Antonio Machado. amor y amistad
El 26 de julio se cumplen 150 años del nacimiento en Sevilla, en 1875, de uno de los más grandes poetas en lengua castellana: Antonio Machado Ruiz.
Abrió los ojos a su primer amanecer, a las cuatro y media de la madrugada, en una de las viviendas de alquiler del Palacio de las Dueñas, propiedad de los Duques de Alba, de las que su padre, Antonio Machado Álvarez ("Demófilo"), gran folclorista, era administrador. Se celebraba la festividad de Santa Ana y el santo de su madre, Ana Ruiz, de la que él era su segundo hijo.
A los 8 años se traslada con su familia a Madrid, donde se educará hasta los 14 en la Institución Libre de Enseñanza. Exceptuando dos estancias en París con su hermano Manuel, pasa su juventud en la capital de España, donde lleva una vida algo bohemia: meritorio en la compañía de teatro de María Guerrero; asistente a tertulias, cafés, conciertos; colaborador en varias revistas y sobre todo poeta. En 1903, con 28 años, publica su primer poemario, "Soledades", y en 1907, una versión ampliada, "Soledades, galerías y otros poemas". Este año es decisivo para él, obtiene por oposición la cátedra de francés en el Instituto General y Técnico de Soria ( la capital más pequeña de España, 7000 habitantes) y a ella se traslada.
Lo que allí le sucede cambiará su vida y su obra. "Cinco años en Soria -escribirá- orientaron mis ojos y mi corazón a lo esencial castellano". "Ya era otra mi ideología". Este cambio queda reflejado en su poemario "Campos de Castilla", publicado en abril de 1912. En Soria encuentra el amor, su Leonor, y a un buen amigo, el oscense José María Palacio, que le inspirará uno de sus mas bellos poemas.
A José María Palacio
"Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del rio y los caminos?..."
(Baeza, 29 de abril de 1913)
A Leonor la conoce en la pensión de sus padres, de la que es huésped. Es una adolescente de 13 años. Dos años después, cuando ha cumplido los 15, edad legal para el matrimonio, se casa con ella en la iglesia de Santa María la Mayor. Es el 30 de julio de 1909 y Antonio acaba de cumplir 34. Palacio, que sin duda asiste a la boda, escribe la crónica de la ceremonia. Su esposa, Heliodora Acebes, es prima hermana de Leonor y él, un gran amigo del novio.
Entre ellos tejieron "lazos de profunda amistad y de complicidad, sobre todo en el dolor, al acompañarse mutuamente cuando perdieron a sus seres queridos. Primero fue la muerte de Carmen, a penas un bebé, y Antonio estuvo cerca de José María, más tarde se produjo la de Leonor y fue entonces José María el que arropó al poeta; un tiempo después (1915) fallecía Rosario, otra hija de Palacio, quien en su duelo volvió a sentir cerca a Antonio" (Jesús Rubio Jiménez. "José María Palacio Girón. Un regeneracionista aragonés en Castilla").
Además compartían ideas y aficiones, como el periodismo, las tertulias en el Casino Numantino, el amor por la literatura, los paseos y excursiones, de las que debió ser impulsor Palacio, funcionario desde 1901 en la Sección de Montes del Distrito Forestal de Soria. Además, entre 1906 y 1912, fue periodista de "Tierra soriana" y fundó, en 1912, en colaboración con Antonio, "El porvenir castellano", del que será director.
El 1 de agosto, un mes después de que salga su primer número, muere de tuberculosis Leonor. El poeta se derrumba. El 8 abandona Soria, pide nuevo destino, que será Baeza, donde se siente "solo, triste, pensativo y viejo", tiene 37 años. El amigo queda al cuidado de la tumba de Leonor que reposa en el cementerio del Espino.
(...) "Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios,
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra".
El 28 de octubre de 1912, Palacio escribe en "El Porvenir Castellano",
Crónica para Antonio Machado
"Poeta insigne y entrañable amigo: queda cumplida la promesa que le hice en una de mis últimas cartas. Hoy hace un año que llevé a su inolvidable Leonor (q.e.p.d.) un ramo de rosas cortadas en el jardín de nuestro amigo Aparicio y se las entregué en la plazoleta del Mirón, a donde la llevaba usted y una madre amante, para que la malograda esposa encontrase alivio a su mal, respirando aire puro bajo un olmo secular.
(...) También hoy la he dedicado otro ramo pero, ¡ay! se lo he llevado a su tumba.
Era un día como aquel, sereno y caliginoso, y en vez de ir a encontrar a la esposa del poeta y el amigo bajo la sombra del olmo secular y frondoso, he dirigido mis pasos al cementerio.
Los cerrillos contiguos a El Espino, tenían ese claroscuro de las primeras horas de la mañana.
La profunda amistad seguirá entre ellos, y llevará a Antonio a crear un apócrifo homónimo, el único, que llevará su nombre y detalles biográficos, y al que hará morir en Huesca, la tierra del amigo. Este hecho y sus circunstancias quedan para una próxima crónica.