Crónicas Mexas

Lujuria

En este último artículo de esta serie de siete, abordaremos un tema que explora las pasiones desenfrenadas y sus consecuencias más oscuras: la lujuria como motor de corrupción, abuso de poder e impunidad. Este concepto, tan presente en la literatura y la historia, encuentra en la vida política de figuras como el rey emérito Juan Carlos I de España y Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre en México, un espejo perturbador de cómo el deseo desbordado puede llevar a actos deplorables.

El Rey Emérito

El escándalo del ahora rey emérito comenzó con su viaje a Botsuana en 2012, donde estuvo acompañado por su amante Corinna Larsen. Durante ese lujoso safari, el entonces monarca sufrió una fractura de cadera, lo que expuso su relación con la aristócrata alemana, sino también el despilfarro financiado con fondos públicos en un momento de crisis económica en España.

Este episodio, sumado a la condena por corrupción a su yerno, Iñaki Urdangarin, marcó el inicio del declive de Juan Carlos I. Finalmente, las presiones políticas y económicas lo llevaron a abdicar en 2014. Pero el safari en Botsuana era solo la punta del iceberg de un entramado mucho más oscuro.

Las pesquisas realizadas en España y Suiza han revelado incongruencias alarmantes en las finanzas del exrey:

  • Un presunto regalo de 65 millones de euros a Corinna Larsen.
  • Un millón de euros a otra de sus amantes, Marta Gaya.
  • Transferencias millonarias provenientes de los monarcas saudíes.
  • La adquisición de un lujoso ático en Londres, valorado en 62 millones de euros y regalado por el sultán de Omán.
  • Dos millones de euros transportados a Suiza en una maleta.

A pesar de cobrar oficialmente 200,000 euros anuales como rey, Juan Carlos mantenía un estilo de vida que desafiaba toda lógica financiera. Además, los medios han documentado una larga lista de amantes, entre ellas Bárbara Rey, Queca Campillo, Olghina Di Robilant, Sara Montiel, Gladys Zender y Marta Gaya. Estas relaciones no solo reflejan la lujuria personal del monarca, sino también el uso del poder como herramienta para satisfacer sus deseos.

El Rey de la Basura

En paralelo, encontramos el caso de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, conocido como el "rey de la basura" en México. Este político del Partido Revolucionario Institucional (PRI), heredero de una fortuna ligada al negocio de los desechos en la Ciudad de México, utilizó su posición para orquestar un esquema de explotación sexual.

En 2014, una investigación de MVS Noticias, dirigida por la periodista Carmen Aristegui, destapó un entramado en el que Gutiérrez contrataba a mujeres jóvenes bajo el pretexto de emplearlas como secretarias, asistentes o edecanes. Una vez en el puesto, eran presionadas para prestar "servicios sexuales" al político bajo amenaza de despido. Más indignante aún, este esquema estaba financiado con recursos públicos del presupuesto del PRI.

A pesar de la gravedad de las acusaciones, Gutiérrez ha logrado evadir la justicia, protegido por un sistema judicial plagado de corrupción e impunidad. Su caso representa un ejemplo lacerante de cómo la lujuria, combinada con el poder, perpetúa abusos en un contexto de desigualdad y violencia estructural.

Tanto en el caso de Juan Carlos I como en el de Cuauhtémoc Gutiérrez, la lujuria no solo es un impulso personal, sino también una muestra de cómo el poder desmedido puede corromper hasta las instituciones más fundamentales. Estos ejemplos nos invitan a cuestionar cómo las estructuras de poder permiten y encubren comportamientos que, de otra forma, serían condenados por la sociedad.