¿Se nos está muriendo Sancho Panza?
Hace algún tiempo, cuando regresaba de un largo viaje por varios países de Europa, durante el vuelo Viena-Madrid, entre los diarios y revistas con que las líneas aéreas suelen invitar a sus pasajeros, me llamó la atención un artículo de José Alsina, publicado en "La Vanguardia", de Barcelona. En dicho trabajo se aludía a una cierta carencia de ideales y de ilusiones en la sociedad española de estos años, razón por la cual el autor se preguntaba si es que acaso se nos está muriendo Sancho Panza. "¿Será que esa fuerza cuasitelúrica encarnada en el personaje cervantino, lleno de sabiduría popular, combinación de un pragmatismo esencial y de un noble ideal de justicia y de sentido común, se va arrinconando?”
Venía yo, como digo, de visitar otros países, de conocer paisajes húmedos y sociedades de un cierto nivel económico. Había visto discurrir el Danubio desde Belgrado a Viena, confirmando la gran vocación ecológica de los pueblos europeos. Pero al leer el artículo de José Alsina, me entró una honda preocupación. ¿Será cierto que está desapareciendo Sancho Panza de la geografía humana de España? Volví a leer el trabajo mencionado para cerciorarme mejor del asunto. El avión volaba en aquellos momentos a trece mil metros de altura. Las nubes parecían paisajes nevados de un mundo de ficción. "Yo creo --insistía Alsina que el país está pasando --necesitando-- urgentemente un nuevo Unamuno". En este punto, de acuerdo.
Sin embargo, no pienso que el espíritu de Sancho Panza se nos esté muriendo en España y mucho menos en Castilla. Afortunadamente, a los pocos días de mi lectura del artículo de José Alsina pude comprobarlo en un nuevo viaje por varias comarcas del centro de la Península. Vi a las gentes inmersas en sus tareas campesinas, en la recolección del melón, en la crianza del maíz y del girasol, en la gozosa espera de la vendimia. Cierto que cuando un pueblo no sabe lo que es, deja de serlo, como ha dicho Julián Marías, y es entonces cuando se produce la muerte de Sancho Panza. Porque Sancho Panza es la realidad cotidiana que sabe acercarse a los altos ideales de Don Quijote; es el labrador que Sancho Panza. Porque Sancho Panza es la realidad cotidiana que sabe goza criando sus cosechas, educando a sus hijos, comportándose con sencillez y talento mesurado, sabiendo sus limitaciones y posibilidades. Es, en definitiva, el ciudadano desde el que un país gana o pierde altura moral y humana
Y todo continúa vivo en España, porque el Sancho que llevamos dentro, el que da consistencia a nuestro modo de ser, no es el individuo burdo que tanto han divulgado los malos escritores, los sociólogos mediocres. Aquí nos referimos al Sancho redimido por Don Quijote en sus largas pláticas a lo largo y ancho de la llanura castellana; al Sancho del que escribiera don Miguel de Unamuno: "Pero nosotros consideramos que, una vez que Sancho hubo encontrado la sabrosidad de su nueva vida, no quiso volver a otra, y a despecho de los arredros y trompicones de su fe, se le nublaba el cielo y se le caían las alas del corazón al ocurrirle el recelo de que su amo y señor fuera a dejarle". Es cuando sucede la quijotización de Sancho, cuando el hombre rudo del campo encuentra otros valores más elevados.
Por la Península Ibérica sigue vivo el espíritu de Sancho Panza, y no porque España no tenga sus problemas, sus quebraderos de cabeza. Los pueblos que viven de la agricultura principalmente, saben de los muchos trabajos, de los enormes sacrificios que han de superar a lo largo del año. Más cuando la industria ya no es la amparadora de los campesinos en paro, como sucedió en décadas pasadas. Pero de eso a perder la identidad, las raíces de su idiosincrasia, media un abismo. El español está acostumbrado a pasar grandes tribulaciones. La meseta castellana es propicia al sentimiento de soledad, pero también nos incita a superarnos. Don Miguel de Unamuno se refería con admiración a la figura humana de Sancho y decía que, una vez muerto Don Quijote --el quijotismo-- a él correspondía poner en marcha de nuevo el espíritu de su señor. Por eso me entristeció leer en el artículo de José Alsina la posible muerte de Sancho Panza. Estaba deseando comprobar que no era cierta. Y no lo es.