La Bañeza, el vivo recuerdo de otro tiempo
Al sur de la provincia de León existe una pequeña ciudad de apenas 10.000 habitantes, famosa por sus carnavales, por la procesión del santo potajero en Semana Santa y por una rica gastronomía, donde destacan las alubias, las ancas de rana o dulces como las yemas y los imperiales.
A mediados del mes de agosto, coincidiendo con las festividades de la Asunción, esta apacible y tranquila localidad multiplica por seis sus habitantes, aromatiza su ambiente con gasolina y tiene por hilo musical el traqueteo de pistones y el bramido de escapes, mientras todos los caminos que conducen hacia ella se convierten en interminables filas de motocicletas. ¿Y qué van buscando allí, a La Bañeza?
Pues esas miles y miles de personas se disponen a presenciar el Gran Premio de Velocidad de La Bañeza, nacido en 1952 y que actualmente es, junto con el Trofeu de Velocitat Fira D’agost de Xátiva (Valencia), el último reducto de las carreras de motos en circuitos urbanos.
En los inicios del motociclismo español rápidamente se empezaron a disputar carreras, todas ellas en improvisados circuitos en las calles de ciudades o pueblos, sin unos mínimos de seguridad. El aumento de prestaciones de las motos y la progresiva construcción de instalaciones permanentes fueron relegando al olvido a pistas urbanas míticas, tanto de las que ya hemos hablado en esta columna (Retiro en Madrid, Montjuich en Barcelona), como otras trazadas en lugares como Jerez, Zaragoza, Guadalajara o Coruña.
Consumido ya el primer cuarto del siglo XXI, La Bañeza resiste como el reflejo de un tiempo pasado, iniciado aquí en 1952 con las denominadas “corridas de motos”, primero en un circuito que, hasta 1980 y luego de 1990 a 1995, recorría las calles del mismo centro de la ciudad, a través de las recordadas curvas de La Exportadora, Los Churros, Del Cielo o Bajada de la Estación. En esos primeros años incluso funcionaban las apuestas, como en los hipódromos, dando lugar a un trasiego monetario importante.
Entre 1981 y 1989 se empleó otro trazado diferente que únicamente coincidía en 100 metros con el anterior, y que era sustancialmente el mismo que se usa ahora pero al revés, en las laderas del Barrio de San Julián. La pista actual tiene una longitud de 1.820 metros, sitúa su línea de salida en
el punto más alto y desciende en sentido horario por estrechas calles hasta las curvas del parque ubicado en la Plaza de los Reyes Católicos. Esa bajada entre casas se conoce como el sacacorchos, emulando al mítico trazado de Laguna Seca (USA).
Hasta la fecha se han celebrado nada menos que 63 grandes premios, llegando a ser puntuable para el Trofeo Nacional Senior entre 1977 y 1985. La evolución tecnológica supuso que se prohibieran por su alta velocidad las motos de 250 c.c. en 1986, que volvieron a verse a partir de 1994 en versiones clásicas. Como consecuencia de todo esto, los grandes nombres del motociclismo dejaron de correr en La Bañeza, quedando como un bonito recuerdo la presencia de leyendas como Torras, Nieto, Gracia, Medrano, Escuder, Grau, Garriga, Aspar o Herreros. Solo las clásicas permiten volver a disfrutar del pilotaje de grandes figuras ya retiradas, como Phil Read (7 veces campeón del mundo), que hasta que no ganó aquí no cejó en el empeño.
Actualmente son las motos de 125 c.c. y las moto3, junto con las clásicas de 2 y 4 tiempos, las que conforman el programa de carreras, si bien las de moto3 estarán vetadas a partir de 2027. Es el precio por poder seguir viendo carreras en La Bañeza, el aumento de las velocidades es inasumible cuando se corre entre edificios y con balas de paja como única protección. El que el año pasado falleciera un participante al golpearse de frente contra las protecciones de una fachada, tras ceñirse demasiado en una curva, ha puesto de nuevo sobre la mesa el debate sobre la viabilidad de seguir corriendo así. Y es que ese incidente, en una pista permanente, probablemente ni siquiera hubiera acabado con el piloto en el suelo.
A pesar de todo, La Bañeza no ha sido un circuito de grandes accidentes, pues en su pasado solo hubo que lamentar la muerte en 1985 de un espectador situado en una zona prohibida. Sin embargo, el Moto Club Bañezano y la corporación municipal ya eran conscientes en 1988 de la necesidad de dar una continuidad a las carreras en unas instalaciones adecuadas, comenzando su reivindicación ante la administración autonómica para su construcción.
A principios de siglo el proyecto llegó a concretarse en lo que se denominaría Ciudad Temática del Motor de La Bañeza, con la redacción de un plan director y otro de viabilidad. Se preveía un trazado de 4.200 metros con una inversión de 28 millones de euros y se aseguraba la existencia de
inversores privados que apoyarían la operación si venía auspiciada por la Junta de Castilla y León. Esta se limitó a verter bonitas palabras (y tampoco muchas, para no empachar), a la par que aducía todo tipo de trabas medioambientales, esas que se utilizan como comodín cuando no se quiere hacer algo y de las que luego nunca más se sabe. Por tanto, el proyecto quedó en el olvido y las carreras en La Bañeza quedaron condenadas a seguir siendo iguales que en los años cincuenta.
Lo que supuso un fiasco para la sociedad civil bañezana, con el tiempo se ha transformado en un mito al que peregrinan millares de aficionados. Acudir cada agosto a presenciar las carreras en el circuito urbano traslada a los espectadores a otro tiempo, en el que la acción está más cerca (quizás demasiado) y las carreras se viven más intensamente. Solo aquí se pueden ver hoy, como hace 60 años, a los bajos y garajes cercanos al circuito reconvertidos en improvisados boxes, gracias a la generosidad y afición de los bañezanos.
A pesar del indudable peligro de ver gente sentada en los bordillos a pie de pista o a las motos avanzar entre pasillos humanos (fue Ángel Nieto el que dijo que aquí se corría tocando la punta de los zapatos del público),
¡larga vida a La Bañeza!