Carta a un amigo que se fue
Querido Toni:
Este pasado fin de semana he estado en el Monasterio de Silos en un encuentro literario, y en este lugar de paz, silencio, rezo y canto gregoriano, sin saber por qué, te he recordado en muchas ocasiones; en los momentos de recogimiento en la iglesia, recorriendo su vetusto claustro, visitando su hermosa biblioteca y, sobre todo, cuando pensaba en que ya no estás con nosotros y no podré comentarte cómo he sentido mi estancia en esta abadía.
Yo no sé si has estado aquí alguna vez, pero sí recuerdo con claridad tus palabras y tus comentarios sobre el Monasterio de Valvanera, cuando me contabas en aquellas caminatas que hacíamos cómo era la atmósfera que allí se respiraba, y cómo se transformaban en el otoño los verdes bosques de los alrededores, cuando las hojas de los árboles —me decías—cambiaban su color en ocres, anaranjados y verdes pálidos, e incluso en tonos rojos, y recuerdo también el énfasis con el que me recomendabas que hiciera ese recorrido por las carreteras que llevan al monasterio en esas fechas. Quizá estas conversaciones sobre Valvanera han sido las que me han llevado a relacionarte y recordarte en Silos.
Allí conversando con algunos amigos les he dicho que hablar de ti es hablar de alguien muy singular. Hoy, que ya no estás entre nosotros, tu recuerdo es el mismo que cuando podíamos disfrutar de tu compañía. Aún es pronto para pensar que ya no te veremos más. Tú eras esa persona agradable, desinteresada, amena y cariñosa que todos queremos tener a nuestro lado como un buen amigo. He tenido la fortuna de hacer muchos kilómetros andando contigo, en esas rutas que con frecuencia hacíamos, y he podido conocer y comprender lo que era tu pensamiento con la vida, con la familia y con todos los que estábamos cerca de ti. Tu particular forma de ser, tu carácter bondadoso, tu templanza en el comportamiento con los demás, siempre hizo que te respetáramos y que todos te quisiéramos. Siempre fuiste el hombre capaz de entender cualquier problema o situación y ayudar en todo cuanto pudieras hacer para solucionarlo.
La muerte es consustancial con la vida, es un hecho cierto para todos, no podemos sustraernos a ella, pero tú te fuiste muy pronto de una manera inesperada dejándonos sobrecogidos. A mí no me cabe duda de que por tu bonhomía demostrada, tu buen hacer, el cariño dado a tu familia, a los amigos, y el haber sido una buena persona en este mundo, todo ello servirá para que esa energía positiva que te dio fuerzas para vivir esté surcando el espacio y nos permita algún día volver a encontrarnos en alguna parte del universo. Yo estoy seguro de que tu alma —que en su mejor definición era la de un hombre bueno—, nos estará viendo ahora a todos, familia y amigos, unidos al recuerdo que tenemos de ti, de tu notable personalidad y de tu cariño, siempre bajo la tristeza de tu ausencia y el deseo que todos tendríamos de abrazarte si ello fuera posible.
El grupo SETEROS, del que fuiste fundador y del que formabas parte, no olvidará nunca tu compañía, la preparación tan detallada de las rutas anuales, tus consejos, los buenos ratos en la comidas, las sobremesas con las clásicas partidas de pocha —juego en el que eras el maestro—; nunca olvidaremos tu buen conocimiento del campo, de las rutas, de los caminos, y de que había que hacerte caso cuando indicabas los cruces equivocados. Toni no fallaba nunca, seguimos diciendo.
Te escribí esta carta bajo el pensamiento de Silos, porque el recogimiento que se respiraba en esos muros de piedras centenarias me llevó a ti y a tu recuerdo. No sé a dónde voy a enviártela, confío en que la energía de la que antes te hablé te llegue y te alcance por donde quiera que estés. Seguro estoy de que, como decía mi glosado Vincent van Gogh, con tu muerte estarás surcando los cielos de estrella en estrella.
Te envío mi cariñoso abrazo en nombre de todos los que por aquí estamos y te seguimos queriendo.