Crónica cultural por José Belló

Exposición Gabriele Münter. La gran pintora expresionista

Vista de la exposición
Su obra estará En el Museo Nacional Thyssen- Bornemisza, hasta el 12 de febrero de 2025 

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza ha inaugurado la exposición Gabriele Münter. La gran pintora expresionista, que estará abierta al público hasta el 12 de febrero de 2025. Esta muestra, la primera retrospectiva dedicada a la artista en España, ofrece un recorrido por su vida y obra, reivindicando su contribución al arte moderno.

Gabriele Münter (1877-1962) fue una figura clave del expresionismo y una de las fundadoras de El Jinete Azul (Der Blaue Reiter), el influyente grupo artístico surgido en Múnich a finales de 1911, al que también pertenecieron figuras como Wassily Kandinsky y Franz Marc. Aunque su obra es bien conocida en Alemania, solo en los últimos años ha comenzado a recibir mayor reconocimiento en otros países europeos.

El Museo Thyssen-Bornemisza, que cuenta con cuatro de sus pinturas en su colección permanente, organiza esta exposición como parte de su compromiso con la recuperación del legado de grandes mujeres artistas, destacando su papel y relevancia en la Historia del Arte.

La exposición 

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza en Madrid presenta una exposición dedicada a Gabriele Münter, figura destacada del expresionismo alemán y miembro del movimiento de El Jinete Azul. A través de 145 obras, incluyendo pinturas, dibujos, grabados y fotografías, la muestra explora tanto la riqueza de su trabajo como su lucha contra las limitaciones impuestas a las mujeres artistas de su época.

La exposición se desarrolla en un recorrido cronológico y temático que comienza con autorretratos y fotografías, mostrando su autoexploración y conexión con medios modernos como la fotografía. A continuación, se presentan obras de su etapa junto a Wassily Kandinsky en sus viajes por Europa y el norte de África, culminando en su producción durante el periodo de El Jinete Azul, caracterizado por líneas precisas y colores vibrantes.

El relato también incluye su tiempo en Escandinavia durante la Primera Guerra Mundial y la evolución de su obra tras regresar a Alemania en los años 20. Este proyecto, realizado en colaboración con instituciones como The Gabriele Münter and Johannes Eichner Foundation y la Städtische Galerie am Lenbachhaus de Múnich, cuenta con el apoyo de la Comunidad de Madrid. Después de Madrid, la exposición viajará al Musée d’Art Moderne de París.

Esta muestra no solo celebra la obra de Münter, sino también su espíritu innovador y experimental, convirtiéndola en un ícono del arte moderno.

Reflejos y sombras 

La primera sala de la exposición de Gabriele Münter está centrada en los autorretratos que realizó a lo largo de su carrera, especialmente entre 1908 y 1914, una etapa clave en la que fue una de las figuras principales del expresionismo en Múnich. En esta sección, se incluyen también algunas fotografías que muestran la sombra de la propia artista, un recurso que utilizó en sus composiciones para incluir su figura de manera indirecta. Esta técnica aparece también en varios de sus cuadros, como *Paseo en barca* (1910) y *Desayuno de los pájaros* (1934), donde la artista se representa a sí misma de espaldas, en primer plano. Estas imágenes, tanto en forma de autorretratos como en las composiciones fotográficas, reflejan la exploración constante de Münter en su imagen personal y su relación con el entorno.

Naturaleza muerta con cuenco blanco, 1912

Comienzos en blanco y negro 

Entre 1898 y 1900, Gabriele Münter realizó un viaje a Estados Unidos, donde sus padres, emigrantes retornados a Alemania, se habían conocido y casado. Este viaje marcó la primera vez que Münter visitaba el país. Durante los dos años que vivió en diferentes lugares con sus parientes maternos, la artista observó detenidamente la sociedad estadounidense, documentando todo lo que le resultaba interesante en sus cuadernos de apuntes. En 1899, recibió como regalo una cámara Kodak portátil, lo que le permitió introducir la fotografía de manera significativa en su trabajo artístico, además de su faceta como dibujante.

La exposición incluye una selección de 20 de las más de 400 fotografías que Münter tomó durante este viaje crucial. Estas imágenes no solo son valiosas por su calidad, sino también por su impacto en la evolución artística de la pintora. A través de sus fotos, Münter exploró por primera vez temas como el paisaje, las vistas urbanas, los interiores domésticos y el mundo del trabajo, todos ellos aspectos que más tarde incorporaría a sus pinturas. La forma en que captó instantes, su trabajo en series y su enfoque analítico para estructurar el espacio con pocas líneas, se reflejaría después en su estilo pictórico característico.

Sala de estar en Murnau (Interior), hacia 1910

Aire libre 

A su regreso a Alemania en 1901, Gabriele Münter inició su formación artística en Múnich, lo que la llevó al año siguiente a unirse a la escuela Phalanx, fundada por Wassily Kandinsky. Este encuentro con Kandinsky fue crucial, ya que sus clases de pintura influyeron decisivamente en su elección de la pintura sobre la escultura, un campo que inicialmente le había interesado. Entre 1902 y 1903, Münter participó en las campañas pictóricas organizadas por Kandinsky en las zonas rurales de Baviera, donde realizó sus primeros trabajos al óleo. 

De 1904 a 1908, Münter y Kandinsky viajaron juntos por Europa y el norte de África, y se instalaron durante un año en París. Este período fue crucial para su desarrollo, ya que tuvo la oportunidad de conocer las obras de artistas como Gauguin, Van Gogh y los fauvistas, con Henri Matisse como principal referente. Durante estos viajes, su interés por la fotografía continuó, y a menudo pintaba al aire libre, capturando la misma escena tanto con su cámara como con los pinceles. Las obras de este período están estrechamente relacionadas con el impresionismo tardío, destacándose por un mayor interés en los volúmenes y una menor preocupación por los efectos atmosféricos, lo que marcaría un contraste con las técnicas impresionistas tradicionales.

Kandinsky y Erma Bossi sentados a la mesa, 1909-1910

El descubrimiento de Murnau 

Tras regresar a Múnich en el verano de 1908, Gabriele Münter, junto con Kandinsky y la pareja formada por Alexej von Jawlensky y Marianne von Werefkin, visitó el pintoresco pueblo bávaro de Murnau, situado en las estribaciones de los Alpes. Durante su estancia en este lugar, los cuatro artistas trabajaron en estrecha colaboración, creando obras que más tarde serían consideradas fundamentales para el desarrollo del expresionismo en el sur de Alemania. Esta etapa fue descrita por Münter como una época "creativa, maravillosa, interesante y feliz", durante la cual los artistas discutían y compartían intensamente sobre el arte. 

Las obras de Münter de esta época reflejan una transición estilística significativa, alejándose de sus anteriores pinturas de pinceladas cortas y empastadas, y adoptando un estilo más fluido. Sus composiciones empezaron a eliminar lo anecdótico, centrando su atención en el color y la emoción pura. Al año siguiente, en 1909, Münter regresó a Murnau con sus compañeros, y adquirió una casa en las afueras del pueblo, que acabaría siendo un refugio personal y también un epicentro de la vanguardia artística alemana en los primeros años del siglo XX.

Naturaleza muerta en gris, 1910

Personas 

Gabriele Münter siempre tuvo un profundo interés en la representación de personas, especialmente mujeres y niños, un tema recurrente tanto en sus cuadernos de apuntes como en sus fotografías. La artista consideraba la pintura de retratos como una de las tareas más difíciles y espirituales, lo que le exigía una gran audacia. En sus retratos, se observa una notable habilidad para equilibrar la reducción de elementos compositivos con una sorprendente fidelidad al parecido físico de los sujetos retratados. 

A lo largo de su carrera, y especialmente después de su cambio de estilo en Murnau, los retratos de Münter experimentaron una transformación significativa. Los colores se volvieron más intensos, las formas se simplificaron, y los contornos se oscurecieron. Inicialmente, la artista retrataba a personas de su entorno situándolas sobre fondos neutros, pero más tarde comenzó a integrarlas en composiciones más complejas, en las que los personajes interactuaban con su entorno, incluidos los objetos que los rodeaban, o bien se situaban en escenas de género. Esta evolución en su estilo refleja su crecimiento artístico y su búsqueda por una mayor profundidad emocional y expresiva en sus obras.

Kandinsky tumbado entre dos sillas de jardín delante de la casa de Münter en Murnau, hacia 1909

Interiores y objetos 

Entre 1909 y el inicio de la Primera Guerra Mundial, Gabriele Münter pasó los inviernos en Múnich y las temporadas estivales en su casa de Murnau, la cual se convirtió en un tema recurrente tanto en sus pinturas como en sus fotografías. En esta etapa, Münter y su pareja, Wassily Kandinsky, compartían un ideal utópico de crear una comunidad artística alejada de las comodidades de la ciudad, buscando una conexión profunda con la naturaleza y la vida rural. Este estilo de vida les llevó a adoptar las costumbres locales, vistiendo trajes campesinos y dedicándose al trabajo del huerto.

Una de las influencias clave en este periodo fue la pintura sobre vidrio, una expresión artística popular de la región. Esta técnica, que utiliza formas simplificadas y colores intensos delimitados por gruesos contornos oscuros, cautivó a Münter por sus elementos visuales que resonaban con sus propios intereses artísticos. En sus pinturas y fotografías, se puede ver cómo incorporaba estas obras de vidrio en su hogar, usándolas como elementos clave en sus naturalezas muertas, que buscaban una conexión espiritual con los objetos devocionales representados. Münter no solo adquirió estas piezas, sino que también aprendió la técnica y fue la primera de su grupo en crear sus propias obras sobre cristal. Esta exploración en técnicas populares y espirituales evidenció su constante búsqueda de nuevos lenguajes visuales que se alinearan con sus ideales artísticos.

Naturaleza muerta en el tranvía (Después de la compra), 1909-1912

La amazona azul 

Gabriele Münter desempeñó un papel clave en los movimientos artísticos de principios del siglo XX, especialmente en la formación del grupo expresionista alemán Der Blaue Reiter (El Jinete Azul). A partir de 1909, participó activamente en la Nueva Asociación de Artistas de Múnich y, desde finales de 1911, comenzó a exponer con el grupo, participando también en la edición de su almanaque. Las fotografías que tomó en esa época son fundamentales para entender su implicación con el grupo, mostrando su comprensión avanzada sobre la importancia de registrar visualmente estos eventos artísticos.

Al igual que sus compañeros de Der Blaue Reiter, Münter buscaba una forma de expresión que respondiera a lo que Kandinsky definió como "necesidad interior", una forma genuinamente individual que llevó a cada miembro del grupo a desarrollar un estilo propio, aunque compartieran algunas influencias comunes. Münter, interesada por la cultura popular europea y el arte de otros continentes, coleccionaba dibujos infantiles y los copiaba como parte de un proceso de “desaprendizaje”, que ella consideraba esencial para su evolución. Aunque principalmente fue una pintora figurativa, en algunas ocasiones también se acercó a la abstracción, ampliando las fronteras de su trabajo dentro del contexto vanguardista.

La casa de Münter en Murnau, 1931

Exilio en Escandinavia

Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Gabriele Münter se trasladó a Suecia en 1915, donde residió hasta 1920. Durante su estancia, se sumergió en la vibrante escena artística local, siendo recibida como una importante representante de la vanguardia internacional. En este periodo, las influencias del expresionismo decorativo, especialmente el de su maestro Henri Matisse, se reflejaron en algunas de sus obras, que adoptaron un estilo más gráfico y colores más suaves. 

A lo largo de sus años en Escandinavia, Münter viajó por Suecia y Noruega en busca de nuevos motivos pictóricos, en un intento por reemplazar la inspiración que encontraba en Murnau. Sus paisajes en este periodo mostraban un enfoque más narrativo, con pequeñas figuras que añadían una nueva dimensión a sus obras. Además, la necesidad de obtener ingresos la llevó a pintar numerosos retratos por encargo. Sin embargo, también produjo una serie de retratos simbólicos, en los que exploró diferentes estados de ánimo, mostrando un renovado interés en la figura humana, especialmente en la mujer.

Naturaleza muerta con san Jorge, 1911

Vida nómada

Cuando Gabriele Münter regresó a Alemania en 1920, se encontró con que su círculo cercano de artistas se había disuelto, incluidos sus compañeros más cercanos como Wassily Kandinsky, quien había regresado a Rusia durante la guerra y comenzado una nueva relación. Sin un lugar de residencia fijo, Münter se concentró en su faceta de dibujante, realizando especialmente retratos de las mujeres libres y emancipadas que conocía. En sus palabras, durante ese tiempo, "el cuaderno de bocetos era mi amigo" y sus dibujos eran "el reflejo de lo que veían mis ojos", describiendo estas obras como simples bosquejos, esbozos del momento.

Tras vivir en varios lugares, se instaló en Berlín en 1925, donde retomó contacto con el mundo artístico alemán y comenzó a asistir a la escuela de Arthur Segal. Algunas de las pinturas que realizó durante esta década están vinculadas estilísticamente con la corriente de la Nueva Objetividad, debido a su intento de reducir la paleta de colores y de hacer desaparecer el trazo de su pincelada. Sin embargo, a diferencia de otros artistas de esta corriente, Münter no trasladó a sus obras la crítica social que caracterizó a algunos de sus contemporáneos en este movimiento.

La carta, 1930

Regreso a Murnau

Tras su estancia en París entre octubre de 1929 y junio de 1930, Gabriele Münter se estableció de forma definitiva en su casa de Murnau en 1931, poniendo fin a su vida itinerante. Durante esta etapa, las calles y paisajes cercanos a Murnau volvieron a ser una fuente constante de inspiración en sus pinturas, las cuales recuperaban y renovaban su tradición expresionista. Sin embargo, en los años del Tercer Reich, Münter redujo su presencia en el ámbito público y mantuvo un perfil bajo. Tras la Segunda Guerra Mundial, su obra comenzó a ser redescubierta y apreciada nuevamente, con varias exposiciones y adquisiciones por parte de museos y coleccionistas.

En los últimos años de su vida, continuó trabajando y algunas de sus últimas pinturas fueron reinterpretaciones de sus obras anteriores, en las que reflexionaba sobre su evolución artística. En 1957, con motivo de su 80 cumpleaños, Münter donó a la Lenbachhaus una serie de obras suyas y de otros miembros de El Jinete Azul que había mantenido ocultas durante el periodo nazi. Esta donación convirtió a la Lenbachhaus en el museo clave para el estudio y la conservación de este movimiento artístico.

Naturaleza muerta, Pentecostés, 1934