Un Espresso en el Cielo

No es una típica historia de villanos

Los detalles están borrosos, pero las sensaciones dejaron huellas en mí. Hubo un día, mientras vivía en Buenos Aires, en que dos sujetos intentaron humillarme en mi oficina. Yo era jovencito. Me dejaba barba, para que no se notara mi falta de experiencia; y simulaba un acento argentino, para que no me siguieran encarando por el apoyo de Chile a Inglaterra en la guerra por las Malvinas. Dos sujetos, de forma muy poco elegante -se me vienen a la cabeza aquellas películas americanas de adolescentes crueles- tuvieron la bajeza de burlarse en la cara de alguien que recién comenzaba en el mundo de los negocios. Aprendí más de una lección.

Seamos claros: el mundo está lleno de gente mala. No lo digo en el sentido bíblico, entendiendo que no hay ni uno bueno, partiendo por casa. Lo digo por aquella gente mal intencionada que se levanta queriendo joder al resto. Los he visto en acción y me he rodeado de ellos en determinados lapsos y lugares. Están entre nosotros, siempre hay uno.

No veo televisión y no comento en Twitter (X), no por la gente mala, sino ahora por los buenos. Cuando escucho hablar a la gente o veo sus comentarios, los siento más cercanos a una realidad deseada que a una realidad realizada. Está bien querer que la sociedad vaya a mejor. Está bien anhelar superarnos cada día, pero no sé si está tan bien creer que mis -nuestros- métodos harán a la sociedad mejor. O creerme -creernos- lo suficientemente buenos para implementar mis -nuestras- morales a los demás. Tal vez por eso no puedo ser político o crítico de política en redes sociales, porque estoy más preocupado de conocer y entender la realidad, con todos sus villanos, que de cambiarla o maquillarla con ideales.

Ahora, tengo la suerte de trabajar rodeado de personas con un alto sentido de la realidad, tanto en Chile como en España. No son villanos y tampoco son buenistas, pero sí personas que no esperan más de mí de lo que esperan de ellos mismos. No se creen buenos, pero sí intentan actuar bien. Hay una gran diferencia y es esencial para hacer negocios y trabajar. Comprensión de la debilidad y de la posibilidad de error. Comprensión de la realidad y de la configuración de un mundo imperfecto, donde hay distintos tipos de personas.

Al final del día, el trabajo de campo es la forma de transformar a la sociedad.