Los beneficios
Este es uno de los conceptos peor entendidos de la economía. Para los socialistas de todos los partidos es nada menos que un abuso, un robo que enriquece a los empresarios a costa de los consumidores y de los trabajadores. Vamos a ver que esto se aleja enormemente de la realidad.
Muchos son los que piensan que la ganancia consiste en un cobro innecesario que se añade a los costes de producción. Suelen creer que eliminando los beneficios los bienes y servicios serían más baratos. La verdad es que, en comparación con los países donde impera el libre mercado, allí donde se impone el socialismo anti mercado la población tiene muchos más problemas para adquirir los bienes y servicios que necesita. Estos problemas son la escasez, la falta de calidad, y mayores precios.
La esperanza de obtener un beneficio, y el miedo a realizar pérdidas, hacen que el empresario trate de producir al menor coste posible y a vender al mayor precio que estén dispuestos a pagar los consumidores. En cambio, los administradores de empresas que pertenecen al estado no tienen incentivos para ser eficientes y producir de la forma más competitiva posible. ¿Por qué habrían de hacerlo si generar pérdidas no tiene consecuencias puesto que el estado va a venir al rescate todos los años?. No solo esto, los gestores públicos no tienen interés en innovar para mejorar sus productos, como sí lo tienen que hacer las empresas privadas si desean sobrevivir en el mercado.
Brézhnev dijo en una ocasión que los administradores de las empresas soviéticas le temían a la innovación “como el diablo le teme al incienso”. No solo sucede esto bajo el socialismo totalitario, ocurre lo mismo bajo el socialismo democrático. En la India posterior a 1947, las empresas protegidas por los sucesivos gobiernos socialistas, como las de automoción, no necesitaban innovar ni ser eficientes pues carecían de competencia. Como todo socialista mal informado, Nehru odiaba el beneficio. El resultado fue el atraso y el empobrecimiento de su país.
Hasta 1990 el coche más vendido en la India era una copia de mala calidad de un coche inglés de los años 50. Se trataba de un coche desfasado, caro, ineficiente, poco fiable y muy inseguro. Esto fue el resultado del afán por limitar la iniciativa privada y la búsqueda de beneficios. Como no se podían importar coches extranjeros, y la competencia interior era escasa, los productos eran malos y la lista de espera era incluso de años. No solo esto, la baja competitividad de la industria aseguraba bajos salarios para los trabajadores.
Cuando hay libertad económica, y por lo tanto competencia, los incentivos producen los efectos contrarios a los del socialismo, es decir mejores productos, menores precios, y mayor abundancia. La posibilidad de ganar dinero combinada con el temor a arruinarse espolea la creatividad y la innovación de empresarios e inversores, y este proceso no termina jamás, beneficiando con ello a la sociedad en su conjunto.
La empresa que alcanza el éxito y genera grandes beneficios es sustituida con frecuencia por otra unos años después gracias a que la segunda consiguió hacer lo mismo de forma más económica o un producto mejor a un precio similar. En los 70 Intel era una empresa líder en materia de microchips. Sin embargo, la competencia de AMD, entre otras, impulsó la innovación hasta nuevas cotas. En 2024 el líder se llama Nvidia y su valor de mercado es más de 19 veces el de AMD, y 31 veces el de Intel. De hecho, mientras que la primera disfruta de una rentabilidad sobre el capital del 127%, la de la segunda es de solo el 3% y la de tercera es del -18%. Esto sucede porque NVIDIA ha conseguido ofrecer microchips más avanzados con una relación calidad/precio superior a la de sus rivales.
Los ganadores de hoy son los perdedores de mañana, pero en todo caso la sociedad gana siempre al poder disponer de mejores bienes y servicios a menores precios. Este proceso de creación de riqueza impulsa los sueldos de las clases medias por medio del crecimiento de la productividad.
La competencia en la búsqueda del beneficio por parte de la industria tecnológica ha disparado la productividad de la economía americana, lo que ha permitido un notable crecimiento de la renta per cápita y del sueldo medio de los ciudadanos hasta el punto de ensanchar la brecha de riqueza con Europa un 70%. En nuestro continente el exceso de intervencionismo estatal dificulta la inversión, el emprendimiento y la generación de beneficios suficientes para remunerar el capital y los riesgos adecuadamente. Esta es la principal causa de nuestro estancamiento económico.
Siempre que haya competencia, tanto el beneficio como la pérdida son poderosos incentivos para innovar y ser más eficientes, lo que se traduce en menores costes y precios de venta en términos reales. Impedir o limitar el beneficio garantiza el atraso y la mala asignación de recursos escasos, y por lo tanto el empobrecimiento de la sociedad.
El capitalismo tiene un coste, la ganancia, como no puede ser de otra manera porque el capital empleado y el riesgo deben ser remunerados, así como la creatividad y el trabajo de los empresarios. El estatismo también tiene un coste, la ineficiencia, cuyos frutos amargos son bienes y servicios más caros, menos avanzados, y de peor calidad. Siempre y en todo lugar la ineficiencia supera a la ganancia y por eso el socialismo es empobrecedor.
El beneficio es por lo tanto el precio que pagamos por la eficiencia, es decir por la mejor asignación de recursos posible, aquella que maximiza la generación de riqueza no solo en favor de los accionistas y empresarios, sino también para los trabajadores y la hacienda pública. Las personas que viven en economías de mercado coordinadas por precios libres tienen niveles de vida notablemente más altos, es un hecho fácilmente contrastable.
China y la India son hoy en día mucho más prósperas que hace 50 años, gozan de grandes y crecientes clases medias gracias a que el control del estado sobre los precios, los beneficios y las empresas se ha reducido notablemente desde finales del siglo XX. Un menor intervencionismo del estado, es decir una mayor libertad económica para buscar el beneficio, ha producido mucha más riqueza para el ciudadano medio.
Las ganancias no son fruto de la avaricia sino de la capacidad de algunos empresarios para reducir costes de forma a poder bajar los precios y ganar cuota de mercado. Cuando una empresa obtiene 100 millones de beneficio, eso no significa que el coste de su producción podría ser inferior en 100 millones si fuera producida por una entidad sin ánimo de lucro o una empresa pública. Al contrario, al no operar bajo los incentivos generados por el beneficio y las pérdidas, el coste es siempre mayor cuando la producción se le encarga a entidades o empresas estatales.
La avaricia no pinta nada en la economía pues si fijamos un precio mucho más elevado, y por lo tanto fuera de mercado, para ganar mucho más, los consumidores no comprarán nuestro producto ya que suelen están informados de los demás precios, y no son idiotas.
Los discursos contrarios al beneficio solo pueden ser fruto del desconocimiento o provenir de aquellos que se benefician del “cuanto peor mejor”. Que no nos engañen.