Foráneos del domingo
Me acuerdo de mi etapa personal de adolescencia y posterior juventud cuando muchas familias venían en un día y se iban ese mismo día como viajeros de un vehículo llamado Domingo. Eran como la travesura de la semana rompiendo el tranquilo y rutinario acaecer de las calles empedradas, las playas vacías, los recónditos rincones solitarios convertidos por industrias varias en marca turística, que cada vez unificaba más los lugares. Ese turista ocasional no formaba parte de esa masa de los veranos, y sí pertenecía a la de esos días de guardar que se acercaban admirando el paisaje y queriéndolo comprender, y es que en esa época no se devoraba a nadie en barrios marítimos, playas y calas. Hoy día, estos pasajeros de los domingos parecen sonámbulos deambulando por lares no urbanitas en decorados de este siglo XXI con arquitectura de supervivencia, y recordando vaciadas semanas carentes de sentido. Los domingueros de hoy ya no son los domingueros de antes, son personajes buscando productos, artículos, folletos y reportajes interpretados en metáfora para introducirse en la mercadería del lugar visitado. Los domingueros o visitantes de hoy sólo desean convertir esos lugares y esas playas autóctonas en platós de Disney. En esos espacios que visitan los turistas del domingo coexisten, anunciando indiferencia, el nativo o lugareño y el foráneo o forastero, sin coincidencias en sus maneras de vivir cotidianas. Sí, así es la realidad de hoy día : el habitante del lugar no siempre es buen anfitrión, y es normal, no quiere ver alterada su vida de domingo por el ruidoso dominguero actual... ¡Y eso también ocurre en los libros y novelas de viajes!