Cuándo no eres dueño de tu destino
Los titulares de prensa de las últimas semanas han venido copados por las noticias derivadas de la política arancelaria del imprevisible Trump, uno de cuyos sectores más afectados es la automoción. Rápidamente se ha trasladado un muy equivocado mensaje a la opinión pública española, al concluirse en un tono poco menos que triunfalista que a la industria nacional no le iba a afectar, dado que ninguno de los casi 2.500.000 coches que se fabricaron en 2024 en España se exportó a USA.
A mí este dato lo que me hace es reflexionar sobre hacia donde se ha dirigido la industria del motor española, para lo cual conviene repasar un poco la historia.
Sabido es que las políticas autárquicas de los años cincuenta condujeron a un formato industrial del motor presidido por la autosuficiencia, progresivamente desarrollado y evolucionado con la entrada de socios industriales extranjeros. Así convivieron marcas con tecnología propia (Pegaso, Barreiros, Bultaco, Montesa …) con otras que fabricaban vehículos bajo licencia (Seat, Renault, Citroën …).
A finales de los años setenta todo este entramado industrial se desmoronó, al confluir en el tiempo la crisis del petróleo, la galopante inflación, una falta de desarrollo tecnológico y los nuevos tiempos políticos, que con gran ceguera y pocos reflejos no respaldaron las ayudas que la industria precisaba entonces. Como consecuencia de ello, casi todas las marcas de motos desaparecieron, Seat sobrevivió de milagro tras ser adquirida por Volkswagen, Barreiros se convirtió en una filial extranjera más y Pegaso fue poco menos que regalada al grupo italiano Fiat-Iveco.
Lo anterior supuso dejar de ser dueños de nuestro destino automotriz, al perder la capacidad de desarrollo tecnológico autóctono, entregar la propiedad de las fábricas al capital extranjero y, en definitiva, convertirnos en obreros de otros patronos.
¿Y qué tiene todo esto que ver con Trump? Pues que como hace ya mucho tiempo que no somos autosuficientes, estamos a merced de lo que determinen otros gobiernos y unos grupos industriales extranjeros. No se puede persistir en el engaño de creernos fabricantes de vehículos, cuando simplemente somos un país donde tienen radicadas sus fábricas potentes consorcios de otros lugares, entre ellos Ford.
¿Y de donde es Ford? Pues de USA, y si en 2024 no se exportó ningún vehículo allí es porque esta marca decidió dejar de producir en su planta de Almusafes (Valencia) las furgonetas Tourneo y Transit Connect, de las que se enviaron en 2023 más de 51.000 unidades al otro lado del Atlántico. Tampoco cruzó el océano ninguna de las furgonetas Mercedes que se fabrican en Vitoria, pues no están homologadas para el mercado americano como VTC.
Resulta ciertamente triste contrastar estos datos con otros, ya olvidados, que han quedado para la historia, cuando las motocicletas españolas eran las reinas de las pequeñas cilindradas. Bultaco exportaba en los años sesenta el 40% de su producción a USA, mientras que Ossa tenía este mercado como su principal objetivo, creando modelos específicos para el público americano, hasta el punto de bautizar a una de sus últimas motos como Yankee.
Paralelamente, Motor Ibérica dominaba el mercado nacional de los vehículos industriales de pequeño y medio tonelaje, con los recordados Ebro y Avia, que si bien estaban motorizados con tecnología extranjera, eran producto de un desarrollo propio. Como en el caso de las motos, los problemas financieros, unido al abandono de su principal accionista, condujeron a que pasara a ser su propietario el grupo japonés Nissan, que no tardó mucho en eliminar ambas marcas, siguiendo únicamente con la fabricación de sus vehículos hasta dar recientemente carpetazo a su presencia en España. A día de hoy, es el grupo chino Chery quien ha rescatado esas instalaciones, comenzando a producir en la planta de Barcelona un modelo que ha recuperado la mítica marca Ebro, un guiño al pasado.
La conclusión que podemos extraer de todas estas reflexiones es que, por más que la industria del motor española sea uno de los puntales de la economía nacional, su solidez es más bien precaria, dado que depende de decisiones empresariales que nos son ajenas. Cada cierto tiempo leemos noticias sobre la asignación de modelos o producción a nuestras plantas fabriles, conteniendo la respiración las zonas geográficas en que se ubican mientras se toman acuerdos de las que depende su futuro. Bien lo saben en Valencia, donde la influencia de la fábrica Ford de Almusafes es total.
Veremos qué ocurre a partir de ahora con los dichosos aranceles, pero si la dinámica económica tiende a políticas proteccionistas, desde luego que debería preocuparnos el devenir de nuestra industria del motor.