Jesús de la Calzada
El toreo, de por sí exigente y al alcance de muy pocos, saca sus afiladas garras, cuando por la puerta de chiqueros salen animales, quitándole el hipo al más pintado. La feria de Ceret, en la Cataluña francesa se erige como unas de las banderas del torismo más furibundo; con descomunales corridas de toros, y novilladas que dejan pequeñas a gran parte de los cuatreños que se lidian en el planeta taurino.
Allí se lidió en la mañana de ayer, domingo 7 de Julio una novillada de cuajadísimos “Patas blancas” de hierro charro de Barcial, con un trapío superior a las corridas de toros que mataban las figuras de los años Cuarenta y Cincuenta del pasado siglo, en la mismísima plaza de las Ventas; cuando don Livinio Stuyck -gerente de las Ventas, en aquella época-, inventó la feria de San Isidro. La bella e impresionante lamina de la novillada de Barcial, llevaba dentro ciertas virtudes; el problema estaba en llegar a su aterradora jurisdicción, para sacárselas y lucirse, enseñándolas al respetable.
Desde la comarca salmantina de la Sierra de Francia, llegó un espigado novillero ya baqueteado en esos lares y con parecidos encastes. Es Jesús de La Calzada que, con la gallardía propia de un serrano de ley, ha regalado entrega a raudales dejando constancia de una solidez, a prueba de cualquier adversidad; ante dos novillos con embestidas francas unas veces, y probonas otras, confiándose a fondo perdido, en el pitón izquierdo de su segundo novillo. Su valor seco y sereno, su concepto sincero y asentado y su capacidad de sobreponerse al cuajo y la incertidumbre propia de los animales con los que pecha, tienen como consecuencia una indiscutible transmisión en los tendidos. A todo ello, hoy ha sumado una contundente seguridad con la espada; dos estocadas enteras y un descabello en el segundo novillo, han sido suficientes para poner de costillas, a las voluminosas anatomías de los “Vega Villar” de Barcial.