El clima de Madrid
Estamos en marzo de 2025. Frío invernal. Madrid lluvioso, un mes lloviendo sin parar, desbordado el río Manzanares, desbordado el Guadarrama. No llovía así desde el año 1893.
Decía Emilia Pardo Bazán que el clima de Madrid era duro pero no riguroso y por lo tanto, no era lógico que se pusieran las estufas como si fuera San Petersburgo. En su opinión, mientras el sol entre por las ventanas y se abran estas aun en pleno invierno, no hacía falta encender nada.
Solo que, a pesar de su opinión, cuando asistía a alguna reunión en casas particulares, le entraba “sofoquina”. Luego salían a la calle y a los pocos días los comentarios eran “yo me resfrié en casa de X”. En las partidas de bridge se repartían las parejas según fueran frioleros o no. “Usted que prefiere asarse, póngase junto a fulanito y usted que le horrorizan las estufas, junto al ministro”.
Doña Emilia opinaba que la inclemencia del cielo durante algunos meses al año, es una de las condiciones necesarias para vivir, y querer suprimir el invierno lo consideraba muy absurdo. “El aire libre parece ser, para los madrileños, una especie de enemigo personal “cuidado que sopla un remusquillo” “abrigarse que hace fresquete”.
Para la escritora gallega el madrileño piensa poco en bañarse, poco en la nutrición de su cuerpo, poco en el sistema que lo podría fortalecer. Sus precauciones se reducen a discurrir cómo se resguardará del pícaro aire.
Emilia se queja de que en el Ateneo de Madrid tienen miedo a las corrientes, no ventilan nunca, prefieren el ambiente grueso y pesado, impurificado por el humo del tabaco cargado de nicotina y de miasmas. Los asistentes al Ateneo entraban en una sala caliente sin ventilar y aun así, conservaban puesto el abrigo, el sombrero y la bufanda.
Lo mismo ocurría en el Congreso al que definían como antro lóbrego, ahumado, criadero de pulmonías infecciosas.
La escritora publica un artículo sobre el mismo tema “Los habitantes de Madrid se pasan tardes y noches en cafés y teatruchos, sitios donde flotan los microbios en su propia salsa, y el olor humano se agarra a la garganta como garrapata tenaz”.
Ella aconseja que contra el catarro, aire puro de pinar, porque el catarro es enfermedad de civilización, de ciudad, de artificio.
De la lluvia dice que contribuye a apretar los lazos del hogar, a retener en casa forzosamente a los que les da igual salir a mojarse que salir a calentarse. Se pone romántica con la lluvia: ”Los ruidos de Madrid se acaban cuando llueve y esta ciudad sonora y bulliciosa se pone sordina; los coches ruedan sobre el barro como fieltro y desaparece de la vida madrileña ese formidable elemento ¡la calle!
Curiosamente, Emilia Pardo Bazán murió de forma inesperada aquejada de una gripe mal tratada que se la llevó en tres días.