Revolución individual

El actual escenario político mundial

D: ¿Podrías darnos una visión general del actual escenario político mundial y sus principales desarrollos?

R: El mundo de la política, gestionado durante demasiado tiempo por adultos adulterados, corrompidos por ambiciones personales y dinámicas de poder, se encuentra ahora en manos de una nueva generación de adultos-niños: seres libres, alegres y juguetones, decididos a enfrentar los desafíos y responsabilidades que les esperan con un espíritu ligero.

Mientras la política siga siendo un juego creativo, un escenario puramente cinematográfico, una teatralidad consciente en la que las ideas se encuentran sin miedo a ganar o perder, el éxito abrazará a todos los que formen parte de ella.

Cuando la ironía y la ligereza impulsan el cambio

La historia misma nos lo enseña: actores, cómicos y artistas, portadores de ligereza e ironía, han inaugurado a menudo épocas de cambio, trastocando realidades políticas y económicas con una increíble fuerza propulsora.

Ronald Reagan, en su día actor de Hollywood, transformó la política estadounidense en una narrativa apasionante, mientras que en Ucrania, Volodymyr Zelensky, un comediante que interpretaba a un presidente ficticio, terminó liderando realmente su nación en un momento crucial.

De manera similar, Beppe Grillo, con su teatro disruptivo, dio vida al Movimiento 5 Estrellas, sacudiendo la política italiana durante más de una década. Y, más recientemente, las manifestaciones teatrales de Javier Milei en Argentina han captado la atención y el entusiasmo de un pueblo en busca de cambio.

Incluso Donald Trump, con su reality The Apprentice, construyó un personaje mediático que primero entró en el imaginario colectivo y luego, de manera explosiva, en el mundo de la política, transformando su ascenso al liderazgo en un auténtico espectáculo global.

El peligro de olvidar el juego

Todos ellos, en un principio, encarnaron la poderosa ligereza del “creer sin creer”: ese juego sutil entre la fe y el desencanto, entre la realidad y la representación de la realidad, que permite cuestionar las verdades absolutas, las convenciones y las creencias rígidas sin convertirse en prisioneros de ellas.

Sin embargo, en el momento en que comienzan a creer y a identificarse con su propio rol, perdiendo la luminosidad y la ligereza que hicieron posible su milagroso ascenso, empiezan a tambalearse, cayendo en un abismo de competencia destructiva, plagado de estrategias absurdas, intrigas y miedos. Y así, la magia se desvanece.

Lo que antes era un arte creativo, potente y arrollador, se desmorona en una arena de rivalidad y decadencia. Así, quien fue un innovador se endurece en su rol de líder; quien subvirtió el sistema termina prisionero de él; y quien trajo alegría y ligereza a su nación acaba atrapado en los mismos miedos que creía haber vencido, arrastrado por sombras enterradas en los rincones más oscuros de su ser.

“Creer sin creer” es la ley

El verdadero desafío, entonces, es no olvidar que la política es solo un juego. Un juego fascinante mientras se crea en el mismo instante en que se juega, sin identificarse con él, sin dejarse atrapar por el tiempo y sus reglas.

“Creer sin creer” es la ley. Solo quien sigue soñando y bailando sobre el hilo de la más absoluta ligereza puede escapar a la atracción gravitacional de un poder ilusorio.