Literatura de cordel: a propósito de un caso
“Los vendedores de coplas y romances necesitarán permiso especial y además, teniendo en cuenta la influencia sugestiva que en las masas populares ejerce esta literatura llamada de cordel, conviene someterla a cierta censura para oponerse a las narraciones de crímenes y sucesos sangrientos y a las coplas abiertamente obscenas. Esta censura podría ser ejecutada por la Junta” (La lectura Dominical 1927).
La literatura de cordel no dejaba indiferente a nadie. Años antes, en 1914, se podía leer “Reclamamos la desaparición de la pena de muerte, cuando no por compasión hacia los reos y todo delincuente, a lo menos en interés de la educación de nuestro pueblo. Hay que moralizar a ese público viciado por la baja literatura patibularia de romances de ciego y pliegos de cordel”.
Estamos en Madrid en 1930. En la calle de Alcalá la curiosidad de unas pocas personas rodea a la mujer vestida de negro, con una toquilla de lana sobre los hombros, que con un puntero señala el cartelón dividido en viñetas, que muestran escenas de crímenes y sucesos varios. La voz chillona de la mujer se escucha alto y claro “Rapto audaz a una criatura en las calles de Barcelona”. Si alguien da muestras de incredulidad, ella enseña el periódico de donde extrajo la noticia.
Esa romancera atraviesa Madrid a diario por plazuelas y calles estrechas en busca de un público que difícilmente puede comprar un periódico. Se llama Francisca y vive cerca de la Puerta de Toledo. Es viuda, sin hijos y extremeña. Habla con devoción del que fue su marido e inventor del cartelón que es su medio de vida. Juntos viajaron por toda España en tren o sobre un animal, llevando a un público fiel sus historietas reales más o menos deformadas.
Cuando murió el marido, solo dejó en herencia el cartelón y las octavillas con las historias impresas. Se quedó sola para huir de los guardias que la echaban de las esquinas. “Cuatro perras gordas para seguir tirando” se queja.
Francisca elige el argumento de los casos publicados en prensa y recurre a una señora para que lo escriba en romance. El cartel se lo dibuja el marido de otra conocida. De todo eso saldrá el romance a narrar en la calle. El repertorio es amplio: ”Horroroso crimen ocurrido en Guadix” “Los mártires” “Piropos madrileños” y otros muchos. El bestseller de la época era “La terrible tormenta en La Habana”.
Pero las ayudas no eran gratuitas y el famoso cartelón le costó la friolera de quince duros de la época, porque los dibujos de las viñetas se hacían a mano. Las octavillas salen de la Imprenta San Mateo y tampoco son gratis.
La gente se arremolina en la calle y comienza el espectáculo. Francisca se acerca al cuadriculado cartel y señala con el puntero. El romance se titula “El desnaturalizado hijo en Gerona”:
- "¿Qué has hecho hijo malvado con la madre de tu alma?
- pues lo mismo voy a hacer con usted y mis tres hermanas
Y apuntándole con un revólver, cuatro tiros disparaba contra el
autor de sus días y sus desdichadas hermanas.
Y el malvado, loco y enfurecido, al campo se marchaba
adonde fue detenido por la guardia y, atado codo con codo,
a la cárcel lo llevaban”.
Aplausos de un público entusiasmado. Un duro se llevaba a casa.