Imagen y tiempo
¡Detente, viajero! Aminora tu paso y refrena tu tiempo, siempre acelerado. El tiempo te convoca, el tiempo te mira. Si pasas por Alcalá de Henares, no te olvides de situarte frente a la fachada de su Universidad que muestra todo el sentir más humano del Renacimiento. Lo pagano y lo religioso forman una perfecta simbiosis de sueño y realidad, de ilusión y piedra. ¡Y ahí está el tiempo! Como un mensaje que se repite para que le des importancia, para que reposes en el silencio y la reflexión.
Hoy mira la puerta. En la cabecera, verás unos angelitos que, juguetones en su infancia, van sacando de un jarrón una tela que se extiende a ambos lados de sus cuerpos. Poco después, esa tela se engorda de guirnalda y justo en ambas esquinas de la puerta vemos a un joven que tira de la tela mientras pasa delante de él; con una mano sujeta un lazo, pero después, el mismo lienzo, siempre continuo, cae sobre el hombro de una figura encorvada, que apenas puede soportar, con el peso y el paso de los años, el peso y el paso de la vida. ¡Es el tiempo! Como una guirnalda se extiende ante nosotros desde la infancia juguetona al hombro doblado de la senectud. ¡Míralo, viajero, nos dice la piedra! En apenas unos metros de tiempo, el lienzo de la vida pasa de la infancia a la vejez. Lo que fue un juego se transforma en una pesada carga. Casi sin darnos cuenta, el paño de la vida, inocente de infancia, se llena de fatigas y de pasiones; la juventud las absorbe sin apenas consciencia, y caen, con toda la gravedad de la sensatez, sobre la corva espalda del ocaso.
Pero por si acaso este mensaje de la puerta no te ha quedado claro, camina hacia atrás unos pasos y mira hacia la parte superior de la fachada. ¡Otra vez el discurrir del tiempo sobre el hombre se esculpe en la inmortalidad de la piedra! Sobre el borde superior, por encima incluso de la figura del “Pantocrátor” que bendice y sustenta el mundo, se pueden ver cuatro figuras sentadas: a la derecha de la cruz, dos mujeres; a la izquierda, dos hombres. El hombre y la mujer jóvenes, situados en el extremo, yerguen sus cuerpos con la fuerza de la juventud que aguanta con energía el peso de la vida asentada en esa guirnalda que recorre el mundo. Más cerca de la cruz, el hombre y la mujer ya viejos, doblan su espalda sin poder soportar los rigores de la existencia. ¡Es el tiempo!
Un poco más alejado, en la ermita del Cristo de los Doctrinos, en la calle Colegios, un reloj de sol marca las horas sobre un mensaje que lo ilumina: HOMO VELUT UMBRA FUGIT (El hombre, como la sombra, pasa). ¡Es el tiempo!
Y si tienes curiosidad, busca en la fachada de la Universidad cuatro calaveras aladas: ¡más símbolos del tiempo! Si las encuentras, disfrutarás del tiempo… mientras vivas.