Europa y el multiculturalismo
Hoy voy a tratar el polémico asunto del multiculturalismo. Tanto los hechos como la corriente política dominante nos han impuesto esta tendencia y parece que nadie entre los que gobiernan, ya sean güelfos o gibelinos, se ha molestado en analizar las consecuencias.
Europa lleva varias décadas con las fronteras abiertas dejando que entren millones de inmigrantes ilegales sin control, la mayoría originarios de África, Oriente Medio y Asia, y en menor medida de Iberoamérica. Uno de los motivos es la falta de trabajadores disponibles como consecuencia del invierno demográfico. Sin embargo, probablemente el principal es el proyecto de desmantelamiento de la sociedad europea de raíces judeocristianas y grecorromanas por parte del pensamiento único progresista. En el pasado hemos hablado brevemente del impacto económico de este proceso, hoy vamos a tratar sus efectos en materia de seguridad.
El multiculturalismo no es bueno ni malo per se, su viabilidad depende de la compatibilidad de las culturas que se pretenden integrar. Si dichas culturas comparten valores similares, entonces la integración puede ser pacífica y exitosa. Sin embargo, cuando son opuestos, entonces el fracaso es altamente probable, lo que se traduce en guetos, pobreza, tensiones sociales, costes económicos, y graves problemas de seguridad. Esta es la situación actual en muchos países de Europa fruto de la creciente inmigración originaria de países islámicos, casi todos de corte autoritario o totalitario.
Lo primero que hay que señalar es que las democracias son una rara avis en el mundo, apenas el 18% del total, y solo hay tres países de fe musulmana en este club; Turquía, Marruecos e Indonesia. Y desde luego estos últimos no están entre las democracias de más “calidad”.
Los inmigrantes vienen a Europa para mejorar su condición económica, pero como no puede ser de otra manera, traen consigo sus valores y cultura, en muchos casos opuestos e incompatibles con los de nuestras democracias liberales y laicas. Alrededor del 25% de los que profesan la fe musulmana tienen una visión del islam moderada y no presentan grandes problemas a la hora de aceptar las leyes de nuestras democracias liberales. Estos son y deben ser bienvenidos.
El problema viene del 75% restante que proviene de países en los que impera el islam radical, lo que significa que traen con ellos sus principios, usos y costumbres. Muchos de estos valores son ilegales en nuestros países, y otros inmorales según nuestros estándares.
Algunas de las características de la visión radical del islam son las siguientes:
- la mujer tiene menos derechos que el hombre en todos los aspectos relevantes de la vida
- la mujer necesita la autorización del varón para casarse, viajar o trabajar
- el islam debe ser la religión del estado de acogida
- la sharia debe ser la ley suprema y la yihad está justificada
- los no islámicos de la democracia liberal no deben ser tolerados
- aceptación legal de la violencia doméstica, etc.
Esta visión de la sociedad es totalmente incompatible con la democracia liberal, el pluralismo, la igualdad, y las libertades de expresión y de religión. Sin embargo, a ningún gobernante parece preocuparle de manera que nada se opone a que se instalen en nuestros países millones de inmigrantes con un perfil islamista radical. Es particularmente vergonzoso el silencio cómplice de las feministas.
Esta disparidad absoluta en los valores culturales y religiosos se traduce en notables problemas de integración, y por desgracia también en un aumento de la delincuencia, incluyendo asesinatos y violaciones. En los últimos años los atentados perpetrados en Europa por inmigrantes musulmanes radicales son cada vez más frecuentes. Lo mismo se puede decir de los delitos de violencia sexual.
A lo largo de las últimas tres décadas entre 250 y 500.000 jóvenes han sido violadas, con frecuencia en grupo, por bandas de paquistaníes residentes en Gran Bretaña. La cifra exacta es desconocida porque tanto los laboristas como los conservadores han optado por tapar el escándalo en vez de castigar según la ley a los criminales.
Estas jóvenes y adolescentes británicas de las clases medias y populares han sido desamparadas por la policía, la justicia y los políticos en aras del multiculturalismo. ¿Por qué no han aplicado la ley a estos delincuentes monstruosos?, simplemente para no ser acusados de racistas e islamófobos por los hipócritas del multiculturalismo, y también para evitar perder votos.
Estos criminales no han violado mujeres de su propio país, solo jóvenes británicas. Hacen esto movidos por sus deseos embrutecidos, pero también debido a sus creencias y costumbres pues para ellos las mujeres británicas son indignas ya que carecen de los valores y costumbres de una buena mujer musulmana.
Una encuesta reciente realizada en GB al colectivo musulmán produjo los siguientes resultados:
- el 75% cree que Hamás no violó a nadie en el atentado masivo del 7 de octubre de 2023
- el 75% tiene una opinión positiva del grupo terrorista Hamás
- la mayoría desea que los diputados que apoyan a Israel sean expulsados del parlamento
- exigen comida halal en hospitales y escuelas
- el 25% creen que la yihad es aceptable
- el 77% quieren que el islam sea la religión del estado británico y que por lo tanto la ley suprema sea la sharia
Podemos afirmar entonces que cerca de tres cuartos de los inmigrantes de religión musulmana de GB pretenden transplantar las creencias de su visión radical del islam al país que les acoge. En el fondo, es humano y natural cuando uno ha crecido en un entorno islamista radical, lo que no lo es es que nuestros políticos acepten esto y que al hacerlo pongan en peligro las vidas e integridad física de sus conciudadanos. Olvidan que el inmigrante debe adaptarse al país de acogida, y no al revés.
Es hora de aplicar sin miedo la ley a todos por igual, sean nacionales o inmigrantes, legales e ilegales, independientemente de su color y religión. Todos estos criminales deberían ir a la cárcel, y los que no tengan la nacionalidad deben ser deportados a posteriori. Los encubridores, tanto a nivel político como burocrático, deberían ser inhabilitados para cargo público y despedidos. Urge también controlar la inmigración cuantitativa y cualitativamente, y rechazar a todos los que no se pueden integrar por tener unos valores y costumbres contrarios a los de la democracia liberal. Si no se hace, nuestras democracias perecerán mucho antes de final de siglo bajo la bota del islam radical debido a la diferencia de natalidad.
Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos han firmado junto con Israel los acuerdos de Abraham cuyo fin es cooperar pacíficamente en el medio oriente con el objeto de controlar y limitar los excesos del fundamentalismo islámico. Arabia Saudita está también en esta línea y podría sumarse a este acuerdo. Estos países desean un islam pacífico que sepa coexistir con el resto del mundo, especialmente con Occidente. Si el islam moderado lucha para tratar de evitar que se extienda el radicalismo, como más motivos debe hacerlo Europa. Aún estamos a tiempo si tomamos conciencia y exigimos medidas firmes a nuestros gobernantes. En caso contrario, más vale que sus hijas aprendan inglés porque tendrán que emigrar.