La encrucijada de Venezuela
Quizá ningún otro gobernante de la tierra está hoy más solo que Nicolás Maduro, el mismo que heredó directamente del Coronel Chávez el gobierno de Venezuela, un encargo que, es verdad, le ha quedado demasiado grande.
Chávez inventó un librito azul, a la manera del Libro Rojo de Mao, donde creyó tener condensada toda la verdad acerca del destino de su país. También, pensó en lo que podría ser un camino revolucionario, a través de preceptos bolivarianos, a acomodados a su ideario. En un momento de gran solidez financiera, Venezuela pudo convencer a otros gobernantes del sur, de la necesidad de ser aliados en ese proyecto hoy fallido, y creó además el Alba, una entidad paralela a las que tradicionalmente se crean aquí para buscar propósitos comunes.
Ahí entró hasta Maradona; los Kichtner, Zelaya, el ex mandatario hondureño, Ortega en Nicaragua, Cuba, desde luego, y continuó con la simpatía de las pequeñas naciones centroamericanas.
Con los lazos de amistad que tendió Obama entre Estados Unidos y Cuba- ambas naciones izaron banderas en sus respectivas sedes diplomáticas en Washington y La Habana- terminó la sequía de más de 50 años entre dos países que han simbolizado en América dos formas de pensamiento, dos maneras de ver la política y la economía. Cuba, aliada de la URSS por muchos años, mensajera del bloque comunista, pudo sobrevivir por muchos años gracias al petróleo de regalo que le enviaba Chávez. Con la reducción significativa de los precios del petróleo, Venezuela conoció la pobreza y no puedo ya darse el lujo de regalar combustible a otras naciones.
Viví la experiencia en Estados Unidos, de ver cómo la compañía petrolera de Venezuela calentaba las casas de los más pobres ahí. Calentar una casa en invierno puede costar unos US$4.000. La bonanza venezolana, pues, alcanzaba hasta para hacer “regalos” a Estados Unidos, a través de Citgo.
La situación de hoy ahí es bien distinta. Con centros comerciales desabastecidos y una creciente inconformidad ciudadana, además de la desaparición, en términos reales, de un discurso contrario a los “pitiyankis”, Maduro no sabe qué hacer. No ha podido mostrar las actas de las elecciones del pasado julio, donde Edmundo González ganó limpiamente la presidencia. Ahora quiere posesionarse en enero, con el respaldo de los comuñangas del mundo. Insultó a España y se enemistó con la comunidad europea, mientras crece la indignación mundial por los presos políticos, la mordaza a la prensa, el atropello a los derechos humanos.
Maduro es ignorantón, pero está asesorado por unas hienas que saben cómo actuó Hitler cuando debió buscarse un enemigo para “unir a Alemania”. El blanco de Maduro fue también Colombia; con una verborrea peligrosa, levantó la bandera del anticolombianismo, cruzada en la que lo acompañó toda esa Venezuela ignara que ve enemigos en los inventos del chafarote.
Duele, hay que decirlo, ver cómo fueron sacados de Venezuela colombianos que compartieron por muchos años la vida laboral de ese país; les arrebatan sus casas, sus trabajos, familia, dignidad.
Colombia no es culpable de la situación a la que ha llegado Venezuela. Jamás ha sido competencia laboral para ellos y, por el contrario, Colombia siempre ha tenido presencia destacada en sus universidades, en campos como la construcción, las nuevas tecnologías. Hubo una Venezuela de brillantes periodistas colombianos, como Gabriel García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza. Ellos hicieron época ahí. Los recordamos en este momento en que Caracas, otra vez, lucha por su destino.