‘Cien años de soledad’ en Netflix
El pasado 13 de diciembre aparecieron en Netflix los primeros ocho capítulos de la versión de Cien años de soledad para el mundo. No había pasado un minuto de su presentación, cuando las redes sociales se inundaron de críticas y comentarios sobre la serie.
No era para menos. Las relaciones entre literatura y cine siempre han sido complejas y difíciles de discernir. Comenzando porque son dos lenguajes diferentes, que en un momento dado, quieren dialogar, como si se tratara de un matrimonio feliz y duradero.
Pero no hay tal. La literatura parte de las palabras para construir un universo poético y ficcional. El cine parte de las imágenes y construye un relato audiovisual para ser leído por el espectador.
¿Cómo hace el cine para traducir un universo poético en imágenes visuales?
En la historia del cine ha habido adaptaciones memorables de obras literarias clásicas como Macbeth y Otelo de William Shakespeare, llevadas al cine por Orson Wells; El Padrino de Mario Puzo, por Francis Ford Coppola; y Muerte en Venecia de Thomas Mann interpretada por Luchino Visconti.
En el caso de Cien años de soledad, los directores, productores y actores se enfrentaban a una novela donde el uso de la lengua española ha sido una de las más ricas y originales, y el universo poético allí creado, es mítico, y al mismo tiempo, épico.
No era fácil la tarea que tenían los directores de Cien años de soledad, Alex García y Laura Mora, y de los productores, Rodrigo y Gonzalo García, los hijos del Premio Nobel.
En primer lugar, hay que aclarar que la novela por la publicada en 1967 por la Editorial Suramericana de Argentina no es la versión audiovisual de Netflix. Esta última es una interpretación basada en la novela. Pretender comparar la novela escrita con la serie audiovisual es tarea de ingenuos que no comprenden que estamos enfrentados a dos lenguajes y dos códigos diferentes.
En vida, Gabo nunca quiso que se llevara al cine esta novela clásica de la literatura hispanoamericana. Veía muy difícil que en el cine se pusiera en escena el lenguaje de la novela, y sobre todo, la atmósfera y el universo poético rico y complejo de la familia Buendía.
En general, si la producción audiovisual de Netflix está bien lograda, la serie está desprovista del “duende” que debe tener toda obra de arte, como lo dijo el poeta andaluz Federico García Lorca.
A pesar de los esfuerzos de sus directores, la serie está “desguazada”. Y esto es una característica de las series fílmicas de la actualidad: convertir la parrilla del cine a un proceso de hamburguisación con patatas fritas.
¿Para qué sirve la versión de Netflix? Para continuar difundiendo la obra del Premio Nobel colombiano. Así mismo, para que el lector que no ha leído la novela de Gabo, se motive, y se acerque a ella.
¡A mis caros lectores les deseo una feliz navidad y un venturoso año 2025!