Maruja Mallo
Como si estuvieras en un museo público, cuando solicitas el anunciado catálogo de la exposición te dicen que ‘todavía no ha llegado’, aunque haya sido inaugurada hace seis semanas. No encaja con la magnificencia arquitectónica del Centro Botín de Santander, obra de Renzo Piano, ni con la categoría de la muestra de Maruja Mallo (Vivero 1902–Madrid 1995), una artista fundamental del siglo XX español y una de las principales figuras de la Generación del 27.
De forma cronológica, se presentan obras de su serie Verbenas y Estampas (1927-1928), de Cloacas y campanarios (1929-1932), donde se puede ver el cuadro que se expuso en París y compró André Breton, y de La religion del trabajo (1936-1939). A partir de esta fecha Mallo salió de España y se exilió en Argentina. Allí pintó Naturalezas vivas (1941-1944) y sus últimas series, Moradores del vacío (1968-1980) y Viajeros del éter (1982).
Dado que en el pasado ha existido una cierta polémica sobre la autenticidad de las obras de Mallo expuestas en otras muestras, he tenido la curiosidad de irme fijando en la procedencia de cada una de ellas. La mayoría provienen del Reina Sofía, coorganizador de la exposición y coeditor del catálogo que anda desaparecido. Muchas otras provienen del galerista Guillermo de Osma Wakonigg, que estuvo en el centro de la polémica citada. Las demás son, o bien de coleccionistas anónimos, o de personajes tan atrabiliarios como Pedro Almodóvar. Esperemos que no nos hayan dado gato por liebre.
En paralelo, hay una pequeña muestra del pintor José Luis Serzo en el Hotel Real sobre Maruja Mallo y la Escuela de Vallecas, que merece ser visitada.