El sembrador
"Sembrador, que has puesto en la besana tu amor,/ la espiga del mañana será tu recompensa mejor./ Dale al viento el trigo y el acento de tu primer lamento de amor/ y aguarda el porvenir, sembrador."
("Canción del sembrador". "La Rosa del Azafrán". Libreto: Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. Música, Jacinto Guerrero).
¿Qué mejor saludo a Francisco Gutiérrez Carbajo que la "Canción del sembrador"? Y qué mejor definición de un hombre sabio criado en el campo ("he guardado ganado/y cosechando trigo"), amante del flamenco, la canción popular y el teatro, de lo esencial y lo sencillo, del conocimiento y de los libros, que ha esparcido saber y bonhomía en la UNED, de la que ha sido catedrático y decano de la Facultad de Filología, y en tantos otros lugares del mundo a los que ha llevado las semillas de su palabra, su talento y su talante. Nunca le he visto un mal gesto, ni el rostro acongojado, sólo la sonrisa bailando en sus labios y unos ojillos pícaros, brillantes y plenos de inteligencia.
Quizás por eso ha elegido como cubierta y estandarte de su primer poemario, su libro número 79, "El sembrador" del pintor Henri Jean Guillaune Martín, conocido como Henri Martín. El título, "Razón, sentimiento y poesía ", resume la esencia de su contenido, que ha sembrado de conocimiento, ingenio, creatividad, reflexión, filosofía y mucho talento. Un volumen con doce partes perfectamente estructuradas, doce largos poemas, clásicos en la forma y eternos en el fondo.
"El sembrador " es un cuadro pintado por Hanri Martín, quizás en plena Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1920. Un óleo sobre lienzo de 62 x 29 cm, que forma parte de la Colección Carmen Thyssen y que está expuesto en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza.
Hanri Martín es un pintor francés, que nace el Toulouse el 5 de agosto de 1860 y muere en Labastide du Vert el 12 de noviembre de 1943. Su pintura se mueve entre el neoimpresionismo, a veces puntillista, y el simbolismo. Usa pinceladas cortas, que en ocasiones vuelan, y también se recrea con pinceladas largas y paralelas, muy empastadas o muy ligeras. Su cromatismo es idealista y simbólico, sus paisajes brumosos y oníricos, sus figuras melancólicas y misteriosas. Hombre de gran sensibilidad, amante de la literatura y lector de Dante, Byron, Baudelaire, Verlaine y Poe, envuelve sus composiciones, incluso las más tradicionales en una atmósfera poética, espiritual y alegórica. En ella se mueve "El sembrador", un cuadro en el que logra un equilibrio perfecto de formas y colores. La figura del protagonista marca un eje vertical sobre el espacio horizontal del paisaje, recreado por zonas paralelas de diversos colores y extensión, marrones con toques verdosos en la tierra, amarillo y luminoso en el horizonte en el ocaso y un azul oscurecido en el resto del cielo, sobre el que se recortan las sombras de unos árboles. La tierra, que pisa con andar ligero el campesino, ocupa las tres cuartas partes de la composición. Sobre ella, la sombra azulada de sus pasos, lo sitúa en primer plano. En el atardecer, con el sol en la espalda, anda erguido y seguro, lleva al hombro el cesto vacío en que guardó la simiente. Su rostro, indefinido, es oscuro y pensante, un sombrero de ala ancha cubre su cabeza, verde azulado es su pantalón, azul como el cielo la camisa, y el cesto amarillo y vibrante del sol que le acaricia .Terminó por ese día la faena, y se dirige decidido hacia su hogar a descansar, para seguir sembrando cuando despierte un nuevo amanecer.
No pudo elegir, Francisco, mejor representación, más perfecta alegoría de sí mismo. Su labor ha sido, y es, la de sembrar ideas, conocimientos y saberes, y hacerlo con seguridad, elegancia y buen talante. Ha recolectado muchas cosechas, muchas le quedan por recolectar, su siembra es siempre fructífera, y en cada atardecer, al acabar otra jornada, tiene el regalo del encuentro con sus tres amores. Son sus musas, sus rosas, una todavía un capullo: su esposa, Clara Sánchez, escritora insigne y laureada, miembro de la RAE, su hija, Julia Sabina, llena de sabiduría y buenas letras, y su nieta, Sol del Aquila Gutiérrez, a quien dedica el poemario.
" En mi casa presumo
de alto linaje,
Clara, Julia y Sol tienen
un tercio de árabes"
("Sobre la hermosura". "Razón, sentimiento y poesía")
Sigamos escuchando sus versos:
"Están los campesinos en este prado ameno/...entregados día y noche a cuidar el terreno"
"Conozco porque he visto y he vivido con ellos,/ la siembra y la cosecha, su ropa y su costumbre,/ los momentos aciagos y también los más bellos,/ sus parvas alegrías y su gran pesadumbre".