Con aroma de muguet
En el inicio de este mes de mayo, que ha llegado entre incertidumbres, desconcierto, horror, y un gran apagón que acentúa nuestra vulnerabilidad, necesito algo que me consuele, y estimule mi deseo de vivir. Y lo encuentro en el perfume de la flor de muguet, " la campana divina, la más delicada de las flores" (Florence Müller). Un aroma primaveral, que tiene el poder de agudizar la memoria y atraer la felicidad.
El muguet se llama también lirio del valle, lirio de mayo, y sus flores blancas, campanas de mayo, porque parecen campanitas. En número variable, de entre 5 y 15, cuelgan de un tallo flexible con 2 vistosas hojas verdes. En lugar de sonidos, expanden olores delicados, frescos, dulces..., que invitan a un nuevo renacer, en especial si son 13. Su nombre científico es "comvallaria majalis", pertenece a la familia de las liliáceas y es originario de Eurasia. Es una planta herbácea y perenne, que forma extensas colonias en suelos ricos en humus de zonas montañosas, boscosas, sombreadas y húmedas, puede soportar hasta -28° y florece a finales de abril o a principios de mayo. También puede cultivarse en jardines. Debe su nombre a su especial y delicioso olor. Deriva de la palabra "musc" (almizcle) y "nois muguette" (nuez moscada).
Pese a su toxicidad en flores, tallos y hojas, el muguet es admirado desde la antigüedad y desde entonces se le atribuyen poderes especiales:
La mitología grecorromana dice, que Apolo lo hizo brotar y florecer para que las musas, sus amadas compañeras, pudieran pisarlo con sus pies descalzos e impregnar sus plantas de su frescura y de su olor.
La tradición celta lo hace portador de la felicidad.
La leyenda cristiana afirma que fueron las lágrimas de la Virgen, derramadas al pie de la cruz, quienes hicieron surgir sus flores.
Dicen que trae la felicidad, en especial la felicidad reencontrada, por eso se ofrece como símbolo de reconciliación; que da buena suerte y que propicia la amistad, el amor, la paz y la tranquilidad. Por eso se ofrece a las personas que queremos, para que derrame sus dádivas sobre ellas. Y es tradición muy arraigada en Francia regalarlo el 1 de mayo.
Esta costumbre francesa procede de época renacentista. Según se cuenta, el rey Carlos IX estaba en esta fecha de 1560, junto con su madre Catalina de Medicis, de viaje por la región del Delfinado y el caballero Louis de Girard de Maisonforte le ofreció un ramo de fresco muguet recién cogido de su jardín. Al rey le gustó tanto, que todos los años el 1 de mayo regalaba a las damas de su corte ramitos de esta fragante planta. Esta costumbre se extendió por Francia y se convirtió en tradición. Ya en los siglos XVI y XVII, a las jóvenes distinguidas se las llamaba "muguets", asociándolas a las características de esas delicadas flores.
En la "Belle Epoque" los modistos franceses las ofrecían a sus clientas y costureras el 1 mayo. Christian Dior era un gran amante de ellas, por eso las hizo emblema de la Casa Dior. En sus desfiles ponían muguet en los dobladillos de los vestidos de las modelos para que se expandiese su aroma mientras ellas caminaban. Cuando el gran modisto murió en 1957, su ataúd estuvo cubierto de esos lirios blancos durante el funeral.
La fragilidad y extrema delicadeza de estas flores no permiten extraer ni destilar su perfume, solo puede hacerse de sus tallos y sus hojas, que no son tan fragantes, por ello hubo que recrear su sutil aroma. Eso hizo el gran perfumista, y también escritor, Edmond Roudniska (1905 - 1996) con su "Dioríssimo"(1956), que adquirió Chistian Dior poco antes de su muerte. Lo recreó imitando el olor del muguet florecido de su jardín, y lo hizo con notas naturales de jazmín, azahar, rosa, ylang - ylang, lila..., y algún secreto más.
"La creación de Dioríssimo" en 1956 fue una revolución en la manera de componer fragancias de mi padre. Este perfume fue un verdadero retorno a la naturaleza...
Diorissimo no es solo una reproducción del lirio de los valles, el muguet, es una escena primaveral completa en el bosque al amanecer, con la evocación de hojas verdes y frescas adornada con toques de jazmín, lila, rosa... Huele a naturaleza, pero a esa naturaleza que solo se logró gracias a la agudeza de mi padre con los olores naturales y sintéticos" ( Michel Roudniska).
Tengo junto a mí un frasco de perfume de muguet, comprado en Grasse, regalo de una amiga que he perdido. Es un olor que disfruto desde la adolescencia, cuando cogí sus flores entre la nieve del Pirineo oscense, y después me perfumé con la esencia que me obsequiaron. Ahora vuelvo a hacerlo con unas gotas en mi cuello y tras orejas, para que me recuerde tiempos felices y me ayude a evadirme de las imágenes que la televisión me muestra, masas de cristales negros, y otros materiales, que cubren los hermosos campos extremeños y contaminan mi mirada y mi alma. Son parte de los tres millones de placas y los 19 módulos que lo invaden.