una noche de sexo. Si sales a la calle, no es difícil encontrar una mujer entre las sombras y las luces que sacie tus deseos.