Lo que la IA necesita de ti (y lo que tú deberías saber de ella)
Aunque en el último año hemos visto más titulares que nunca relacionados con la inteligencia artificial, lo cierto es que lleva años entre nosotros: algoritmos en redes sociales, asistentes virtuales como Siri o Alexa… La IA se ha integrado tanto en nuestra rutina que a menudo olvidamos que está ahí.
Pero esta tecnología no funciona por arte de magia. La IA necesita datos, y muchos, por lo que cada búsqueda o clic es una línea más en el gran conjunto de datos que facilita. Por ejemplo, hacer que los anuncios que vemos cuando abrimos Instagram sean relevantes para nosotros. Este intercambio de datos por servicios parece razonable: al fin y al cabo, ¿por qué querríamos que nos impactaran ofertas que no son interesantes para nosotros, si podemos ver las que sí lo son? Pero no todo es tan sencillo. Esta realidad también deja “en el aire” una pregunta igual de razonable: ¿sabemos exactamente qué datos cedemos? ¿Cómo se están utilizando?
Por ejemplo, vamos a centrarnos en Linkedin. Según su página de Ayuda, la plataforma utiliza las interacciones de los usuarios para entrenar modelos que mejoran las funcionalidades de IAs generativas. Esto no significa que nuestros datos personales se integren directamente en esos modelos, pero sí que nuestras interacciones ayudan a optimizar sus herramientas. LinkedIn aclara que no utiliza datos de usuarios ubicados en la Unión Europea, el Reino Unido o Canadá, regiones con normativas que restringen este tipo de prácticas, sin embargo, en países con regulaciones más flexibles como Estados Unidos, la información de sus usuarios sí ha sido utilizada para entrenar dicho modelos.
Aquí surge una paradoja: la IA necesita datos para aprender y ser más útil, pero ese mismo uso puede comprometer nuestra privacidad. Porque aunque las empresas aseguren que los datos son anónimos, los patrones que dejamos al interactuar pueden revelar mucho más de lo que pensamos. En realidad, piénsalo: tu historial de búsquedas de la última semana podría contar una historia bastante precisa sobre tus intereses, preocupaciones o incluso aspectos personales que no compartirías con cualquiera.
¿Significa esto que deberíamos frenar los avances de la IA? En absoluto. La IA tiene un potencial enorme para mejorar nuestras vidas y como vemos todos los días en Founderz, donde ya hemos ayudado a miles de profesionales y empresas a formarse en esta tecnología, ya lo está haciendo. Pero para que eso funcione a largo plazo, hace falta algo fundamental: confianza. Y esa confianza solo se construye con una mayor transparencia.
Por eso, las empresas deben ser mucho más claras y no esconder información clave tras políticas de privacidad interminables, párrafos con letra pequeña y mucha jerga técnica. Los usuarios necesitamos entender sin fisuras qué datos se recopilan, cómo se utilizan y con qué propósito. Además, está claro que las empresas no son las únicas responsables: como usuarios, no debemos desconfiar de todo lo digital ni de vivir con “paranoia tecnológica”, pero sí de ser más conscientes del rastro que dejamos: ¿qué datos está recopilando esta aplicación? ¿Para qué los necesita? ¿Quién está detrás?
Lo cierto es que la inteligencia artificial no es buena ni mala por sí misma: es simplemente una herramienta y su impacto dependerá de cómo esté diseñada, pero también de cómo y con qué propósito decidamos usarla. Si esta tecnología va a seguir formando parte de nuestras vidas, algo que parece bastante probable, debemos decidir: ¿estamos dispuestos a ceder nuestros datos sin más o vamos a exigir transparencia tanto a las organizaciones que alimentan esta tecnología como a los organismos que la regulan? Esa elección, al final, depende solo de nosotros mismos.