El capital humano y la riqueza de las naciones
Vivimos en un mal llamado estado del bienestar dirigido por políticos que han pervertido la naturaleza de dicho sistema. Estos políticos están corrompidos por la ambición de perpetuarse en el poder, son los que Hayek calificó como “los socialistas de todos los partidos”. Con el fin de asegurarse grandes cantidades de votos usan nuestro dinero para crear redes clientelares mediante la expansión innecesaria de las administraciones públicas y la concesión de enormes cantidades en subsidios, ayudas y rentas de todo tipo cuya excesiva cuantía y duración desincentiva el esfuerzo ligado al trabajo. Esto último explica en gran medida porqué aun habiendo una gran demanda de trabajadores en la agricultura, la construcción, la pesca, la restauración y el transporte, millones de trabajadores españoles prefieren seguir sin trabajar.
Esta misma semana una ministra del gobierno se jactaba de haber aumentado enormemente el número de personas que reciben el ingreso mínimo vital con un coste total de 13.000 millones de euros. En este hecho no hay nada que celebrar sino todo lo contrario porque lo que necesitamos es que cada año sean menos los que reciben este subsidio porque han sido formados y capacitados para trabajar y producir, y por lo tanto se han vuelto autosuficientes.
Es justo y humano ayudar a los que pasan dificultades por la falta o insuficiencia de ingresos, pero nunca tanto como para desincentivar el deseo de trabajar, o las ganas de dotarse de los conocimientos y técnicas necesarias para ser productivos. Por eso las ayudas para aquellos en edad de trabajar deben ser moderadas y temporales y deben estar ligadas a la consecución de hitos en el estudio y la formación profesional, así como la aceptación de ofertas de trabajo.
Un estado del bienestar excesivamente generoso que desincentiva el trabajo y que no apuesta por la excelencia en el desarrollo del capital humano es una rémora que lastra la prosperidad y condena a la sociedad a la mediocridad, y en muchos casos a la mera subsistencia. Esto explica en parte por qué España se ha estancado y está declinando desde 2010, o por qué crece la pobreza a pesar de que el estado nunca ha sido más grande ni ha tenido más recursos.
Lo más importante que puede hacer el estado por la sociedad es ofrecerle una educación y una formación profesional excelente, lo cual es compatible en ciertos casos con subsidios temporales. La capacitación para la vida profesional, ese conjunto de conocimientos y ese saber-hacer que nos permite participar en la creación de bienes y servicios demandados por la sociedad, es lo que constituye nuestro capital humano. Este es nuestro mayor bien después de nuestra propia vida, activo intangible que tiene la enorme cualidad de que no puede ser confiscado por los políticos como el dinero o los bienes.
La riqueza de las naciones proviene de su capital humano, de manera que cuando un país es pobre o tiene un triste pasar, es porque este está insuficientemente capacitado, y/o porque no se dan las condiciones para que pueda generar riqueza. Estas condiciones son casi siempre una democracia de corte liberal dotada de un marco legal y fiscal estable y moderado que favorezca el mercado, la inversión, el comercio y la excelencia en la educación.
España es una medianía que declina porque nuestros políticos no se preocupan de la calidad de la formación de la ciudadanía (por esto aparecemos siempre entre los últimos puestos en la encuesta PISA), y también porque desde hace al menos 15 años carecemos del marco legal y fiscal señalado.
Todo esto hace que a pesar de que nuestra una economía esté expansión (aunque este crecimiento es en gran medida a base de deuda y por lo tanto es de corto recorrido) tengamos un desempleo total y juvenil elevadísimo, una tasa de abandono escolar excesiva, y cientos de miles de NiNis (ni estudio ni trabajo).
En 1970 Uganda tenía una notable comunidad de indios provenientes de Gujarat. Eran muy trabajadores y emprendedores y como consecuencia mucho más prósperos que los ugandeses. En un alarde de socialismo extremo el gobierno populista del momento decidió confiscarles todo y expulsarlos del país. Los indios emigraron a GB y unos años después volvieron a ser prósperos gracias a la calidad de su capital humano. Sin embargo, Uganda se volvió aún más pobre que antes una vez consumido todo lo robado. Eran aún menos prósperos que antes porque habían perdido a la comunidad más productiva y emprendedora del país, lo cual tuvo un impacto notable en la producción y el comercio.
La lección de todo esto es que nos pueden confiscar todo o gran parte del sueldo y el patrimonio, como sucede actualmente en España o en Francia, pero no pueden quitarnos nuestro capital humano, aquello que nos permite ser capaces de producir, emprender, crear, inventar y comerciar.
La clave de la riqueza de las naciones es el capital humano dentro de un marco legal y fiscal favorecedor de la actividad productiva. Esto ha convertido a Japón en un país rico en pocas décadas, a pesar de que carece de materias primas u otras riquezas naturales y de que en 1945 estaba totalmente destruido.
Si no centramos el tiro en producir sólo podremos repartir pobreza, y para generar riqueza en abundancia, es necesario buscar la excelencia en la formación del capital humano. Cuanto mayor sea este, mayores serán la productividad y los sueldos, y más crecido será el nivel de vida de toda la población.