Anécdotas literarias de Madrid

Tertulia de la Fonda de San Sebastián

Tertulia de “La Fonda de San Sebastián” Nicolás Fernández de Moratín

El poeta y dramaturgo Nicolás Fernández de Moratín (1737 – 1780) fundó en 1771 la más importante tertulia literaria madrileña y la primera de las nuevas tertulias libres y abiertas que a partir de entonces surgieron en algunos otros establecimientos de la Villa de Madrid. Esta tertulia se fundó en los locales de una fonda - desaseada y sucia – que estaba situada donde confluían la plaza del Ángel y la calle de San Sebastián y que, precisamente, se llamaba “Fonda de San Sebastián”. Fue una tertulia afrancesada e italianizante en la que además de hablarse de literatura se hablaba de actualidad, de toros y de citas y amores, generalmente furtivos. Sus asistentes habituales pretendieron renovar e innovar la poesía y el teatro de acuerdo a las nuevas estéticas que ya ofrecía en otros países el neoclasicismo. En la tertulia de “La Fonda de San Sebastián” se recurrió a los patrones que ya latían en algunas obras francesas e italianas, en las que aparecían modos renovados de entender la literatura. Además del fundador de la tertulia, participaron autores como Leandro Fernández y Moratín (hijo de Nicolás, que ambientó “La comedia nueva o El café” en la atmósfera que esta fonda ofrecía. Ya que cuenta la historia de un grupo de autores que se reúne en un café para discutir sobre poesía y teatro, y sobre la necesidad de una reforma en el teatro español, e incluso, sobre la necesidad de una remodelación y modernización de los propios teatros. “La comedia nueva o El café” es una comedia satírica - en dos actos y escrita en prosa - que evalúa a numerosos escritores teatrales que solamente buscan en sus trabajos la rentabilidad económica. Supone una crítica social que también aborda el matrimonio, la sociedad y las desavenencias que surgen a lo largo de la vida cotidiana), Tomás de Iriarte, , Félix María de Samaniego, Melchor Gaspar de Jovellanos, López de Ayala, Juan Bautista Muñoz y Ferrandis ( que había sido nombrado por el Rey Carlos III Cronista Mayor de Indias), José Cadalso y Vázquez de Andrade ( autor de “Los eruditos a la violeta” o curso completo de todas las ciencias, dividido en siete lecciones para los siete días de la semana. Presentó en la Tertulia de San Sebastián sus “Cartas Marruecas”), Vicente Antonio García de la Huerta (fue archivero del Duque de Alba), Gaspar  Zavala y Zamora (que estrenó en Madrid en 1792 la obra de teatro titulada “La destrucción de  Sagunto”), Juan Meléndez y Valdés, Ignacio López de Ayala (que fue miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), Francisco de Goya y Lucientes, Francisco Cerdá y Rico, Ramón de la Cruz, Manuel Casal y Aguado (que firmaba muchos de sus escritos con el pseudónimo de Lucas Alemán y Aguado. Además de ejercer su profesión de médico fue un notable poeta, traductor y periodista que escribió en “El Diario de Madrid”, “Correo de Madrid”, “Correo de los Ciegos”, “Pajarera Literaria”, “El Indicador”,  “Periódico de las Damas” o el “Mochuelo literario”).

El papel de Nicolás Fernández de Moratín en la vida cultural de Madrid fue notable. Pues fundó la Tertulia de “La Fonda de San Sebastián” y en ella reunió a los más importantes intelectuales de su tiempo. Contribuyó de ese modo a que las ideas de la ilustración pudiesen debatirse y defenderse con holgura. Se cuenta que el ingenio de Nicolás era tan agudo y tan rápido que en una ocasión fue desafiado por un escritor joven para componer, sobre la marcha, un soneto al vuelo de una mosca y lo hizo tanta prontitud y con tanto acierto que el soneto se hizo famoso. Su ánimo conciliador sirvió de mucho en la tertulia, ya que apaciguó, en más de una ocasión, el enfado colérico de algunos escritores.

En las tertulias eran frecuentes los retos y las improvisaciones, porque la ironía jugaba un papel fundamental. La tertulia de “La Fonda de San Sebastián” tuvo en ocasiones tintes políticos de alto significado, y por eso, en algunas ocasiones, llegaron a estar vigiladas por la autoridad.

Con el tiempo el establecimiento se reabrió en la calle Atocha, ya con el nombre de Café y allí continuaron durante algún tiempo otras tertulias.