Prisma Internacional

Gaza

Haber dejado en manos palestinas Gaza, en el año 2005, ha sido el mayor error estratégico de Israel en toda su historia y el mismo concluyó en los brutales ataques del 7 de octubre de 2023. Volver a dejarlo en manos palestinas tendría fatales consecuencias, incluso peores que las acontecidas ese día, para el pueblo judío.

La franja de Gaza constituye uno de los más antiguos “vestigios” del largo conflicto entre árabes y judíos desde hace lustros. La guerra comenzó, no debemos olvidarlo, porque los palestinos, animados, jaleados, apoyados y armados por sus vecinos árabes, nunca aceptaron el plan de partición de Palestina auspiciado por las Naciones Unidas en 1947. A ese garrafal error, que condujo a la primera gran derrota de los palestinos, después se le vinieron a unir una cascada de despropósitos, errores tácticos y estratégicos y falta de visión en el largo plazo de la diligencia palestina.

Pero no nos vayamos tan lejos y repasemos la historia reciente de este enclave. En el año 2005, el primer ministro israelí de entonces, Ariel Sharon, entregó a los palestinos el territorio y ordenó evacuar a todos los colonos judíos que se habían establecido en este pequeño enclave, en un gesto que le colocó a la altura de la felonía para los sectores más radicales y ultraortodoxos de Israel y que en la escena internacional le sirvió para granjearse una imagen de hombre pragmático y diplomático pese a su ruda imagen y sus modos militares.

Después la historia ya es conocida y constituye uno de los casos de autodestrucción de un pueblo casi jamás vista me atrevería a decir en la historia. Los palestinos se dividieron entre los partidarios de la naciente Hamás, una organización que aboga por la destrucción de Israel y echar literalmente a los judíos al mar, y los que reconocían como su representación política a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), liderada y conducida en esos momentos por Fatah.

Muy pronto, Gaza fue el campo de batalla de esa guerra entre ambas facciones y, finalmente, utilizando la violencia política y eliminando a sus adversarios, Hamás logró imponerse y quedarse al frente del enclave. Se calcula que entre 700 y 800 partidarios de la ANP y Fatah fueron asesinados por los militantes  de Hamás, incluso algunos arrastrados por motos y vehículos por las calles como “perros” por “traidores”, y desde entonces reina el terror y una dictadura brutal sin concesiones hacia ninguna forma de disidencia en esta parte del mundo. Gaza se convirtió, de este modo, en una gran ergástula en donde quedaron encerrados dos millones de palestinos.

La fallida fórmula de los dos estados 

Pero, en lugar de haber construido un escenario para la paz, la prosperidad y el desarrollo de los habitantes de este abatido lugar, Hamás se dedicó a rearmarse, construir túneles para esconderse y atacar a Israel periódicamente con armamento suministrado por Irán para intentar conseguir su nunca ocultado objetivo de destruir para siempre a Israel. Hamás nunca ha tenido ninguna voluntad política de querer resolver en la mesa de negociaciones el secular conflicto que les enfrenta con los israelíes, sino que siempre ha entendido en términos militares el mismo. Ni siquiera la famosa fórmula de los “dos Estados”, con la que todavía sueñan los ingenuos progres europeos, les vale y lo que anhelan con todo su corazón es un solo Estado palestino gobernado por ellos “desde el río hasta el mar” sin judíos, claro está.

Los ataques indiscriminados y salvajes del 7 de octubre de 2023, en que fueron asesinados algo más de 1.200 israelíes y extranjeros y varios centenares de los atacados heridos -sin olvidar el dolor de los rehenes secuestrados por Hamás, muchos asesinados y otros desaparecidos-, reabrieron de nuevo la guerra inacabada entre los radicales palestinos e Israel, entre los que sueñan entre la destrucción de este país para siempre y entre los que saben por su propia experiencia que en ese objetivo se juegan su propia existencia.

Los judíos saben que las amenazas deben ser tomadas en serio porque la historia  ha demostrado en reiteradas ocasiones que pueden convertirse en certeras realidades, tal como pasó durante el Holocausto y tantas veces más. Haber subestimado a Hamás, no haberse tomado en serio sus diabólicas advertencias acerca del apocalipsis que le esperaba al pueblo hebreo, es una responsabilidad inherente a los responsables políticos y militares de Israel que, obviamente, no hicieron lo suficiente para proteger a su pueblo.

Gaza se ha convertido en el epicentro del terrorismo palestino, en un nido pútrido de terroristas y colaboradores de los mismos que han hecho del odio al judío su brújula vital sin que ya prime ningún sentido común ni nacional, solamente una suerte de suicidio colectivo que no devendrá en nada positivo para el futuro de sus habitantes ni de Israel. Volver a dejarlo en manos de Hamás, como pretenden la Unión Europea (UE) o las Naciones Unidas, sería parte de una plan demencial condenado de nuevo al fracaso. Esperemos reine el sentido común y vuelva a mejores manos, como las de Israel.