Escenas apocalípticas
LA MIRADA DE ULISAS permanece con sus ojos chamuscados desde los lamentables y dolorosos incendios en California. Ver quemarse miles y miles de casas en los lugares más lujosos de ese estado nos muestra hasta qué punto todo ser viviente es vulnerable. Se piensa que son solamente los desfavorecidos quienes siempre reciben el desastre como en Mayotte luego de los huracanes, pero las circunstancias muchas veces nos señalan que también existe otra realidad que afecta a la humanidad sin distinguir razas, creencias, pueblos ni bolsillos. Sabemos que en Mayotte los barrios más afectados fueron los de las zonas de miseria donde nada o casi nada quedó en pie, frente a la mirada atónita y desgarradora de sus habitantes. Sin embargo, en Los Ángeles y sus barrios más elegantes también sucumbieron a la tragedia frente al habitual fenómeno de las sequías en verano, que esta vez como dato curioso y preocupante se presentaron en pleno invierno. Lo increíble es que mostró que bien puede suceder en cualquier estación, inclusive en la menos probable, como es el caso de esta nueva catástrofe climatológica. Estados Unidos nos señaló con esta tragedia que todo ser humano puede estar expuesto a lo peor, como es el perder de un momento a otro frente a actos de impotencia todas las pertenencias ante la penosa imposibilidad de sus dueños de contrarrestar los efectos. Esta calamidad en los Estados Unidos nos dice con voz de furia y frente a las deflagraciones bien encendidas que el desastre ecológico se anuncia con todos sus fuegos y sus ardores.
Una advertencia cada vez más seria sobre las consecuencias que se deben tomar en cuenta con la debida cautela, que precisa el fenómeno al que el mundo se ve enfrentado: incendios o torrentes de agua a la deriva produciendo a su paso devastación y escenas de espanto, como también fue la cuestión reciente en California: imágenes en ruina. Situaciones, que cada vez se tornan menos manejables y más tremendas.
Mi mirada, la de esta Ulisas que siente el frío o el calor en su vista, se vio sorprendida por la intensidad y la manera tan rápida e incontrolable como se dieron los fuegos y sus demoledoras llamas. Resultaron fuera de toda intervención para los bomberos con sus sofisticados equipos para dominar deflagraciones y estados de emergencia.
Traigo el tema a colación porque otros asuntos se toman las pantallas y dejan esta tragedia en remojo, mientras que el mundo se hace el loco sobre las consecuencias que todo el desorden del hombre frente a la naturaleza ha causado, para sus propias y nefastas consecuencias. Tal vez sea el momento de darle relevancia y replantearnos otra forma de convivir con nuestro planeta, que de un día al otro se expresa con: un basta ya. Y como consecuencia de nuestros actos ciertamente irresponsables se torna como en ciertos casos nuestro peor enemigo, luego de haberlo violentado tanto. Es un llamado que nos debemos hacer a diario porque ayer fue California, El Amazonas, Valencia, Mayotte etc… y tantos otros lugares que sería muy larga la lista. Estos ejemplos deberían ser suficientes y abundantes para una toma de conciencia sobre el problema que nos atañe a todos, sin excepción. No existe país que no haya sido afectado por el cambio climático en menor o mayor grado. El mundo se debería ver de manera global y no como lo creemos por partes sin integración y sin las consecuencias para el resto de las naciones.
Ojo, y el mío está bien abierto, para opinar que la realidad del mundo se está poniendo cada vez más grave y la invitación es para se actúe sin demora y con las medidas indispensables para proteger al ser humano, que resulta víctima de su propio invento: el descontrol en todo y la falta de cuidado a su hábitat. Tiempos nuevos se anuncian con la exigencia de cambios y tomas de conciencia sobre una problemática que nos atañe a todos. Las lluvias y el sol deben ser nuestros aliados y no convertirlos en nuestros enemigos… dejarlos permanecer en sus sanas funciones sin alterar sus ritmos ni sus labores. Producen bienestar cuando se les sabe respetar y se rebelan cuando el hombre corto de espíritu los desafía. Basta de retos con la Naturaleza, merece un trato de tributo a sus bienes. Fuera todo maltrato a nuestro planeta que boquea y nos grita su desesperanza. Tiempos de actuar y modificar nuestra mirada sobre los beneficios que nos da y la manera tan torpe e indebida como se les ha estropeado al romper sus ciclos y sus adecuadas funciones. Tomemos la voz de mando para que las nuevas generaciones puedan vivir sin inundaciones ni sofocos y que no tengan que experimentar escenas apocalípticas como las que se registran en la actualidad.