La esencia invisible de la belleza
En el mundo contemporáneo, también llamado moderno, la belleza se caracteriza por ser uno de los pilares básicos necesarios para estar bien situado dentro de él. Lo bello atrae en el sinsentido de que por sí mismo ya despierta el interés sin mayor análisis. Moviéndonos como estamos en una sociedad en la que prima la “apariencia”, no es de extrañar que la belleza sea un apoyo fundamental para quienes buscan triunfar en ella.
Sin embargo, la belleza tiene una esencia invisible que va más allá de lo superficial que a simple vista se puede apreciar. Entendemos que algo es bello cuando por la perfección de sus formas complace a la vista o al oído y por extensión al espíritu; esta es la primera definición que nos da la Real Academia Española y desde esta tesis se abre la puerta a la belleza en dos sentidos; es decir, que lo bello puede proceder del objeto o de la percepción de él.
A lo largo de la historia este tema no ha sido resuelto con precisión, porque desde los filósofos griegos hasta los más actuales no sostienen una misma opinión sobre su significado, ni tampoco con el sentido que tiene para la naturaleza humana. En muchos casos estamos viendo cómo la belleza en el arte se sustituye por lo feo o lo vulgar, estando este cambio reconocido en foros de la mayor importancia artística que lo exponen sin tapujos. Desde los actuales Arthur Danto, filósofo y crítico de arte estadounidense y Roger Scruton, filósofo británico, con sus postulados, hasta siglos atrás en que podemos acudir a Platón en sus obras “El banquete y Fedra”, Aristóteles con su “Poética” y también a uno menos conocido pero importante como Plotino, con su obra “Enéadas”, las manifestaciones diversas sobre lo bello resultan evidentes. Los griegos dejaron las bases para la reflexión que aún continua, y unieron la belleza a conceptos en nada perceptibles a través de la vista o el oído, sino a los que tienen relación con “lo bueno”, la verdad, la honestidad, el bien, el orden, la bondad y otros muchos.
En una primera y rápida reflexión la belleza tiene dos alcances, el primero que el objeto sea bello y el segundo que el observador tenga la capacidad de percibirlo. Cuando el objeto es físico, un cuadro, una escultura, una persona o un paisaje como ejemplo, puede ser apreciado como tal por la mayor parte de los humanos, pero cuando la belleza está en algo perceptible a través de sentidos distintos a la vista, la sensación puede ser muy desigual para quienes lo analizan. Me estoy refiriendo a las situaciones en que lo bello no es algo visual solamente, sino que requiere una interpretación del conjunto de lo que se percibe, valga de ejemplo el calor y la emoción de una caricia, una obra musical o de teatro o un baile, incluso la fragancia de una persona querida. En estos casos la percepción de lo bello queda al criterio subjetivo del observador.
Son muchas las consideraciones que merece el tema que en parte he desarrollado: la actitud frente a lo bello, la opinión cambiante, los cánones humanos de cada momento, nuestra apariencia y la percepción que tenemos de nosotros mismos, la belleza de los sentimientos y un sinfín de reflexiones que esperarán otro momento para hablar de ellos.
Termino con una breve fábula que ilustra lo bello versus la fachada de lo feo. Me contaron en cierta ocasión que, en un viejo bosque de árboles centenarios, los animales estaban ojipláticos con la belleza del pavo real. El cromatismo de sus plumas desplegadas era deslumbrante y asombraba a todos, por lo que el animal henchido de orgullo se paseaba promocionando su belleza, creyendo que portaba en sí lo más bello del bosque.
Un buen día al anochecer se encontró con un búho. —¡Qué pena me das! —le dijo. —Eres feo, te pasas el tiempo quieto entre las sombras, silencioso, tus plumas no son atractivas, no entiendo cómo vives sin que te admiren. El búho, respondió tranquilamente: —Así es, mi plumaje no deslumbra como el tuyo, pavo real, y soy feo. No obstante, lo bello no está solo en aquello que los ojos ven; mi belleza está en que yo contemplo cosas en la oscuridad, invisibles para los demás porque no las ven. —¿Qué es lo que ves en la oscuridad y en lo invisible? —Preguntó el pavo real sin entender lo que le decía. —Y el búho con mucha calma le respondió: —Lo bello no está solamente en lo que los demás ven y elogian; lo bello está también en lo que llevamos dentro de nosotros y en lo que somos capaces de ver más allá. Mientras tú te pavoneas durante el día buscando la alabanza, con mis grandes ojos yo veo en la noche más oscura el cielo y las estrellas y encuentro la belleza en lo sutil, en los detalles de las cosas que hay dentro del bosque; en el sonido armónico de la paz, el sosiego y el silencio que tú no percibes. Lo que tú tienes es solamente una parte de lo que puede ser considerado bello, la apariencia por sí sola no se sostiene, no es suficiente.
Ahí queda esto para la reflexión de los lectores.