Fondos europeos

Gestión de los fondos europeos: solo un 0,3 % ejecutado y un modelo de inversión en entredicho

Sede del Banco Central Europeo - BCE

España solo ha comprometido 87 millones de los 32.000 millones presupuestados del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia hasta marzo, según la IGAE. El retraso, la inacción de varios ministerios y la falta de impacto real levantan críticas generalizadas

España afronta un escándalo creciente por la escasa ejecución de los fondos europeos Next Generation. Según los últimos datos de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE), solo el 0,3 % de los fondos asignados a través del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR) ha sido comprometido en el primer trimestre de 2025. Es decir, de los más de 32.000 millones presupuestados, apenas 87 millones han llegado a la economía real.

La cifra ha provocado un aluvión de críticas no solo por su mínima magnitud, sino también por lo que revela: una gestión lenta, ineficaz y descoordinada en uno de los pilares clave del plan de recuperación tras la pandemia.

Cinco ministerios con ejecución cero

La situación se agrava al conocer el desglose por departamentos. Cinco ministerios no han ejecutado absolutamente nada hasta el 31 de marzo, entre ellos:

  • Ministerio de Vivienda, con cerca de 3.000 millones asignados.

  • Ministerio de Juventud, con 114 millones.

  • Ministerio de Seguridad Social, con 225 millones.

  • Ministerio de Economía, con 2.400 millones.

  • Ministerio de Ciencia e Innovación, que apenas ha movido 3.000 euros de los más de 1.500 millones de su presupuesto.

Estos datos han generado estupor tanto en ámbitos económicos como políticos. El retraso no es solo una cuestión técnica: es un obstáculo directo para la recuperación del crecimiento y la competitividad en sectores clave.

¿Dónde está el problema?

La falta de ejecución se atribuye a un modelo de gobernanza opaco y complejo, con escasa coordinación entre el Gobierno central y las administraciones autonómicas, una burocracia paralizante y la ausencia de una estructura ágil para desplegar los fondos.

Además, hay críticas internas hacia lo que algunos califican de “gobierno paralizado”. Se denuncia que muchos ministerios actúan con miedo a equivocarse o a ser cesados, y no adoptan decisiones estructurales de calado.

Malas decisiones, prioridades cuestionadas

Incluso en los casos en los que sí se han gastado fondos, las prioridades elegidas generan controversia. El Ministerio de la Presidencia, por ejemplo, ha ejecutado cerca del 30 % de su asignación —una excepción—, pero ha destinado buena parte a proyectos medioambientales de bajo impacto inmediato, como planes de adaptación ecológica o transporte transeuropeo, mientras que infraestructuras clave como la red ferroviaria siguen sin recibir inversión directa.

El Ministerio de Transición Ecológica, otro de los más activos, ha canalizado más de 57 millones en iniciativas de bajas emisiones y movilidad verde, pero no se han traducido aún en mejoras palpables, especialmente tras el reciente apagón que ha puesto en cuestión la capacidad del sistema para absorber renovables.

Una oportunidad que se diluye

El impacto económico potencial de estos fondos es mayúsculo. Se calcula que su ejecución efectiva podría suponer un incremento del 2 % del PIB nominal, si se canalizan de forma eficaz hacia la economía productiva. Sin embargo, a este ritmo, la oportunidad histórica de transformar el modelo productivo español puede diluirse en inacción, ineficiencia y gasto simbólico.

Consecuencias políticas y económicas

El retraso en la ejecución ya ha tenido consecuencias: la Comisión Europea ha solicitado explicaciones y en el ámbito nacional la oposición reclama responsabilidades y transparencia. La falta de impacto visible empieza a erosionar también el crédito político del Gobierno ante la ciudadanía.

La gran pregunta ahora es si se podrá reconducir la situación a tiempo. España dispone de los fondos, pero falla en la implementación. Y en un momento en que otros países europeos muestran avances notables en digitalización, reindustrialización y transición energética, el retraso español pone en riesgo su competitividad futura.

La gestión de los fondos europeos no es solo una cuestión contable. Es la columna vertebral del modelo económico pospandemia. Y el balance, por ahora, es un suspenso con consecuencias de largo alcance.