Poéticas de la inteligencia

Nahui Olin y María Zambrano: encuentros entre poesía y filosofía en la búsqueda del espíritu humano

Beatriz Saavedra Gastélum

La poesía de Nahui Olin y la filosofía de María Zambrano comparten un núcleo esencial: ambas son manifestaciones de una búsqueda profunda por entender y expresar el espíritu humano en su complejidad. Aunque provienen de contextos y tradiciones diferentes, sus obras convergen en su deseo de explorar lo trascendental, lo oculto, lo infinito, y el lugar del ser humano en el universo. Desde la poesía cargada de imágenes y metáforas de Nahui hasta las reflexiones filosóficas y místicas de Zambrano, ambas autoras crean un diálogo íntimo entre el lenguaje y lo inefable.

Tanto Olin como Zambrano reconocen la capacidad de la poesía para revelar lo que está más allá de la realidad visible. En la obra de Nahui, la imagen y la metáfora son herramientas esenciales para representar lo inasible, lo inconsciente y lo trascendental. En palabras de la propia poeta:

"La imagen representa una superficie, la visibilidad de una no realidad (que es y no), lo consciente. Asimismo, la metáfora revela en esa realidad en particular la raíz oculta del umbral, de su doble fondo, lo inconsciente. Esa verdad sale a la luz."

De manera similar, Zambrano en Claros del bosque plantea que la imagen poética es un medio para acercarse a la divinidad y al misterio del ser. La imagen, para Zambrano, no es una simple representación, sino un "claro", un espacio donde lo oculto se hace visible, un puente entre lo humano y lo divino. Este "claro" es un instante de revelación que abre al ser humano hacia su propia trascendencia y hacia la comprensión de lo infinito.

La poesía de Nahui se sumerge en lo erótico, lo espiritual y lo cósmico, utilizando metáforas como vehículos para desvelar lo infinito que habita en el ser humano. Por su parte, Zambrano, desde una perspectiva filosófica y mística, ve en el lenguaje poético una herramienta para descifrar el ser oculto, esa dimensión de la existencia que se resiste a ser comprendida desde la lógica racional. En ambas autoras, la metáfora no es solo un recurso literario, sino una forma de conocimiento, una manera de iluminar lo inexplorado, Nahui y Zambrano coinciden en que la poesía y la filosofía son, en esencia, caminos hacia lo invisible.

En Claros del bosque, María Zambrano desarrolla la idea de una "mística de la penumbra", un acercamiento a la divinidad que no se da en el éxtasis ni en la iluminación absoluta, sino en la sutileza de lo cotidiano y lo aparentemente nimio. Zambrano propone que la mística implica un proceso de autodestrucción y regeneración, donde el ser humano encuentra en la otredad una conexión con lo divino. Este proceso, doloroso y transformador, está íntimamente ligado a la experiencia del espíritu humano como algo heterogéneo y múltiple.

En la obra de Nahui Olin, también encontramos esta conexión entre lo cotidiano y lo trascendental. Sus poemas a menudo parten de experiencias aparentemente simples—el cuerpo, el deseo, el amor—para elevarlas a una dimensión cósmica y espiritual. En sus versos, lo erótico no es solo una experiencia física, sino una manifestación del infinito:

"El placer viene de un deseo / de dejar salir / un poco de nuestro infinito / por nuestra carne embriagada del placer del espíritu."

Al igual que Zambrano, Nahui encuentra en lo cotidiano un espacio de misterio, donde el espíritu humano puede descubrir su conexión con lo trascendental. Ambas autoras se alejan de las grandes proclamaciones de certeza y prefieren explorar los matices, las penumbras, los claroscuros de la existencia. Para ellas, el espíritu humano no es un monolito, sino un caleidoscopio de posibilidades, un espacio donde lo divino y lo humano se entrelazan.

Ambas auroras fundamentan su obra en la idea de que el conocimiento del ser no proviene de la abstracción intelectual, sino de la experiencia vivida. Zambrano, en Claros del bosque, desarrolla una ontología basada en un "saber de experiencias" que tiene connotaciones místicas. Para ella, el ser humano no llega a la verdad a través de la razón pura, sino a través de un proceso de desciframiento del sentir, donde el espíritu humano se abre a la divinidad y a lo oculto.

Nahui Olin comparte esta visión, aunque desde una perspectiva más ligada al arte y al cuerpo. En su poesía, la experiencia del amor, el deseo y el placer se convierten en caminos hacia el autoconocimiento y la trascendencia. Para Nahui, el espíritu humano se revela en el acto de vivir plenamente, en la intensidad de las emociones y en la capacidad de crear desde lo más profundo del ser. En uno de sus poemas, escribe:

"Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed / de esos mundos nuevos / que voy creando sin cesar."

Aquí, la creación es inseparable de la experiencia. Al igual que Zambrano, Nahui ve en el acto de vivir y sentir una forma de acceder a lo trascendental. Ambas autoras rechazan la idea de un conocimiento puramente abstracto y apuestan por una sabiduría que surge de la vivencia, del contacto directo con el mundo y con uno mismo.

Un aspecto clave que conecta a Olin y Zambrano es su énfasis en la autonomía del espíritu humano, especialmente desde una perspectiva femenina. Nahui, con su poesía audaz y revolucionaria, desafió las normas de su tiempo y reivindicó el derecho de las mujeres a explorar su propia subjetividad, a ser creadoras de su propio destino. En su poema "Supremo egoísmo", escribe:

"Bastarse a sí mismo es la eliminación de toda necesidad —la solución del problema intelectual."

Este llamado a la autosuficiencia resuena con las reflexiones de Zambrano sobre la importancia de la soledad y la introspección como caminos hacia la realización personal. En Claros del bosque, Zambrano también plantea la necesidad de "fecundar en las propias entrañas", de encontrar en uno mismo la fuerza para enfrentarse al mundo. Ambas autoras, desde sus respectivas disciplinas, desafían las concepciones tradicionales de la feminidad y proponen una visión del espíritu femenino como algo poderoso, autónomo y profundamente conectado con lo universal.

En definitiva, tanto la poesía de Olin como la filosofía de Zambrano pueden interpretarse como formas de resistencia frente a las limitaciones impuestas por sus contextos históricos, aunque provenientes de tradiciones distintas, comparten una visión profundamente humanista y trascendental del espíritu humano. A través de la poesía y la filosofía, ambas autoras exploran las capas ocultas de la existencia, penetran en lo cotidiano y en lo íntimo como claves para comprender lo infinito. En sus obras, el espíritu humano se revela como un espacio de misterio, creación y resistencia, un puente entre lo visible y lo invisible, lo humano y lo divino.