Desde el otro lado

La fiesta del espíritu de Ana María Matute

La ternura de cada una de sus expresiones hacían que la identificación con sus frases y gesticulaciones se produjeran de una forma instantánea, nutriéndonos de la sencillez, la simpatía, y a la vez el contraste de sapiencia e inocencia que poblaban el alma de aquella mujer de escasa estatura y pelo de plata, que llevaba por nombre Ana María Matute. 

Conocí a la escritora barcelonesa hace unas tres decadas, cuando reiniciaba  el ejercicio de la escritura después de un retiro voluntario. Regresaba con una profunda conciencia del compromiso que asumía como  escritora en una sociedad en proceso de transformación, con unos setenta años a cuesta, pero un enorme deseo de innovar.

Matute

La calidad de su vasta producción literaria le hizo acreedora de los más importantes galardones literarios españoles: “Fiesta al Noroeste”, Premio Café Gijón; “Pequeño Teatro”, Premio Planeta, “Los Hijos Muertos”, Premio de la Crítica y Premio Nacional de Literatura; “Primera Memoria”, Premio Nadal; “El Polizón de Ulises”, Premio Nacional de Literatura Infantil; “Los soldados Lloran de Noche”, Premio Fastenrath; hasta una propuesta formal a partir del año 1976 al Premio Nobel de Literatura. 

Desde que se publicó la novela "La Torre Vigía" en 1971, se retiró a un autoexilio de la escritura subsistiendo como una anacoreta por más de veinte años hasta la publicación en 1992 de su libro" La Virgen de Antioquía y otros relatos", y a finales de 1993, su novela "Paraíso Deshabitado". 

Luego publicó sus obras “El olvidado Rey Gudú” (1996),  “Aranmanoth” (2000), “En el tren” (2001), Paraíso inhabitado (2008), “Las Artámilas” (2011) y su última obra “Demonios familiares” (2014), póstuma, ya que falleció ese mismo año..

En 2007 recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas al conjunto de su labor literaria y en noviembre de 2010 se le concedió el Premio Cervantes.

Una mujer que confesaba que su "niñez nunca fue feliz", por la falta de atención maternal, precisamente escogía contemplar el mundo a través de los ojos de los niños, "porque la infancia es el arranque de la vida, es lo que después nos va a condicionar para siempre. Es la patria del hombre”. 

Recibiendo el Cervantes

Su libro “Primera Memoria” tiene como temática la adolescencia como proceso vital, llegando a catalogar al adolescente entre un náufrago y una especie de homicida premeditado de etapas de la existencia, en la medida en que "están todos asesinando su imagen más bella, que es la infancia y se resisten a entrar en el mundo de los adultos. Es como si hubiesen naufragado y tuvieran que ir nadando hasta una playa en la que no saben que les espera, y eso les aterra y les indigna, y todo lo que encuentran no les gusta, porque ellos vienen de una isla, donde ellos eran el Rey y en un momento dado naufragan y lo pierden todo". 

Ana María Matute vivía en un constante asombro de las cosas del mundo, lo cual se reflejaba de manera palpitante en cada una de sus obras literarias, y en especial se declara ser "muy inocente, aunque no ingenua”, salvando las diferencias entre ambos conceptos al considerar que "el ingenuo cree que todo el mundo es muy bueno y el inocente no. El inocente cree que todo el mundo puede portarse bien". Una realidad axiomática desde un punto de vista muy optimista de la existencia, cuando se escoge vivir en la inocencia, tratando de ignorar, a sabiendas de su conjura, la hipocresía y la mentira, que permean constantemente, y muchas veces las encontramos hasta en las personas más cercanas, cuando a juicio de la escritora "asumen con peculiar ligereza aptitudes desenfrenadas cubiertas de intriga y deslealtad, únicamente dirigidas por ambiciones desmedidas". 

Consciente de las vulnerabilidades de los seres humanos, Matute reivindica la condición humana para desdibujar la maldad y asumir con su pluma, como si fuera una varita mágica, la corporificación  de los sueños prodigiosos o aterradores, en su identificación del mundo como una pantomima guiñotesca como se presenta en su libro "Pequeño Teatro". 

"Los Hijos Muertos" es una de las novelas más interesantes de Ana María Matute, en la cual se relata la lucha fratricida entre los dos segmentos en que se dividió España con motivo de su Guerra Civil, estableciendo que los efectos de la guerra no sólo suponen una incoherente destrucción de los seres humanos, sino se proyecta en el tiempo como una resaca moral que deviene en una ausencia de valores en los hijos de los vencidos y los vencedores. 

Ana Maria Matute y Miguel Reyes Sánchez

Con su parsimonia me expresaba con su dulzura que “escribir es un descubrimiento diario a través de la palabra, y la palabra es lo más bello que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos. La palabra es lo que nos salva. Pero no la poseemos sin más, para utilizarla como un instrumento; si la tenemos es porque la consagramos a la búsqueda sin fin de otra distinta, no común, laboriosa y exaltadamente perseguida, pero que tan simple, tan sencilla resulta cuando la hallamos”.

En su densa obra literaria también se destaca "Fiesta al Noroeste", libro que consideraba la propia Matute que constituye "la existencia de una premeditada y ordenada forma de protesta; la autovaloración de la propia rebeldía y el modo de utilizarlo, con el propósito de desenmascarar o, al menos, enfrentarse a supuestos valores, de antemano aceptados como irrevocables". 

La labor creativa de Ana María Matute invadió como matriz perenne la literatura hispanoamericana para servir de ejemplo de sencillez, frescura y espontaneidad para las nuevas generaciones, muy a pesar de su concepción sobre el ejercicio de la palabra cuando considera, en su determinación femenina, que "escribir es más difícil que parir, porque es crear todo un universo de la nada". Esa es la Matute que conocí: una mujer que eligió el camino de la literatura por necesidad suprema de encontrarse a sí misma en los espacios que le tenía reservados la ilusión y en ellos inducirnos a un sueño que reclama la instauración de un mundo mejor en la complicidad de la fiesta de su espíritu.