Muerte y resurrección
Lunes, 4 de noviembre de 2024. Estoy en la cama, tranquila en mi hogar, cuidándome una ligera bronquitis. Acabo de llegar de un viaje literario a Túnez. A través de la radio me llega el dolor, la fuerza y el valor del pueblo levantino, también su impotencia y su rabia, mientras oigo el himno de Valencia, que anima las gargantas y los corazones de tantos valientes que luchan por vivir y renacer del lodo.
"... Per a ofrerar noves glories a Espanya, tots a una veu, germans, vingau.
¡Ja en el taller, en el camp remoregen càntics d'amor, himnes de pau!..."
(Serrano y Thous. 1909)
Se oye el sonido de las palas arrastrando el barro del que ahora, sucio, viscoso y contaminado, no surge la vida sino que brota la muerte.
Mujeres y hombres, jóvenes y viejos, de circunstancias vitales diferentes nos cuentan sus dramas, algunos han perdido a quien más querían. Viviendas arrasadas, infraestructuras destruidas, puentes rotos, vías y carreteras inutilizadas, falta el agua potable, pañales, comida caliente, medicinas, luz eléctrica... La suciedad y los escombros cubren las calles, los caminos y las plazas. Un agua marrón y maloliente llena sótanos y garajes...Hay muertos, unos 217, hay heridos y hay desaparecidos, muchos más. También solidaridad y apoyo de los buenos, y saqueos y robos de los que son ladrones repugnantes. Hay dolor, tristeza y mucho miedo. Las infecciones más variadas comienzan su andadura. Faltan manos y máquinas que borren tanto horror.
La muerte, nuestra eterna compañera, nos llama a veces de manera previsible, otras nos arrastra de forma inesperada e imprevista. La fuerza desbocada del agua de esta terrible dana, sumada a la imprevisión y estupidez humanas, han arrasado campos, aldeas y ciudades y sembrando de desperdicios sucios y malolientes y de restos humanos y animales las tierras hermosas de un luminoso otoño valenciano. Han sido la afilada guadaña de una parca vengativa que este año de guerras, accidentes y catástrofes ha tenido una gran cosecha de cadáveres, y nos ha dejado a tantos temblando y es espera.
Pero la vida se abre paso entre el terror, el dolor y el asco, y nos llama a otra resurrección.
"¡Ya en el taller y en el campo resuenan cantos de amor, himnos de paz!"
Las familias, que se saben vivas, se abrazan, y siguen dispuestas a una nueva vida. En nuestras manos está exigir que así sea y ayudarles un poco.
"¡Visca Valencia!"