La descabellada propuesta de Macron
Enviar fuerza de interposición multinacional reforzada, se sobrentiende, con ojivas nucleares en posesión de Reino Unido y Francia es la propuesta del presidente Macron para garantizar paz duradera en Ucrania y protegerla de futura agresión rusa. Esta propuesta -de momento no cuenta con el apoyo de Alemania ni Italia ni Polonia- sólo puede acabar, en el mejor de los casos, en fracaso político-diplomático o, peor, en aumento de tensiones, quizás bélicamente irreversibles, entre Europa y Rusia. Rusia siempre se ha opuesto a la presencia de tropas de la OTAN en Ucrania o la nuclearización del territorio, lo cual no excluye la aceptación de tropas onusinas. La presencia de fuerzas de la OTAN sería directa provocación a Rusia; las tropas de la ONU son otra cosa. Además, la propuesta del Président de llevarse a cabo, en esos términos, le costaría a RU su condición de aliado privilegiado de EE.UU., la única potencia occidental, ciertamente decisiva, empeñada en buscar la paz.
Parece que hay grandes intereses en juego para no acabar definitivamente con la Guerra Fría. La propuesta de Macron (que no todos los franceses comparten, muchos consideran que se ha vuelto loco) enlaza con su énfasis militarista claramente explicable, y no de otra forma, desde una alianza tramada entre el ex-financiero y la industria armamentista (sí, sí, ya sé, soy conspiranoico). En efecto, no olvidemos que Macron fue llevado, por Jacques Attali, de la finanza a la política con el objetivo preciso de hacerlo Président. Cumplido el objetivo presidencial, ahora toca hacer caja. Esta sospecha se confirma, in fine, sabedores que Alexis Kohler, brazo derecho de Macron durante los últimos ocho años, ha dimitido discretamente del Elíseo para integrar un Banco privado ¿Cómo se dice cuando se lava el dinero ganado incurriendo en delito de iniciado, testaferros mediante? Pues eso: corrupción. En este caso a gran escala: gigantesca.
De ahí, mira por donde, ese ridículo kit de supervivencia: ahormar a la población aterrorizándola. Lo ensayaron durante la pandemia. Y, ahora, vuelven a hacerlo para que los europeos traguen cualquier medida por descabellada que sea (rearme de 800.000 millones de euros). Para kit de supervivencia, seamos serios, el de los rudos transportistas de Gredos hace cien años: cecina de buey carrero, tabaco de picadura, vino en bota y ajo cárdeno (cf. Cela, Judíos, moros y cristianos).
La situación actual recuerda, salvando todas las distancias, a la intervención franco-británica (más Israel) en Suez (1956) cuando Nasser nacionalizó el Canal. La intervención militar de las antiguas potencias fue inútil por cuanto EEUU y la URSS forzaron la retirada y retrocedieron a Egipto la plena propiedad del Canal. Eso es conocido, pero esto no. Poco antes, Guy-Mollet, Président du Conseil, consciente de la liviandad de Francia en el mundo, pidió a Anthony Eden la incorporación de Francia a la Commonwealth y la aceptación de la Reina como Jefe de Estado de Francia. Demanda a la que Eden opuso un suntuoso corte de manga. Este fracaso, más el de Suez, llevó a Francia a hacerse a plazo con la bomba atómica para gallear en la escena internacional y chantajear en Europa (especialmente a Alemania y España) con sus espolones nucleares.
Sucede que el statu quo militar vigente en Europa -fiel reflejo de la ausencia de equilibrio militar entre las grandes naciones europeas continentales- puede esclarecerse con algunos conceptos elaborados por el economista evolucionista Brian Arthur (Increasing Returns and Path Dependence in the Economy, 1994) Los analistas militares no han desarrollado suficientemente -o ni siquiera las han visto- las enseñanzas que pueden extraerse de los conceptos de Trayectoria condicionada (Path Dependence) y Cerrojazo al mercado (Lock-in Effect) revisitados por Arthur si bien enfocados a un contexto tecnológico en el marco de la economía de redes.
En primera aproximación, trayectoria condicionada significa que ciertas decisiones o ventajas iniciales, a veces pequeñas, inducen efectos feed-back positivos duraderos que atornillan posicionamientos irreversibles o de difícil acceso a eventuales aspirantes (cerrojazo del mercado) Por ejemplo, los detentores de armas nucleares impiden a países como España, Alemania, Italia, Japón, Polonia, etc., que desarrollen las suyas propias. Esto es, la historia cuenta y la trayectoria de las entidades militares, económicas, tecnológicas o de otro tipo se materializan en efectos acumulativos (fruto de rendimientos crecientes o externalidades). Con las salvedades que se imponen, estas enseñanzas son de directa aplicación a la falta de autonomía militar de grandes naciones europeas. Si España dispusiera de su propia bomba atómica tendría mayor autonomía militar, hoy día, frente a Marruecos (y Francia no se hubiera atrevido, en el pasado reciente, a cobijar a ETA).
Deseo apuntar, con estos comentarios, que a veces no somos conscientes de vivir en una sociedad que funciona, de aquella manera, a pesar de su irracionalidad o paradojas. Mediado el siglo XIX, Remington, fabricante de armas norteamericano, principiando la producción de máquinas de escribir observó que, al teclear rápidamente letras contiguas, los brazos en los que se injertan los caracteres se bloqueaban o solapaban. El sistema mecánico era demasiado lento en relación a la habilidad de las mecanógrafas. Remington palió parcialmente el problema aprontando un tipo de teclado, “qwerty” (QY), en el que las letras más frecuentemente contiguas en lengua inglesa estaban alejadas entre ellas en el teclado. El mismo principio prevaleció en los países francófonos, azerty (AY), y germanófonos, qwertz (QZ). Es decir, los teclados tipo QY fueron diseñados para ralentizar el ritmo de las mecanógrafas ya que por entonces las máquinas adolecían de mecánica deficiente en lo que respecta al movimiento de los brazos. Sin embargo, con los consiguientes progresos mecánicos, que permitían una mayor velocidad de tecleado sin solapamientos, apareció en 1936 el teclado dvorak (DK) a fin de mejorar la disposición tradicional de las teclas comparativamente a los teclados AY, QY y QZ. Paradójicamente, a pesar del progreso que representaba el nuevo teclado, en ergonomía y rapidez, el intento de universalizarlo fracasó toda vez que las mecanógrafas ya conocían bien los teclados tradicionales y rehusaron adaptarse y reaprender el nuevo teclado. Asimismo, la red de máquinas de escribir existentes, y especialmente las que poseían las academias de mecanografía, tipo QY, empujaba a las alumnas mecanógrafas a rechazar aprender en el teclado DK temiendo que al empezar a trabajar en una empresa se encontrasen con teclados, QY, que usaban sus predecesoras. El efecto red -la red constituida por el parque de máquinas con teclados tradicionales- produjo un cerrojazo irreversible (locking) en sentido opuesto a la racionalidad.
Sin embargo, en teoría las decisiones de los “expertos” (¿conocen ustedes alguno verdaderamente solvente?) están sometidas al imperio de lo que en su momento se dio en llamar "razón instrumental". En la jerga correspondiente, la racionalidad instrumental equivale a la consecución metódica de determinado fin práctico mediante el cálculo preciso de medios eficaces. Verbigracia, la elaboración de formas eficientes de control y racionalización del comportamiento de las diferentes administraciones para alcanzar determinados objetivos de utilidad pública. Así, los órganos de control franceses estarían en fase con la razón instrumental más que con la ideología militarista de Macron que esconde privativos beneficios (suyos y de sus albaceas, apoderados y jefes en el escalafón financiero). En suma, la razón instrumental bien pudiera ser la verdadera ideología de la sociedad postindustrial tanto para un planificador de izquierdas como de derechas. No obstante, hay que ser muy ingenuo para adherir a este enfoque y creer que Macron atesora superioridad moral sobre Trump o Putin y que la democracia francesa dispone de medios para controlarlo.