Ilusiones y Transcendencia
Al empezar a reflexionar sobre estas líneas una amiga me sugirió que no escribiera más sobre el Papa Francisco y acertó de pleno, porque de él pensaba hacerlo. De lo que su periodo pontificio ha supuesto para más de mil quinientos millones de personas. De sus pasos, de sus logros, de sus tropiezos. Pero, quizá tenga razón y sea mejor hablar de ilusiones y transcendencia.
Y, ¿por qué ilusiones? Porque de una u otra manera, la vida y la muerte de todos los Papas genera ilusión y tristeza. Tristeza porque se ha ido, sobre todo, para aquellos a los que reconoció dignidad y les tendió su mano entreabriendo una puerta. Ilusión por los caminos abiertos; porque frente a lo viejo renace lo nuevo; porque después de un invierno duro, lleno de ríos de amargura y de balas caídas del cielo, llegará la primavera que dé luz al negro. Salir a la calle; respirar hondo. Anticipar la noche de San Juan quemando lo que nos ahoga. Dejar que la brisa acaricie la piel y que el sol reconforte los huesos. Disfrutar de una mar serena, relegando al olvido los gestos más hoscos. Deshacernos de los miedos, de las guerras, los insultos, las peleas, los trumps, los koldos y sus mujeres embozadas, los sánchez y las yolandasdíaz.
Respirar.
Deambular hasta donde nos lleven los pasos más allá del desaliento. Disfrutar de lo cotidiano. Gozar de un buen libro, de miradas perdidas en horizontes infinitos; del respeto a lo nuevo, lo viejo, a los diferentes, a lo propio y a lo ajeno.
Doscientos sesenta y seis Papas de la Iglesia Católica desde San Pedro ¿Quién tendrá ahora las llaves del cielo? Más de ciento sesenta delegaciones, un traje azul, doscientas mil personas, cambios en el protocolo. Enfatiza la prensa: han ganado el pulso las reivindicaciones de los humildes frente a los poderosos; Pero, ¿esas no han sido siempre las palabras de Cristo? La Iglesia al servicio de los pobres. Me pregunto cuántas ilusiones se contendrán en una basílica y cuántas de ellas se harán realidad. ¿Demasiado ilusos? No. No lo creo. Lo dijo el Papa Francisco: “Dios no es indiferente. A Dios le importa la humanidad. Dios no la abandona”. El problema estriba en que quizá nosotros seamos los desafectos. Relativismo.
Francisco exhortó a los jóvenes: “¡Hagan lío, háganse oír, griten esta verdad: (...) ¡Cristo vive!”. Resurrección y Vida. Luz y Oscuridad. Términos conmutativos. Los obispos inciden en que la personalidad del hombre se enriquece con el reconocimiento de Dios porque sostiene nuestra dimensión ética, nos impulsa al amor y hace de la caridad la señal distintiva. ¿Se nos olvida?
Dios ha muerto, proclamó Nietzsche, no existe una luz que nos guie. La ciencia opina que con la muerte expiran todas nuestras dimensiones: emocional, conductual, cognitiva, social y espiritual y afianza el concepto de que es un proceso en el que la respiración, el corazón y el cerebro no se paralizan de forma simultánea, sino a través de una secuencia en la que no todas las células del cuerpo mueren de inmediato. Las últimas parece que son las del cerebro.
Transcendencia. La necesidad de la búsqueda del significado de la vida, la reflexión sobre Dios y el origen del universo. Lo que está más allá de lo perceptible. Un estado espiritual que te hace formar parte del mundo inmaterial y de lo infinito. Creer en un Dios más allá del tiempo y el espacio, en su poder frente al universo material y las leyes físicas. Un Dios que construye puentes y no muros, ¿Nosotros qué hacemos?
Nuestros deberes los recogió el profesor de la Facultad de Teología de San Isidoro de Sevilla, Manuel Sánchez Sánchez, en su obra El destino transcendente del ser humano entre la indiferencia y el olvido: “La fe cristiana es un proyecto de sentido en el mundo, una llamada interior que se traduce en un obrar en una vida exterior. Si es verdad que el nihilismo está subyacente a nuestra cultura, que persiste en ella de un modo invisible, se impone la tarea de presentar un relato significativo de la fe, un horizonte legítimo por el que luchar, un proyecto vital que pueda suscitar entusiasmo y novedad, anhelo de vivir con profundidad. La elección decisiva —concluye— consiste en discernir entre la nada y el Tú infinito”.
¿Tú qué eliges?