El ingenio y el sentimiento del toreo gitano
Ya sabemos que ningún personaje de la raza calé ha llegado a figura arrolladora en el mundo de los toros, como ya quedó dicho en otro artículo anterior sobre el toreo gitano, pero tampoco dejaron de tener un puesto de interés entre los grandes maestros de la torería. Hay días que tienen momentos desafortunados que el público protesta con desagravios sus actuaciones, pero en otros se pueden celebrar sus bellas cualidades, el ingenio y el sentimiento de un arte desmayado que transmiten a los tendidos, cautivando al aficionado haciéndole disfrutar.
A último del siglo XVII, José Ulloa “Tragabuches”, apodo heredado de su padre, quien se comió un pollino (asno) recién nacido en adobo en una juerga. Nació en el año 1780 en la población gaditana de Arcos de la Frontera. Hombre de raza gitana, el que se iniciaría bastante joven al estraperlo por el Campo de Gibraltar y cantaor de flamenco. Posteriormente se hizo torero, desarrollando un arte tan singular, de estilo alegre y ocurrente fuera de lo normal, a la vez muy poderoso.
Cabe relatar un poco de su historia en este sencillo artículo, lo que a “Tragabuches” le ocurrió por amor.
Se enamoró de la bailaora flamenca “La Nena”, la que daría muerte arrojándola por el balcón de su casa al sorprenderla en el lecho con el adolescente sacristán de Ronda (Málaga) “Pepe el Listillo”, que también degolló con una navaja al encontrarlo escondido en una tinaja para el agua. Marchándose inmediatamente a la sierra de bandolero por el doble crimen, ingresando en la banda de “Los Siete Niños de Écija", con el célebre “El Tempranillo” a la cabeza, donde continuó con otras hazañas sangrientas. Tiempo después fue capturado y ejecutado por la Justicia. Lo recordaremos con unas letrillas de un fandango suyo sobre su desamor: “Una mujer fue la causa/ de mi perdición primera/ no hay ningún mal de un hombre/ que de una mujer no viniera”.
Seguiremos con más personajes de dicha raza, como José Jiménez “El Gitano”, nacido en Cádiz, también a finales del siglo XVII, diestro que no llegó a tomar la alternativa. Estuvo más de dos décadas de medio espada con los mejores toreros de su época. Con las banderillas sobrepasaba los límites de esta suerte, por su valentía y vistosidad gallarda en los adornos, todo un espectáculo dado a sus ingeniosas espontaneidades en la cara del toro.
José Lara Jiménez “Chicorro”, torero calé algecireño, del siglo XVIII. Cuando apenas contaba 10 años de edad, aconsejado por unos amigos de la familia para que fuese torero, porque en él se veían muy buenas disposiciones, empezando a visitar asiduamente dehesas y mataderos públicos para su aprendizaje. En su época alternó, entre otros, con Antonio Carmona, El Gordito, El Salamanquino, Peroy, etc., hasta quedar inútil para la profesión por una grave cogida en Madrid, año 1869. Su toreo estribaba excesivamente en lo artístico e improvisaba suertes con alegría y gracia, incluso practicaba el salto de la garrocha. Más de una vez pronunciaba en el ruedo con su ego personal “fuera todos de aquí”. Fue una persona muy humana.
No es escasa la nómina de diestros de esta estirpe. Continuaremos en señalar a Manuel Diaz Cantoral “El Lavi”, torero con mezcla de valor y miedo, pero muy habilidoso, odiaba a los toros de color zaino; los hermanos Gómez Ortega “Los Gallo” (Rafael, Fernando y José), toreros de exquisito arte y torería; Francisco Ortega “Cuco de Cádiz”, el gran peón de la inteligencia artística y escritor de sainetes andaluces; Francisco Vega “Curro Puya”, que se calificó su verónica en un minuto de silencio; Rafaelillo Gómez “El de La Alameda”, gran banderillero que toreaba al natural con el capote a una mano de lo que fue modelo; Joaquín Rodríguez “Cagancho”, verlo torear era un recreo por su gracia plástica; Rafael Vega “Gitanillo de Triana”, que un lance logrado de este torero, valía más que la vida taurina de otros diestros; Andrés Mérida, de estilo depuradísimo; Rafael Ortega “El Gallito”, el torero de la enjundia y salsa gitana; Rafael Albaicín, el diestro musical, ritmo y acentuada personalidad torera; Rafael de Paula, el torero de la desigualdad, pero con un duende artístico y un son fuera de lo común.
Siguiendo con más intérpretes, no olvidemos a Vicente Fernández “El Caracol”, Manolo Amador Correas, Faustino Barragán “Gitanillo Rubio”, Salomón Vargas, Manuel Sevilla “El Taranto”, Ramón Soto, Manolo Cortés, Amador Cortés y Manuel de Paz, al igual que otros posteriores: Manuel Amador Martínez, Antón Cortés y Oliva Soto, todos ellos de matices artísticos y sensibilidades, pero hay días que les escaseaban o escasean los estímulos para entenderse con el toro.
Diremos que, en otras partes del mundo también han existido toreros de sangre calé, como es el caso del matador de toros, entre otros, Héctor Jiménez “El Gitano Rubio”, nacido en Bogotá (Colombia) a mediados del siglo pasado, un torero con aptitudes elegantísimas cargados de gracia.
El toreo gitano tiene un sello enigmático y especial que se diferencia de los demás estilos. Causa deleite y placer en los graderíos por el empaque y estética de su duende, al igual que por el pausado temple con el capote, o del embrujo mágico con la muleta.
Al sentir de su arte, se une la máxima intensidad expresiva y genialidad de un toreo singular, todo armónico, exquisito y delicado, como también románico y esporádico.