Un Espresso en el Cielo

¿Feliz cumpleaños a mí?

Todos los años ocurre igual. Voy a sacar efectivo al cajero de mi banco y en la pantalla aparece una tarta con velita. Feliz cumpleaños, dice. La marca en la que compro té me recuerda que tengo un diez por ciento de descuento durante este mes de diciembre. Feliz cumpleaños. En mi chocolatería de Calle de Hermosilla, tengo descuento para comprar, sólo por el hecho de estar un año más viejo. Nada mal. Y así, no son pocas las marcas de las que soy consumidor que festejan mi natalicio. Se agradece el gesto, sin dudas. Además, como dice el refrán, a caballo regalado no se le miran los dientes.

¿Quién fue el genio de marketing que empezó a aplicar sus estrategias usando nuestros cumpleaños para conseguir engancharnos?  Es un golpe certero a nuestra personalidad, emocionalidad y ego. Es un toque dado por las marcas a sus clientes o potenciales compradores, de tú a tú. Un signo de amistad o familiaridad. Es un reconocimiento entre dos personas, una física pensante y otra intangible artificial, pero que participa, de todas maneras, de la vida cotidiana de los seres humanos. Ese es el camino que, planificado o no, han tomado las marcas para conseguir compras o contratación de servicios. Es el más lógico. Si como marcas queremos tratar con humanos, debemos comportarnos como humanos.

Pasó el 2 de diciembre y no utilicé ninguno de los descuentos que me otorgaron mis marcas amigas, pero sí recordaré a aquellas que se acordaron de mi aniversario de vida. Por otra parte, a los que me enviaron correos en exceso -hasta 3 veces por día-, recordándome el Black Friday, ofreciendo productos rebajados de precio, también los tengo presentes. Qué pesados. Desde ya les digo, no les compraría nada a Full Price. Me queda claro que sus productos no valen lo que cuestan.