El Osorio y el Madroño

Luis de Oteyza

Hoy quería hablaros de mi tío bisabuelo, Luis de Oteyza, escritor y periodista que revolucionó el oficio de reportero cuando en 1921 se internó en las filas enemigas marroquíes para entrevistar al líder de los rifeños: Abd el-Krim. Oteyza iba acompañado por el célebre fotógrafo Alfonso Sánchez Portela. Aunque la misión era incierta y arriesgada, el periodista fue recibido amablemente por Abd el-Krim, quien le manifestó que pese a las crueldades de aquella guerra, él apreciaba a los españoles, lo único que quería es que abandonaran Marruecos. 

Luis de Oteyza (1883-1961) fue redactor de los periódicos El Imparcial, El Liberal, El Globo, La Nación, Madrid Cómico y especialmente La Libertad, del que llegó a ser director. Su línea editorial muy crítica con la desastrosa gestión y las corruptelas militares en el Rif, le granjeó la enemistad del banquero Juan March (que tenía negocios poco claros en el norte de África) quien acabó comprando el periódico y poniendo al director de patitas en la calle. Oteyza simultaneó la labor periodística con la poesía, la novela y los libros de anécdotas de la historia que le hicieron muy popular en la España de su época. También creó una de las primeras emisoras de Madrid: Radio Libertad. 

Luis de Oteyza. Caricatura de Carlos Osorio.

Durante la dictadura de Primo de Rivera se sintió (como la mayoría de los periodistas) muy incómodo y se trasladó a Filipinas. Viajó por el mundo y en 1933 fue nombrado embajador en Venezuela. Aún siendo republicano, vio con preocupación el giro revolucionario que tomó el gobierno de Largo Caballero y dimitió. Posteriormente apoyó a Franco, aunque se desencantó al ver que el dictador ni reinstauraba la República ni recuperaba la Democracia. Vivió el resto de su vida en Caracas, donde murió en 1961. En mi libro “Su majestad escoja, anécdotas divertidas de Madrid” (Ediciones La Librería) refiero una jugosa anécdota de mi pariente, que paso a contaros. 

Luis de Oteyza cubrió informativamente la ejecución de los condenados a muerte por el crimen del expreso de Andalucía. Para poder asistir al ajusticiamiento, el periodista hubo de pasar toda la noche en la cárcel y, no teniendo nada mejor que hacer, aprovechó para hablar con el verdugo. Charla que te charla y fuma que te fuma, la noche se le hizo un poco más llevadera. Al alba, el verdugo cumplió con su terrible misión de ejecutar a los reos mediante el garrote vil, y lo hizo sin la menor incidencia. Oteyza, al despedirse del verdugo, se sintió obligado a felicitarle por su trabajo y le dijo:

−Muy bien, lo ha hecho usted muy bien. Si alguna vez me condenan a muerte, pediré que sea usted el que me agarrote.

A lo que el verdugo, emocionado por una felicitación que nunca nadie le dedicaba, contestó:

−Con mucho gusto, señor Oteyza, lo haré con mucho gusto.