“Florito, un personaje inolvidable"
Hace ya bastantes años, había un semanario norteamericano que se hizo famoso en todo el mundo, “Selecciones del Readers Digest". En su versión española tuvo al frente al gran poeta Leopoldo Panero. El semanario se dedicaba, entre otros temas de actualidad, a publicar resúmenes de novelas célebres, lo que era cuanto menos arriesgado. Es difícil condensar los libros sin que pierdan calidad. Otras sección famosa llevaba por título “ Mi personaje inolvidable”, y en ella se elogiaba a personas conocidas o menos conocidas, que por ejecutoria vital merecían ser recordadas.
Todos hemos conocido en nuestra vida seres humanos, hombres y mujeres, que nos sirvieron de ejemplo por sus virtudes, y que no hemos podido olvidar. Entre mis personajes inolvidables figuran doña Rita, mi primera maestra, algunos profesionales del periodismo, de los que aprendí mucho, otros médicos que destacaron en su entrega a los enfermos, mi confesor, el padre Benito Ochoa, con una larga ejecutoria en Los Jerónimos, donde casó a mis hijos, y celebró mis bodas de plata y de oro matrimoniales, que ahora pasa su vejez en la residencia de ancianos sacerdotes en la calle San Bernardo de Madrid, y al que tanto debo en la curación de mi alma…
Ahora me viene a la memoria un “personaje inolvidable”, con el que compartí dos veranos, uno de “maldito” y el otro de sargento en las Milicias Universitarias, en el Campamento de El Robledo próximo a la Granja de San Ildefonso, en la provincia de Segovia.
El cumplimiento de mis deberes militares representó un gran problema, porque estaba trabajando en la Sección de Prensa de la Oficina Central Marítima, después Asociación de Navieros Españoles, que alternaba con mis estudios en la Escuela Oficial de Periodismo. Pero entonces la carrera de Periodismo no se encontraba entre las que daban derecho a ingresar en las Milicias Universitarias. Compartí mi problema con un compañero de curso en la Escuela de Periodismo, José Antonio Lloret Pascual, que al acabar sus estudios decidió ingresar en el Cuerpo de Policía, donde después de una larga y brillante carrera se jubiló cuando era el número dos de los Comisarios de toda España. Y decidimos matricularnos en la Escuela de Graduados Sociales, entonces situada en la calle Amador de los Ríos, frente al restaurante Jockey.
Sobre las Milicias Universitarias se rodó la película “Quince bajo la lona”, dirigida por Agustín Navarro, y protagonizada, entre otros, por Ángel Aranda, Carlos Larrañaga, Alfredo Mayo y Antonio Ozores. Este último interpretaba, con la gracia que le caracterizaba, el papel de un aristócrata que no daba golpe, y acaba suspendido, por lo que tenía que repetir como “maldito”. Recuerdo que al final de la película tenía una frase que me impactó: “No somos nadie”, para añadir “Yo sí eh, yo sí”.
En mi tienda, donde compartí dos veranos, no éramos “Quince bajo la lona”, sino trece, cinco de Graduados Sociales, tres de Medicina, tres de Económicas y dos de Peritos Industriales. Un de estos últimos fue mi personaje inolvidable. Se llamaba José Luis Lafuente Martín, y compatibilizaba los estudios de Perito Industrial con los de Ingeniero de Telecomunicación, acabando las dos carreras. Un compañero de Medicina, muy inteligente pero con bastante mala uva, nos fue poniendo motes. A mí me puso, no sé porqué el de “Charlie”, y a José Luis sin motivo, “Florito”. José Luis era bajo de estatura, pero grande en valor humano. Vivía en el barrio de Pozas, en la calle de la Princesa, que fue derribado para edificar viviendas y comercios. Como ejemplo de sus valores humanos, una mañana en la que la Compañía partió del campamentos para realizar unas maniobras, apenas habíamos recorrido unos kilómetros cuando un compañero, a causa del fuerte calor, sufrió una lipotimia y cayó desmayado. Antes de que el capitán buscara voluntarios “Florito” me entregó su mosquetón y emprendió un trote ligero hasta el campamento, y regresó con una ambulancia y dos camilleros, que lograron recuperar al compañero. En el verano de 1961 nos entregaron los despachos de alféreces. No volví a ver a “Florito” hasta hace unos años, en la calle de Serrano. Me contó su larga vida profesional como Ingeniero, de su larga estancia en Canadá al frente de una multinacional. No le he vuelto a ver, pero sigo considerándole como “mi personaje inolvidable”.