El Lyceum Club Femenino: Blanca de los Ríos, María de Maeztu y otras autoras de aquel tiempo
El Lyceum Club Femenino fue el primer club feminista creado en España. Estuvo inspirado en uno similar que ya existía en Londres. Se fundó en 1926 en Madrid, en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, que, pretendiendo ofrecer la posibilidad de que por fin votaran las mujeres, se le ocurrió la brillante idea de que en la nueva ley electoral hubiera algunas excepciones y que no pudieran votar las que estuvieran casadas ni las que regentasen prostíbulos.
Al Liceum Club Femenino pertenecieron mujeres que tenían interés por la cultura, y ya en las actas fundacionales figuraron 115 asociadas bajo la primera presidencia de María de Maeztu (o María la Brava, sobrenombre por el que también la conocían). El club se dedicó, sobre todo, y en un principio, a desarrollar y apoyar la literatura y el arte. Algunas de las asociadas al Lyceum Club Femenino fueron autoras de la Generación del 27, otras figuraban en la Generación del 98 y otras en aquel colectivo que se conoció como “las sinsombrero”. A este primer club femenino español pertenecieron autoras de la talla de Clara Campoamor, Maruja Mallo, Concha Méndez (autora de la Generación del 27. Esposa de Manuel Altolaguirre y amante de Luis Buñuel), Carmen Baroja, Amalia Galarraga (madre de Margarita Salaverría Galarraga, primera diplomática española que aprobó la oposición en 1933), María Teresa León (autora del 27 y esposa de Alberti) ,Victoria Kent, Elena Fortún o Blanca de los Ríos que había nacido en Sevilla, en una familia de arquitectos, artistas y literatos y murió en Madrid en 1956. En la Villa del oso y el madroño pasó el grueso de su vida y escribió la mayor parte de su obra literaria.
Blanca de los Ríos fue una de las autoras de la Generación del 98, y como tal, estuvo estrechamente vinculada con otras escritoras de esa misma generación como Carmen Baroja (hermana de Ricardo y de Pío Baroja. Solía firmar sus artículos de prensa con el seudónimo de Vera de Alzate y había sido otra de las fundadoras del Lyceum Club Femenino), Carmen de Burgos (conocida en los mundos periodísticos y literarios como Colombine. También firmaba con los seudónimos “Perico el de los Palotes”, “Marianela”, “Honorine” o “Gabriel Luna “. En su libro titulado “Puñal de claveles”se inspiró Federico García Lorca para escribir “Bodas de sangre”) Regina de Lamo, María de Maeztu (hermana de Ramiro de Maeztu y primera presidenta de la Federación Española de Mujeres Universitarias. Conoció a Unamuno y fue alumna de Ortega y Gasset) o Consuelo Álvarez Pool (que firmando con el seudónimo de Violeta desarrolló una gran labor periodística).
Blanca de los Ríos ya a los diecinueve años publicó su primera novela titulada “Margarita” que firmó con el seudónimo de Carolina Boss. Su madre - a la que estuvo estrechamente unida - acababa de morir y quizá ese duro episodio fue el empujón que precisaba para manifestar abiertamente su interior. Aunque antes de ese tiempo había escrito sus primeros versos. Pero empezó a ser conocida y reconocida entre los literatos madrileños cuando presentó un trabajo de investigación convocado por la Real Academia que versaba sobre la obra de Tirso de Molina; y que, a pesar de que el premio había quedado desierto, el jurado valoró muy positivamente su trabajo y le concedió una gratificación de mil quinientas pesetas y la publicación de la obra. Como en aquellos tiempos la Real Academia no había dado paso a la entrada de mujeres - ya que ni tan siquiera permitía que fueran académicas - tuvo que recoger el premio el duque de Rivas en representación de la ganadora. A partir de entonces empezó a escribir en publicaciones como “Blanco y Negro”, “El Cuento Semanal” o “Nuevo Mundo” y a participar en algunas de las más conocidas tertulias de Madrid y en algunos actos literarios en los que tuvo la oportunidad de leer sus poemas. De ese modo se le fueron estrechando las relaciones con muchos de los escritores de otras generaciones. Pudo conocer a Valera, a Pardo Bazán, a Núñez de Arce, a Ramón de Campoamor o a Marcelino Menéndez Pelayo. A partir de ese momento llegó incluso a dirigir la sección de literatura moderna de la revista “Cultura Española”.
Unos años más tarde fue una de las primeras mujeres que pudieron ser socias del Ateneo de Madrid.
María de Maeztu se dedicó en cuerpo y alma a que el Lyceum Club Femenino fuese un acicate para que las socias interesadas por la cultura tuvieran nuevos referentes y nuevas implicaciones; pero, además de eso, consiguió que el club fuese siempre un espacio de libertad en el que las mujeres pudieran luchar por sus derechos civiles. Hoy día sigue siendo considerada como uno de los principales referentes de la pedagogía y el feminismo en España.
Se cuenta que en una de las ocasiones en que Carmen Baroja y María Teresa León pretendieron organizar en el Lyceum Club Femenino - al poco tiempo de haber sido
creado - una conferencia del ya Premio Nobel Jacinto Benavente, pues las escritoras habían previsto que la intervención se ofreciera de modo inmediato, y el dramaturgo, aprovechando la ocasión para sacar partido a su descarnada ironía, les dijo más o menos: “no tengo tiempo, no puedo dar una conferencia a tontas y a locas…” Y con esas palabras declinó la invitación. Pero hubo otros autores que aceptaron: Federico García Lorca presentó allí “El romancero gitano” y ofreció más conferencias. En el otoño de 1929 Alberti escenificó una “performance” que tituló “Palomita y galápago”. Se presentó frente al público con una jaula en la que había una paloma y en la otra mano llevaba un galápago. Después de leer algunos poemas ripiosos que fueron aplaudidos empezó a hablar mal de escritores como Juan Ramón Jiménez, Pérez de Ayala, Ortega y Gasset o Valle-Inclán. Aquellas críticas desmesuradas y que no venían a cuento molestaron a muchas de las asistentes, ya que entre el público había, incluso, esposas de algunos de los autores más burlados. Pero Maruja Mallo y Concha Méndez salieron en defensa del poeta... Unamuno también intervino en alguna ocasión. Como lo hicieron León Felipe, Pedro Salinas, Ramón Gómez de la Serna o Manuel Azaña, entre otros.
El club se extinguió en 1939. Serrano Suñer ordenó su cierre y se hizo cargo de sus instalaciones la Sección Femenina y le llamó desde entonces Club Cultural Medina. Ahí acabó la historia mágica de un sueño.