La formación profesional, y su futuro
La Formación Profesional está de actualidad, no sólo en España, sino prácticamente en todo el mundo. En nuestro país el mercado de trabajo sigue necesitando de titulados universitarios, pero necesita de forma más perentoria buenos profesionales en lo que abarcan los antiguos oficios y, sobre todo en el mundo de la Informática y de las nuevas tecnologías.
Durante muchos años, a partir de la posguerra civil, la titulación universitaria, especialmente en las carreras técnicas, era la mejor garantía para obtener un buen empleo. Los oficios profesionales seguían siendo necesarios, pero las retribuciones eran generalmente más bajas.
Desde la Edad Media, los oficios partían de algo que acabó desapareciendo en los planes oficiales de estudios. La figura del aprendiz, que iba ascendiendo bajo la tutela del maestro, pasó a la historia. El régimen franquista trató de fomentar la formación profesional creando las denominadas Universidades Laborales, que facilitaban la preparación de los alumnos para alcanzar la obtención de maestros de taller, y posibilitaban a los que querían continuar sus estudios llegar a la titulación de Peritos. Recuerdo que un buen amigo consiguió ingresar en una de las Universidades Laborales más prestigiosas, la de Gijón. Alcanzó el título de maestro de taller, y prosiguió sus estudios hasta alcanzar el título de Perito ( después se denominaron Ingenieros Técnicos ) de Telecomunicación. Ingresó en Telefónica, donde fue ascendiendo hasta ocupar puestos de responsabilidad y mejor remunerados, y siguiendo su vocación, compaginando su trabajo con el estudio, se licenció y doctoró en Ciencias Biológicas.
Pero este caso, que comprobé que era realidad, era una excepción en el conjunto de graduados en las Universidades Laborales, que por otra parte obtenían una excelente formación que les permitían integrarse con facilidad en el mercado de trabajo. Mientras tanto, la mayoría de los padres de entonces se sacrificaban para que sus hijas llegaran a obtener una licenciatura universitaria. Ese entusiasmo familiar por la “titulitis” provocó un aumento de los estudios universitarios, pero también aumentaron los licenciados en paro. Y las familias, que querían a sus hijos con títulos universitarios, entre otras razones por mantener un estatus social, se dieron cuenta de que un buen profesional no tenía que envidiar, antes al contrario, a un titulado universitario.
Un ejemplo práctico de lo que acabo de comentar lo tuve en mi etapa profesional en la Confederación de Empresarios Madrileños, la CEIM. Entonces la Asociación Profesional de Fontaneros (se denominaba ASEFOSAN, ahora creo que se han cambiado las siglas) organizaba unos cursos de formación con una duración aproximada de un año lectivo. Pues bien, a la finalización del curso más de un ochenta por ciento de los alumnos encontraban trabajo. Y, como curiosidad, cada vez había más mujeres entre los se formaban en una profesión que durante años estaba limitada a los varones.
En los países más avanzados, los profesionales no universitarios, pero bien formados en su actividad laboral, están muy bien considerados. Me decía mi hermano Luis María, que tuvo oportunidad de conocer los estudios cinematográficos en Hollywood, que allí los profesionales más retribuidos eran los que sabían manejar mejor las grúas durante los rodajes. Lo que importa es el nivel profesional, y allí los técnicos empalmaban su trabajo mientras que los actores y actrices sufren largos meses de inactividad.
Creo que cada vez serán más necesarios buenos profesionales en el mercado de trabajo. Las tareas de “cuello blanco” serán compatibles con las “mono de trabajo”. Pero unas y otras son dignas y respetables. Y el derecho al trabajo será igual de útil en ambos casos.