Carlos Piernavieja, el deportista más completo
En la historia del deporte mundial, España puede enorgullecerse de contar con el deportista más completo, no el mejor, pero sí el que supo destacar en varios deportes, sin perder su condición de amateur, y viviendo de su profesión de periodista, Carlos Piernavieja. Tuve el honor de ser amigo suyo, y de admirar su capacidad para destacar en cinco deportes, en los que representó a nuestro país defendiendo sus colores: fueron natación, waterpolo, baloncesto, balonmano y rugby, además de participar en otras actividades deportivas, como el piragüismo, donde hizo la travesía Mallorca- Roma, dando pruebas de una enorme capacidad de resistencia.
Carlos Piernavieja del Pozo había nacido en 1918 en Tenerife, donde comenzó a practicar la natación, que continuó en Barcelona. Cuando se trasladó a Madrid fue uno de los fundadores del Club de Natación Canoe, en el que logró sus grandes triunfos, en la especialidad de espalda. Sus marcas, como me comentó, le hacían aspirar a una medalla olímpica, pero la guerra civil española le impidió participar en los Juegos Olímpicos de Berlín, y frustró sus deseos. Hubiera podido estar entre los primeros. Acabada la guerra, alternó la natación con otros deportes, como el baloncesto, en el equipo del Canoe, y el balonmano en el Atlético de Madrid. Con 1,76 de estatura hacía frente con éxito a jugadores más altos, y tenía un lanzamiento espectacular a media distancia. Era, además, un luchador correoso e incansable. El Atlético tenía un equipo no demasiado joven, pero con experimentados jugadores, como Hernández Bravo, José María Lorente, o Santos Campano en la portería. Las reglas del balonmano entonces, y yo las sufrí como jugador, sólo permitían botar el balón una vez, hasta que cambiaron para hacerlo más vistoso. Lo que parecía imposible entonces es ver cómo se las arreglaba para entrenar y practicar varios deportes a la vez. Me asombraba ver cómo jugaba un partido de baloncesto por la mañana y otro de balonmano por la tarde, y trabajar diariamente en el diario “Marca”, además de llevar la jefatura de prensa en la Federación de balonmano.
Le he visto jugar en esos dos deportes, pero donde era una auténtica figura era en el rugby, en el único campo que había, si no me equivoco, en Madrid, en la Ciudad Universitaria. En los veranos, Carlos entrenaba a chavales en la piscina “el Lago”, donde yo hacía mis pinitos en infantiles, como bracista. Recuerdo que entonces la braza y la entonces incipiente mariposa estaban juntas en la misma especialidad, hasta que se demostró que la mariposa era un estilo mucho más veloz que la braza.
Parece que estoy viendo a Carlos vigilando nuestros entrenamientos, mientras gritaba, ”Largo, largo”. Pasaron los años, y no sé a quien se le ocurrió, creo que a gran Pedro Rodríguez, organizar un partido de baloncesto entre “Arriba” y “ Marca”, que éramos de la misma empresa, Prensa del Movimiento, y trabajábamos en el mismo edificio. Yo había participado en los dos primeros torneos escolares infantiles y juveniles organizados por el Real Madrid bajo la dirección del que sería uno de los grandes entrenadores españoles, Pedro Ferrándiz, en el frontón Fiesta Alegre.
En aquel partido Marca nos barrió, y no puedo dejar de recordar como, en la disputa de un balón, Piernavieja me cargó y me sacó fuera del recinto. La fuerza del entonces cincuentón era imbatible. Carlos sufrió un infarto de miocardio, y lo combatió caminando y nadando. Hablé con él animándole, y me dijo, apuntando al cielo: “Duraré hasta que el de arriba quiera-“ Murió con setenta y un años. Pero su ejecutoria deportiva sigue siendo imbatible.