De ciudades y su crecimiento

En anterior artículo –El crecimiento de Madrid (1)- apuntábamos que el crecimiento económico es siempre desestructurante, evolucionando intersectorialmente e intrasectorialmente con evidente impacto a largo plazo en la talla de las ciudades. 

Desde el punto de vista económico y cultural, las ciudades/áreas urbanas, en general, existen porque se obtiene algún tipo de ventaja derivada de aglutinar consumidores, empresas, trabajo y capital humano, usuarios e instituciones  en un determinado espacio susceptible de ampliarse por el propio crecimiento. En las ciudades, la probabilidad de encontrar trabajo es mayor que fuera de ellas. En este sentido, por poner un ejemplo, según estadísticas del Ministerio de Trabajo (5/10/2024) la Comunidad de Madrid lidera la creación de empleo en España en octubre con 52.861 nuevos puestos, casi el 40% de España. Y 118.663 nuevos trabajadores en el último año.  El efecto laboralmente  virtuoso surge, qué duda cabe, de la dinámica impactante de la capital. El enjambrazón capitalino fecunda  toda la CAM, que alcanza la mayor cifra de la serie histórica -3.727.091- en el número de afiliados a la Seguridad Social. Asimismo, en las ciudades los individuos tienen acceso más fácil a superior variedad de bienes (privados y públicos); en las ciudades se activan los desbordamientos de información que surgen de interacciones personales y cristalizan en la aparición de efectos con externalidades tecnológicas virtuosas vía la calidad del capital humano. En las ciudades se materializan el conocimiento, las nuevas ideas y los cambios culturales que a la postre inciden en la evolución de las sociedades y en la remodelación de la estructura productiva inducida por la ola de fondo del progreso técnico. Estas razones hablan a las claras de las ventajas de porqué existen las ciudades/áreas urbanas pero no responden a la pregunta de qué es lo que determina su tamaño/ talla poblacional en el tiempo –es decir, por qué crecen- y cómo se distribuye la jerarquía o rango de la población dentro de un espacio geográfico dado, el del Estado, por ejemplo. Porque es incuestionable que los rasgos subrayados, que caracterizan a las ciudades, se aplican tanto a París como a Chicago y tanto a Madrid como a Estocolmo siendo empero sus trayectorias de crecimiento en el tiempo distintas.

La exuberancia reciente de trabajos en la literatura económica espacial no es, sin embargo, algo específicamente novedoso pues ya el lingüista alemán Zipf sentó las bases de una impresionante proliferación de estudios, esencialmente empíricos, en torno a la organización de los sistemas urbanos tendentes a explicar la sorprendente regularidad de las distribuciones de tallas de las ciudades –siguiendo la distribución de Pareto, que corresponde a una ley de potencial- en todo tiempo y lugar. Desde la China imperial hasta los países de hoy día. En esa ley, la potencia es conocida como exponente de Pareto que jerarquiza el rango de las ciudades según su talla, de mayor a menor. Cuando el exponente es aproximadamente 1 la ley se llama de Zipf –ambas leyes vinculan rango y talla- y distribuye las ciudades en una jerarquía rango-talla tal que si la ciudad más grande tiene un millón de habitantes, la segunda tendrá quinientos mil; la tercera, trescientos treintaitrés mil; la cuarta, doscientos cincuenta mil; la quinta, doscientos mil. Y así sucesivamente, es decir, un millón dividido respectivamente por uno, dos, tres, cuatro, cinco, etc. A pesar de su simplicidad esta ley ha tenido una profusa utilización en economía, lingüística, biología, física, etc. La ley de Zipf ha generado una vasta literatura tanto de carácter empírico, quedó dicho, para verificar su cumplimiento con datos de población de ciudades, como para explorar sus fundamentos teóricos. El problema que plantea su verificación es la selección de datos y la definición de ciudad y cómo se mide. La ley de Zipf es, evidentemente, un caso particular de la de Pareto pues en esta el exponente puede evolucionar en el tiempo. Visto que la ley de Gibrat (remitimos a nuestro precedente artículo) señala que las empresas crecen a distinto ritmo y que, este, más que determinado por la talla parece obedecer a un proceso aleatorio, algunos estudios (los del matemático francés Xavier Gabaix, verbigracia, (2)) han probado que, bajo ciertas hipótesis, la ley de Gibrat fundamenta la de Zipf.

A pesar de las controversias metodológicas que suscita –trabajos recientes apuntan a que ley de Zipf es un simple fenómeno estadístico- se observa incesante interés para confirmarla o rechazarla empíricamente. La investigación al respecto abarca un debate fundamental en economía urbana y regional porque, más allá de la validez de ley de Zipf en el tiempo, el enfoque dinámico del estudio del crecimiento, relativo y absoluto, de las ciudades -a fin de comprender sus cambios en la distribución de la jerarquía urbana nacional- quizás permita orientar importantes decisiones encaminadas al crecimiento de regiones y ciudades.

Así las cosas, algunos modelos proponen que el crecimiento urbano y regional es aleatorio. Los modelos de este tipo concluyen que el crecimiento de las ciudades depende de la aparición de choques puntuales exógenos distribuidos aleatoriamente entre las ciudades. Estos choques dependen de causas exógenas naturales (catástrofes naturales, guerras, etc.) o institucionales (modificaciones de la fiscalidad local, servicios municipales abundantes y gratuitos, amplia oferta de vivienda pública,  preservación del entorno, seguridad, etc.). Los choques no conciernen a ninguna especialización industrial ni sector específico. En este contexto, a partir de cierta talla, la dinámica de un sistema urbano sigue un proceso estocástico en el seno del cual cada ciudad tiene la misma esperanza de tasa de crecimiento y la misma esperanza de su varianza. En este modelo, la dinámica urbana sigue la ley de Gibrat, lo que significa que la tasa de crecimiento de las ciudades es independiente de su talla. En consecuencia, la ley de Gibrat no es sólo una condición necesaria sino suficiente para fundamentar una distribución rango-talla conforme a la ley de Zipf. Hay que ser prudentes, sin embargo, en cuanto a una relación determinista causa-efecto entre las leyes de Gibrat y de Zipf.  En este tipo de modelos, los efectos de escala no juegan ningún papel en la dinámica demográfica de las ciudades, en contraste con la teoría efectos de aglomeración. El crecimiento de las ciudades puede ser paralelo en el largo plazo –estabilidad de la ley de Zipf- pero en el corto/medio plazo no queda excluida la aparición de desviaciones relacionadas con choques puntuales cuyo efecto sólo puede reabsorberse al cabo de bastantes años.

En la misma línea teórica de crecimiento aleatorio de las ciudades, aunque con distinto enfoque, se toman en cuenta dos tipos de bienes. Los de primera naturaleza, cuya producción depende de recursos naturales   inmóviles, específicos a cada localización urbana (Madrid no tiene ninguno específico salvo, si se quiere, la centralidad; Barcelona el puerto, en su momento). Y los de segunda naturaleza, completamente móviles, bajo  hipótesis que la innovación es un proceso aleatorio que se desplaza de ciudad a ciudad - salto de rana- dependiente de choques exógenos inducidos en parte por la política de R&D impulsada en cada ciudad. Se llega así a un proceso de crecimiento urbano aleatorio salvo que éste no conduce necesariamente una distribución de ciudades según la ley de Zipf.

No obstante, las anteriores consideraciones no agotan el tema. También caben enfoques centrados en el capital humano y crecimiento urbano endógeno Este enfoque considera que las firmas se concentran geográficamente a fin de explotar los efectos de aglomeración debidos a una dinámica de especialización (externalidades de localización) o a una dinámica de diversificación (externalidades de urbanización). Al mismo tiempo, las empresas sufren deseconomías de aglomeración (congestión en sentido amplio: aumento de costes, acceso restringido económicamente  a vivienda, escasez de  emplazamientos industriales y comerciales,  seguridad ciudadana, calidad medioambiental, etc.). Según los enfoques del crecimiento urbano endógeno, las tallas variables de las ciudades  dependen de decisiones de implantación y localización de las empresas en función de las ventajas e inconvenientes de cada una de las áreas urbanas. A partir de estas hipótesis de base, se elaboran modelos en los que la talla de las ciudades depende de parámetros tales como las externalidades de escala y la concentración del capital humano. En modelos de esta filiación hay compatibilidad de la ley de Zipf y la ley de Gibrat con el crecimiento endógeno de las ciudades. La clave es que las economías de aglomeración y los costes de congestión aumentan casi al mismo ritmo con el tamaño de las ciudades por lo que el efecto neto es casi invariante al tamaño.

Quizás ha sido el físico británico  Geoffrey  West (3) –Santa Fe Institute- quien mejor ha estudiado cuantitativamente el efecto talla de las ciudades y sus externalidades. La impresionante  colecta de datos (Big Data/Data Science)  llevada a cabo por el equipo de West en miles de ciudades –sí, de Brasil a China-  ha constatado que, en un mismo país, las ciudades de cuatrocientos mil habitantes, por ejemplo, presentan ventaja de 15% per cápita en  factores socioeconómicos (salarios, colegios, bibliotecas, restaurantes,  piscinas, etc.) respecto a ciudades de doscientos mil habitantes. Es decir, al doblar la población de la ciudad el número de instalaciones pertinentes  se multiplican por 2,15; se cobra el 15% más por el mismo tipo de trabajo; disminuye el 15% el coste per cápita de las canalizaciones subterráneas, etc. Simétricamente, Bettencourt y West constataron el aumento más que proporcional de las variables de negatividad social -infecciones (casos de AIDS), droga, crímenes, etc.-  también aumentan más del doble en consonancia con el multiplicador 2,15. Lo mismo sucede con la disponibilidad habitacional, se multiplica por 2,15, encareciéndose el 15% (en media).

(1) https://www.eldiariodemadrid.es/articulo/opinion/crecimiento-madrid/20241031163740081985.html

(2) https://scholar.harvard.edu/xgabaix/publications/zipfs-law-cities-explanation

(3) Geoffrey West (2017): Scale: the universal laws of growth, innovation, sustainability, and the pace of life in organisms, cities, economies, and companies. London, United Kingdom: Penguin Press.