Orbayada

¿Empresario o político?

Entre los últimos fichajes anunciados por Donal Trump está el del empresario Elon Musk, un personaje controvertido donde los haya. Inventor, economista, físico, emprendedor y magnate es el cofundador de grandes corporaciones como Paypal, Hyperloop, SolarCity, OpenAI, The Boring Company, Tesla y SpaceX 

Musk es uno de los hombres más ricos y polémicos del mundo, pero al que no puede negársele su ambición de construir el futuro. Con los coches, trabaja por hacer realidad lo que hasta ahora era ciencia ficción. Su aportación a la automoción es contribuir a que el parque automovilístico esté compuesto por coches eléctricos de conducción autónoma. Los objetivos de Tesla están en la línea de la película Blade Runner 2049, aquella en la que los coches volaban y tenían capacidad para llegar de forma autónoma a su destino, o a los de Desafío Total, aquella otra peli interpretada por un Arnold Schwarzenegger, que se movía en un taxi conducido por un robot. 

Otro de sus grandes anhelos lo representa SPACEX: la conquista del espacio. De momento se conforma con llegar a Marte. El objetivo es privatizar los viajes especiales, para que cualquiera, con capacidad económica para pagar una tarifa millonaria, pueda viajar a la Estación Espacial Internacional. No creo que tenga necesidad de recordarles que ese ha sido también el sueño de muchos otros. Desde 1979, escritores, guionistas, científicos y directores de cine nos han tratado de explicar lo ignoto. El más allá. Basta con pensar en Alíen: el octavo pasajero y su famosa frase “en el espacio, nadie puede oírte gritar” o en la de “si no lo detenemos, no tendremos un hogar al que volver” de Apolo 13. Sin olvidarnos de Solaris, donde los muertos parece que vuelven a la vida. Con esas mimbres, ¿quién quiere viajar al espacio? Algunos; sin duda, los más valientes y los más ricos. 

A pesar de que Musk dice no ser político ha favorecido campañas tanto demócratas como republicanas y ha expresado su apoyo hacia posiciones como el no intervencionismo en conflictos extranjeros y la aversión a los subsidios gubernamentales. Pero también ha abogado por la acción contra el calentamiento global, apoyando el acuerdo climático de París. Otros le acusan de haber degradado la libertad de expresión.

Y es que, cuando compró Twitter para convertirla en X, explicó que el motivo de su inversión no era obtener más dinero ni influencia, fue para mejorar la red social. Además, como si fuera un político, recalcó la importancia de la existencia de un escenario para la libertad de expresión y continuó diciendo “Twitter se ha convertido en una especie de plaza pública de facto, por lo que es realmente importante que la gente crea y perciba que puede hablar libremente dentro de los límites de la ley”. Desde entonces ha llovido mucho y se ha enfrentado con altos funcionarios de Australia, Brasil, la Unión Europea y el Reino Unido por errar en el grado de equilibrio entre la libertad de expresión y la difusión de desinformación dañina. Ahora, está empleando las redes para promocionar e impulsar su propia agenda política, recorriendo el camino inverso de otras plataformas como Facebook e Instagram. Musk, tiene más de doscientos millones de seguidores y es muy popular entre los jóvenes estadounidenses y europeos. En la campaña de Trump ha invertido 118 millones y durante las últimas dos semanas, sorteó en los Estados decisivos, un millón de dólares al día, entre los que se registraban para votar. Y ante eso, me pregunto, ¿no es eso hacer política?, ¿no es eso tratar de influir?

Tras la victoria de Donald Trump, ha sido nombrado, junto con Vivek Ramaswamy, director del Departamento de Eficiencia Gubernamental para racionalizar la burocracia gubernamental, eliminar el gasto innecesario y, en general, hacer que el gobierno federal funcione mejor. Por lo que parece continúa en su empeño por hacer ciencia ficción. Pero haríamos mal en no creerlo, porque ya ha anunciado que va a aplicar las mismas políticas que en Tesla y Twitter. En Tesla despidió por carta a 14.000 trabajadores por haber vendido menos cantidad de vehículos eléctricos que en el mismo periodo del año anterior y prohibió el teletrabajo. En Twitter, cuando se convirtió en su propietario, despidió a casi el 80% de los empleados (pasó de 7.500 a 1300), justificando su decisión en la disminución de los beneficios.

De hecho, no se ha hecho esperar. De momento, ya ha declarado que llega con la misión de recortar miles de normativas federales y llevar a cabo despidos masivos de los funcionarios y junto a Ramaswamy  ha enumerado algunos gastos públicos que se podrían reducir o eliminar. Por ejemplo, mil quinientos millones de dólares que el Gobierno destina a subvencionar organizaciones internacionales, quinientos treinta y cinco millones anuales con los que desde 1967 se financia la Corporación para la Radiodifusión Pública o los casi trescientos que permiten el funcionamiento de organizaciones "progresistas" sin ánimo de lucro.

El problema de Musk no son sus ambiciones, sino que suele conseguir sus propuestas al precio que sea. Me da la impresión de que vamos a oír hablar mucho más de este empresario que ha dejado claro que no se integrará en el Gobierno federal por lo que, en principio, no se le podrían aplicar ni el régimen de incompatibilidades ni el de prevención de conflictos de intereses de los empleados públicos. Mientras tanto y para abrir boca ya ha dejado claro que quiere eliminar las regulaciones molestas para sus empresas, como Tesla, SpaceX, xAI y Neuralink. Ya lo ha dicho: él es un empresario y no un político. A mí me parece que quiere jugar con dos barajas. Pero quizá tenga razón porque, al menos sobre el papel, el político tiene enfocado su punto de mira en el interés general ¿o no?